EUGENIA ALMEIDA - LA
PIEZA DEL FONDO
Un hombre viejo que pasa el día en el banco de una plaza es la imagen inicial
de "La pieza del fondo", una novela de Eugenia Almeida que trata
sobre los otros, una dirección cruzada por el desasosiego de la vida, los
silencios, las palabras, y también la soledad.
"Sí, no hay otra cosa en el mundo más que la relación con los otros y ese
desasosiego que aparece en la novela, ese silencio, esa imposibilidad del
lenguaje para decir lo que es más necesario decir, es un poco mi experiencia en
la vida, la forma en que miro el mundo en general", dice Almeida en una
entrevista con Télam.
Ese viejo de la plaza, silencioso y que pasa desapercibido para la gente que
transita indiferente por el lugar llama la atención de una moza de bar,
empeñada en darle de comer, en ayudarlo.
Y esa situación desencadena otras que se sostienen a partir de personajes
unidos por la casualidad, por lazos familiares o de trabajo.
"Siempre cuando escribo algo se va dando, no tengo la necesidad de armar
un plan y llevarlo a cabo. Parece que el plan está en otro lado y me obliga a
mí a respetarlo. Los personajes aparecen -incluso algunos no me gustan- pero
bueno están en la historia", menciona la autora cordobesa de "El
colectivo" (2005), novela ganadora del Premio Internacional "Dos
Orillas", publicado en España, Portugal, Francia, Grecia, Italia y este
año en Alemania.
"Me interesa el énfasis en la relación con el otro, cómo cada uno se va
enlazando al otro y cómo a veces no somos conscientes de cuán enlazados
estamos: incluso con gente de la que no tenemos idea que pueda ser influida por
nuestras acciones", remarca.
Una imagen que surge espontáneamente en la novela es la del buen samaritano y
la inutilidad de algunos gestos: "El buen samaritano tiene una intención
limpia de todo interés personal, ahora si hablamos de eficacia, siempre la
eficacia de toda acción humana es frágil ante la perdida de un hijo, de una
madre, de una pierna".
Frente a las pérdidas de los personajes de la novela recién publicada por
Edhasa, "es precario lo que puedan hacer los demás por nosotros, pero es
indispensable: no cura, no salva, no cierra, no soluciona, a veces ni siquiera
alivia, aunque sin eso el mundo sería el desierto más horroroso".
"No hay nada más que la relación con los otros y al mismo tiempo estamos
absolutamente solos. Es un desafío aceptar esta precariedad que es la
experiencia de la vida humana", reflexiona Almeida.
¿Por qué hay tantas alusiones al agua? "Es algo que descubrí después de
terminar la novela -confiesa-. Se la di a leer a dos amigos y uno me mencionó
que el agua atraviesa toda la historia: En el agua uno descubre que las cosas
pueden pesar de otra forma, uno se mueve a otra velocidad.
Tiene que ver, creo, con todo lo que no se dice, no se termina de nombrar,
quizá porque es imposible".
Otra idea "muy inquietante" es cómo uno detecta al otro.
Mientras escribía estaba leyendo a Simone Weil, la filósofa francesa, y ella
dice que el mandato de amar al prójimo consiste en ver al otro como un mundo
diferente y no como parte del mundo que uno es".
"Y eso es indispensable decírnoslo todos los días. Porque la tendencia es
creer que conocemos a los demás y manejarnos como si fueran parte de nuestro
mundo y no mundos apartes", aclara.
Para la escritora el lenguaje está en todo lo que ve. "Una experiencia tan
radical que afecta nuestra manera de ver el mundo, de explicar las cosas; uno
se puede destrozar la cabeza contra los límites del lenguaje, decía
Wittgenstein".
En nuestra cultura "siempre el lazo con el otro tiene algo del lenguaje ahí
enganchado", afirma y menciona una escena "donde Elena -uno de los
personajes principales- le reprocha al médico que haya utilizado su nombre.
Cuán fuerte es decir el nombre de otra persona. Y si decimos el nombre de
alguien ausente -vivo o muerto- no sabemos hasta qué punto se está creando
algo".
Almeida alude al silencio "como un embrión que está en cada palabra, el
silencio es constitutivo del lenguaje, sin él no habría palabra. Siempre está
cargado de algo, nunca está vacío".
El título "La pieza del fondo" tiene sentidos múltiples: "Una
pieza ubicada en las profundidades de cada ser humano, una celda en la
comisaría, el consultorio de Elena, el cuarto al final de la casa que ella
alquila, repleto de cosas ajenas. Somos eso también: un depósito de cosas
ajenas que tenemos que empezar a reconocer, y no sé si ese trabajo no tiene que
ver con la locura", desliza.
Comentario
aparecido en noticias.terra.com.ar el 19/08/2010