miércoles, 31 de julio de 2019

Vida de Perro - Horacio Verbitsky (conversaciones con Diego Sztulwark)




Diego Sztulwark, coautor de Vida de Perro. Balance político de un país intenso, del 55 a Macri, cuenta cómo trabajó junto a Horacio Verbitsky este libro de conversaciones e Historia.



El libro Vida de perro es un singular tratado de política, historia y ética en el formato de una larga conversación, esa herramienta única para poner en cuestión la idea del discurso único. Horacio Verbitsky desgrana su mirada sobre la Argentina pero también ofrece el testimonio de una vida: la escuela en un colegio de pueblo, los primeros choques con el antisemitismo, las tardes de infancia pasadas en las villas, junto a su padre, el escritor que creó la denominación “villa miseria” para ciertos barrios carenciados.

También hay relatos sobre los comienzos en el periodismo, su método de lectura, su relación con el peronismo, una radiografía de las Fuerzas Armadas Peronistas y de Montoneros. La luminosa presencia de Paco Urondo y Juan Gelman. El rol central de la Iglesia Católica en el terrorismo de Estado. La guerra de Malvinas. La post dictadura y la recuperación democrática, la crisis de 2001, el asesinato de Mariano Ferreyra, el primer año de gobierno de Macri.

Aparecen aquí la presidencia del Centro de Estudios Legales y Sociales, sus columnas en el diario Página/12, la salida del diario y la creación de su nuevo proyecto “Cohete a la luna”.

Cada lector encontrará su propio punto de interés. Pero se destacan, sin dudas, las múltiples referencias a Rodolfo Walsh, una mirada crítica sobre la compleja figura de Jorge Bergoglio y el modo en que analiza el fenómeno del kirchnerismo en nuestro país.

En marzo de 2015 Macri gana las elecciones y Diego Sztulwark decide llamar a Horacio Verbitsky para insistir en un viejo proyecto: repasar la historia argentina desde su mirada.

Los encuentros se extienden por dos años. De allí surge Vida de Perro. Balance político de un país intenso, del 55 a Macri, un texto inclasificable en su modo de interrogar la realidad. La charla se da entre dos personas inquietas políticamente, que pertenecen a generaciones diferentes, que no coinciden plenamente en su pertenencia ideológica y que, por lo tanto, dialogan. Dos que entran al juego, cada uno con su estilo.



Número Cero conversó con Diego Sztulwark para reconstruir el proceso de escritura.

–En el prólogo señalás que “Vida de perro” no es una biografía ni un libro de historia.

–Exactamente. Es algo que se inventó en el medio, en tensión. Entre una vida que fue testigo, que fue protagonista, que supo investigar procesos políticos y una necesidad de hacer un balance político de varios momentos, de varios presentes sucesivos de la Historia argentina para tratar de comprender cuáles son las preguntas actuales. No sé si yo tenía tan claro cuando comenzamos el libro que iba a lograr esa tensión, ese “entre” que hace que haya historia y no sea un libro de historia, que haya vida y no sea biografía. Me parece que el hecho de que el libro no sea una entrevista sino una verdadera conversación con desplazamientos, tensiones, con autoironía, permite una escritura que es la que yo buscaba: que no quiere investigarlo a Verbitsky, ni se encandila con el personaje, ni intenta develar un misterio sino que está buscando, para el momento actual, método. Es decir, manejo de la información, rigor. Una fórmula que me parece bastante afortunada de Verbitsky es “una objetividad que no es neutral”.

–A lo largo del libro, entre las preguntas y las respuestas, hacés un trabajo de presentación, de contextualización, de análisis. ¿Cómo fue ese proceso?

–Con respecto a mi escritura es una mezcla de dos cosas. Al principio yo lo iba a entrevistar a Horacio y, antes y después de entrevistarlo, escribía. Impresiones, cosas que pensaba, iba anotándome lo que quería discutir con él, preguntas. Era un texto medio como de crónica paralela. Cuando terminamos de hacer el libro, cuando él vio las entrevistas me dijo: “Diego, quiero que escribas, que escribas vos”. Así que agarré y empecé a leer todo el desgrabado como lo tenía y a introducir. Los criterios eran: que haya una introducción, que haya un cierre, que haya aclaración de procesos, sintetizar cosas que él decía, introducir bibliografía que a mí me parecía importante y hacer contrapuntos con Horacio. Introducir puntos de vista que no eran los de Horacio. A veces puntos de vista míos pero, en general, lo que me interesó es contraponer a la versión que Horacio tiene de la historia y la política algunas versiones que venían de la izquierda. Y ya sobre el final, directamente polemizar con él sobre 2001 y especialmente sobre el kirchnerismo. Horacio no vio el texto que yo iba escribiendo hasta que se lo presenté en versión final. Un buen día leyó el libro y se fue enterando de cosas que yo escribía sobre él, los contrapuntos y los agregados y los aceptó todos. Esto incluye también entrevistas. Entrevisté gente por mi cuenta, hice todos los textos que a mí me parecían y Horacio los aceptó.

–Tanto en el prólogo como en el epílogo contás que tuviste que insistir para hacer este libro, que lo venías masticando y tratando de convencer a Verbitsky. ¿Se acercó a lo que habías imaginado?

–No, yo diría que supera. Lo que yo me había imaginado originalmente es un libro de entrevistas. Muy parecido al que hizo Roberto Mero con Juan Gelman, que se llamaba Contraderrota. Pero quedó un libro en donde mi participación terminó siendo mucho más exigida de lo que yo me imaginaba. Horacio me hizo escribir. Y me hizo entrar en contrapuntos. Además, la conversación creció mucho más de lo que me imaginaba. Quedó un libro muy grande, donde hay hipótesis sobre Verbitsky, hay hipótesis sobre el país, hay preguntas e invitaciones a discutir, hay contrapuntos explícitos sobre momentos de la coyuntura. En ese sentido, estoy muy conforme porque yo no quería que esto entre en una discusión sobre kirchnerismo y antikirchnerismo simplemente. O sobre quién es Verbitsky, el misterio Verbitsky. Yo quería una discusión sobre el método de investigación, sobre un testimonio histórico y sobre un balance político.



Eugenia Almeida

Publicado originalmente en La Voz del Interior





martes, 30 de julio de 2019

Santa Fruta - Delphine Perret y Sébastien Mourrain



Un cactus solitario que vive en un lugar perdido del desierto. 
Un cactus que piensa bastante y se imagina cómo sería su vida si tuviera piernas. 
Un cactus que se conmueve cuando una niña se acerca a cortar una de sus flores para adornarse el pelo. 

Y del otro lado del mundo, un gato flaco cuyos dos humanos se pasan todo el día corriendo, híper ocupados, haciendo todo lo posible para que engorde y se parezca a lo que ellos quisieran. 
Un gato que es llevado al psicólogo y que recibe una indicación precisa: acompañar a sus humanos en sus viajes. 
Un gato que sólo quiere quedarse acostado en la alfombra, cerca del radiador y que sin embargo es llevado a diferentes paisajes, hasta llegar a un remoto lugar donde, por fin, sus humanos entenderán lo que realmente desea, lo que acaba de descubrir: su lugar en el mundo. 

Un cactus y un gato. 
Dos compañeros que ahora pasan los días entre historias de viajes y la naturaleza que cambia, compartiendo “la simple alegría de estar ahí, juntos”. 

Con texto de Delphine Perret e ilustraciones de Sébastien Mourrain, Santa Fruta es uno de los más bellos álbum publicados en 2017. 




lunes, 29 de julio de 2019

Waterloo y Trafalgar - Olivier Tallec



Dos hombrecitos enfrentados, separados por un espacio que parece insalvable y que los obliga a verse como enemigos de una guerra cimentada sólo en las diferencias, obviando cuánto se parecen en realidad. Día a día, resistiendo en una trinchera en la que cada uno es el único protagonista de una batalla que parece no haber tenido inicio. Cada uno en sus rituales cotidianos, en la soledad de construirse como soldados. ¿Por qué nos ponemos a batallar unos contra otros? ¿Realmente estamos tan lejos como creemos? ¿No es el combate perpetuo una forma de estar en relación, una forma turbia y desplazada de permanecer enlazados?

Waterloo y Trafalgar fue elegido como uno de los mejores dieciséis libros para niños y jóvenes de 2017 por el suplemento literario Babelia.

Íntegramente diseñado en azul, rojo, blanco y negro, por este libro no sólo transitan estos dos personajes sino también flores, lluvia, un caracol, estrellas, nieve, música y, finalmente, un pajarito y un paisaje que evidencia que el mundo no es monocromático. 

Olivier Tallec, autor de este pequeño tratado sobre la guerra y su estupidez, nació en Francia en 1970. Ilustrador en medios claves de la prensa francesa, lleva publicados más de 100 libros álbum. 






sábado, 27 de julio de 2019

Mudanza - Eva Mastrogiulio y Laura Loretta




¿Qué nos llevamos cuando dejamos una casa para irnos a otra? ¿Qué de lo propio puede ser embalado o guardado en una caja? ¿Cómo la memoria se pone a bailar, mezclando nuestras cosas, lo que nos ha hecho vida, lo que ordenaba y volvía familiar nuestro cotidiano? Mudarse no es fácil. Mudarse, como bien lo dice este libro, es cambiar. Y eso siempre invita a pensar quiénes somos y quiénes quisiéramos ser. 

Eva Mastrogiulio y Laura Loretta se reúnen para crear uno de los títulos más interesantes de este año. “Mudarse no es sólo cambiar de casa”, se anticipa en las primeras líneas. También es despedirse, irse, reencontrarse, recordar lo vivido, sentir miedo, atravesar emociones conocidas y desconocidas, hacerse preguntas que no tienen respuesta, perderse. Una mudanza te deja frente a una pila de cajas que son, justamente, “tu vida encajada”. Por eso, quizás, mudarse es “ser una caja por un tiempo”.

Mudanzas felices o de las otras; algo de lo que cada uno de nosotros ha vivido se hace presente en este delicado libro de Calibroscopio, seleccionado por la Secretaría de Cultura de la Nación para ser exhibido en el stand argentino de la Feria del Libro de Frankfurt. 




viernes, 26 de julio de 2019

Una caperucita roja - Marjolaine Leray





Hace algunos años Marjolaine Leray decidió participar en el concurso de un importante Salón de literatura infantil en Francia. El eje sobre el que había que trabajar era la figura de Caperucita Roja. Leray preparó una propuesta pero –por motivos que no recuerda– no llegó a enviarla. De esos bocetos iniciales surgió este libro que ya se ha convertido en un clásico. Desde el título, la autora pone en tensión el cuento que hemos escuchado mil veces. No se trata de “la” caperucita sino de “una” caperucita. Se abre la posibilidad de juego, entonces, para poner en escena una caperucita radicalmente diferente, una que va a poner en jaque al lobo, una que recurre a su inteligencia, que es capaz de anticipar el peligro, subvertir la que parece una competencia de fuerzas desiguales y ser alguien que no necesita ser salvada por otro porque puede protegerse muy bien a sí misma.

De pequeño formato apaisado, con un trabajo exquisito que juega con el rojo, el blanco y el negro y recurriendo sólo a la técnica de lápices de colores de madera, Leray (Francia, 1984) produce una obra perfecta en su sencillez y su tono salvaje. 






jueves, 25 de julio de 2019

De ganados y de hombres - Ana Paula Maia




En la línea de sacrificio 

En el matadero Edgar Wilson deja caer la maza sobre la frente de una vaca. Es quien aturde a los animales para que puedan ser faenados. Suelta un breve silbido justo antes de hacer su movimiento de brazos. Antes, ha dibujado con cal una cruz entre los ojos que lo miran. Una mirada llena de la “oscuridad constantemente insondable” que hay en los ojos de los rumiantes.

Edgar intenta hacer su trabajo con precisión, con delicadeza. Con piedad. Trabaja seis días a la semana. Más de cien vacas aturdidas por día. Miles de asesinatos cotidianos en nombre de la alimentación; una línea de producción cuya mercadería son los cadáveres. Edgar nunca ha comido una hamburguesa. Cuando finalmente lo hace, se sorprende al descubrir que “nada deja vislumbrar el horror desmedido detrás de algo tan delicado y sabroso.”

El matadero está en una región en la que “el olor a muerte se siente en todas partes”. Cerca hay un río contaminado: ahí se tiran la sangre y las vísceras de los animales. Lo llaman el “Río de las Moscas”. Los rosales se han ido oscureciendo, transformados por el agua teñida de rojo. Las prostitutas cobran en especies y un turno puede pagarse con un kilo de carne. Carne por carne. Ganado.

Los trabajadores del matadero también son víctimas. Algunos viven allí, hundidos en el artudimiento. Saben que en el mundo “todos son matadores, cada cual de su especie, ejecutando la función que les toca en la línea de sacrificio.” Afuera, los pobres del lugar se acercan a buscar los restos de las vacas que han muerto en los traslados. Un botín disputado por personas y por perros, especies hermanadas por el hambre.

Un día Edgar descubre que algo malo está pasando. Poco después los animales toman una decisión que solemos considerar puramente humana: el suicidio. Una reacción al momento en que el dolor se vuelve insoportable. 

Todos sabemos lo que pasa en un matadero. Pero no siempre estamos  dispuestos a pensar en eso a la hora de comer. Sin embargo, somos parte de ese infierno. El matadero funciona también como una metáfora de todas las cosas que se producen con sangre y muerte para luego tomar una imagen inmaculada a la que colaboramos fingiendo no saber cómo se produjeron.

De ganados y de hombres es la quinta novela de Ana Paula Maia y la primera en ser publicada en Argentina. Hay mucho de poesía en la crueldad quirúrgica que la escritora brasileña pone en esta historia. No es casual que la crítica la considere la heredera de Rubem Fonseca. 



Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X


jueves, 18 de julio de 2019

Las mil caras del autor - Paula Varsavsky





Conversaciones con una lectora 

El primer artículo que Paula Varsavsky publicó en un diario de gran tirada fue una crónica sobre el tiempo que el escritor Eugene O´Neill pasó en Buenos Aires a inicios del Siglo 20. Varsavsky tenía 23 años y con ese gesto anticipaba parte de su futuro trabajo: aunar periodismo y literatura de un modo en que es difícil saber dónde empieza uno y donde termina la otra. 

Varsavsky es escritora y posiblemente esa sea una de las herramientas que pone en juego a la hora de entrevistar a sus colegas. Conoce el oficio y sabe construir conversaciones a las que los lectores asistimos con placer. Especializada desde hace años en literatura anglosajona, la escritora argentina ha mantenido charlas con diferentes autores, registrando esos momentos en grabaciones de las que iban surgiendo notas periodísticas para diversos diarios. 

Quizás uno de los aspectos más difíciles que enfrenta un buen entrevistador es el momento, frustrante, en que el espacio asignado  (determinada cantidad de palabras) nos obliga a elegir qué, de todo lo conversado, será volcado en papel. Decidirlo no es sencillo; implica sensibilidad y respeto. No es extraño que quien ha vivido ese momento fantasee con la idea de, en algún futuro impreciso, publicar completo el material que surgió de ese encuentro. Paula Varsavsky logró hacerlo y eso ya es  motivo de festejo. En Las mil caras del autor. Conversaciones con grandes narradores de hoy, publicado por Eduvim, podemos disfrutar de esas entrevistas sin las limitaciones de espacio que suele imponer el periodismo.

Varsavsky resume su trabajo en una frase: “entrevisto a escritores, movilizándome hasta sus países y lugares cotidianos para comprender el universo personal de cada uno”. Estas entrevistas han implicado un desplazamiento físico (un viaje) y un desplazamiento interno (el grado en que la periodista se sumergió en la obra de cada escritor). En cada relato, Varsavsky incluye un dibujo del escenario y de los pasos previos al encuentro. Cómo llegó a ese autor, cómo lo contactó, cuál fue su respuesta, cómo fue el primer encuentro: una sucesión de detalles que nos permite construir una escena y sentir que, de algún modo, estuvimos ahí. Las últimas líneas del prólogo de Las mil caras del autor pueden servir como un pequeño manual de periodismo. “Llegar a cada personalidad sin fórmula fija requirió todas las veces un método nuevo”.

El resultado de la aplicación de ese método siempre nuevo, construido sobre el  territorio, son catorce entrevistas con importantes narradores de la literatura anglosajona realizadas entre 1998 y 2008 en diferentes escenarios de los Estados Unidos y Gran Bretaña.

Más allá de los temas esperables en estas conversaciones (el método de trabajo, las propias lecturas, la concepción del oficio de escritor), aparecen otros que se van repitiendo a lo largo de las charlas: el aborto, la discriminación, el racismo, la homofobia, las clases sociales, el sistema educativo. Varsavsky sabe que un verdadero encuentro no puede atarse a un cuestionario y que es su presencia (en tanto periodista y escritora pero, fundamentalmente, en tanto lectora) lo que permite que la comunicación se dé y que entrevistado, entrevistador y lectores nos reunamos en un espacio que nunca existió pero que finalmente sucede.

La charla con Joyce Carol Oates luego de superar la dificultad inicial de contactar a alguien que “no recibe ni llamados por teléfono, ni faxes, ni e-mails”; la admiración de Michael Cunningham por Borges; Doctorow y su definición de la novela (“un acto de ficción, una acto de intuición, de empatía y de comprensión”). Ali Smith, la hija de un electricista y una conductora de colectivos, la menor de siete hermanos en una familia proletaria de Escocia; Russell Banks y sus planteos sobre la falta de conciencia de clase en los Estados Unidos; Hanif Kureishi y sus reflexiones sobre la identidad; Siri Hustvedt y su interés por el neuropsicoanálisis; William Boyd y su trabajo en el mundo del cine.

Cada escritor es abordado como un mundo a conocer. A los autores mencionados se suman David Lodge, Esther Freud, David Leavitt, Francisco Goldman y Edmund White. Posiblemente la mejor entrevista es la de Richard Ford. Un perfecto relato en el que el escritor habla de su vida, su amistad con Raymond Carver, su deseo de juventud de entrar a la CIA o el FBI  y el modo en que hoy lo afecta la dislexia.

Un libro como Las mil caras del autor se disfruta al leerlo y se disfruta también después, cuando se recorre el extenso territorio de nuevas lecturas que ha sugerido. 

Paula Varsavsky es escritora y periodista. Nacida en Argentina, hizo la escuela secundaria en la ciudad de Nueva York. Ha publicado las novelas Nadie alzaba la voz (1994) y El resto de su vida (2007). 




Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X

jueves, 11 de julio de 2019

El desapego es una manera de querernos - Selva Almada




Escenas de la vida familiar

Una niña y su primo. Un velorio. Los preparativos antes de ir al baile. Un accidente en la ruta. La llegada de un circo al pueblo. El asesinato de una chica. Un obrero que muere al caer de un poste. Una noticia que se comparte a la hora de la cena. Una empresa de energía eléctrica. Los trabajadores golondrinas. Un parador de camioneros. Un capataz herido, tirado en una cama, con una pierna deshecha. Un prostíbulo. Una cámara de fotos. Un acordeón. Un incendio. Un camión que transporta un cadáver. Una madre que espera a su hijo. Una fábrica procesadora de pollos. Una llamada desde un teléfono público. Un frigorífico. Un partido de futbol. Un regalo traído de lejos. Una mujer que fabrica piernas ortopédicas. Un padre y una hija devolviendo un pez al río. La vejez. La memoria que se va o que vuelve de una manera feroz. Un suicidio. Cartas y fotografías. Ausencias. Esperas. Vigilias. La muerte. Lo pequeño y lo desmesurado. El mundo, infinito, como una manta que puede cobijar o asfixiar. Las mentiras, los secretos, los viejos rencores, las cuentas pendientes. La trampa en la que nos encierra la mirada ajena.  

Todo eso se cruza en El desapego es una manera de querernos, el último libro de Selva Almada. Una colección de cuentos en los que el centro de gravedad parece ser la familia. Y la infancia, claro: esa enorme extensión de tiempo en la que somos absolutamente vulnerables a lo que nos ha tocado en suerte.

En una entrevista, Almada dijo: “Yo no creo en la familia. Me parece una institución tremenda: todos los abusos, las mentiras, la hipocresía se aprenden ahí, en esos primeros años, en el seno de algo que supuestamente tiene que cuidarte y llenarte de amor. Y no hablo de mi familia en particular, sino de la familia en general, de la familia argentina de clase media, los domingos en familia, lo primero es la familia… todo eso lo critico, lo pongo en cuestión, no me interesa como forma de vida, pero sí como materia de la ficción.”

Esa materia de ficción es el entramado en el que se construyen muchos de los cuentos de la escritora entrerriana. Algo hace eco y trae a la memoria la atmósfera de algunos relatos de Silvina Ocampo. Esa sombra siniestra presente en lo cotidiano, en la mirada extrañada ante lo que hasta hace un minuto nos resultaba familiar. Hay algo inquietante en los cuentos de Almada. Y así como recuerda a Ocampo, hay ciertos sonidos, ciertas opresiones, ciertas sombras que traen a Horacio Quiroga, a Haroldo Conti o a Joseph Conrad. Uno dice nombres como si diera coordenadas. Sólo mojones para hacer un boceto inicial del territorio. Ese territorio que tiene la marca de Selva Almada y que dibuja redes que la ponen en relación con otras escritoras contemporáneas como Samanta Schweblin, Alejandra Costamagna, Ester Cross o Fernanda García Lao.

La capacidad de Almada para retratar ambientes y paisajes es admirable. Con pocos elementos puede recrear en detalle la vida de un pueblo. Bailes, chacareros, trilladoras, tractores. Las calles y las bicicletas. Los televisores en la vereda, iluminando la oscuridad de la noche. El olor a la tierra mojada después del paso del camión regador. El calor sofocante. Un horno de ladrillos. Un sulky. Rutas, campo, animales, gomeras, conejos, perros, murciélagos, pasto. El basilisco, la Luz Mala, las almas-mula. La especie humana luchando contra sí misma rodeada de una naturaleza que cubre, sostiene y aplasta a la vez. 

En El desapego es una manera de querernos hay relatos autobiográficos, postales de la memoria que la escritora trabajó desde la ficción. Hay un abordaje preciso en el uso del lenguaje; diálogos y voces que se sostienen perfectas en su sonoridad. Y hay personajes, lugares y objetos que se repiten y van enlazando las historias en un escenario compacto.

Estos cuentos, escritos entre 2004 y 2014, fueron publicados originalmente  en diversos libros, revistas, diarios y antologías. Es para celebrar la idea de recopilarlos en un solo volumen.

Selva Almada nació en Villa Elisa, Entre Ríos, en 1973. Ha publicado Mal de muñecas (2003), Niños (2005) Una chica de provincia  (2007), El viento que arrasa (2012) Ladrilleros (2013) y Chicas muertas (2014). Algunos de sus libros han sido traducidos al holandés, el italiano, el portugués y el francés.

Actualmente trabaja escribiendo crónicas sobre el rodaje de Zama, la película de Lucrecia Martel basada en la novela de Antonio di Benedetto.




Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X





jueves, 4 de julio de 2019

Memoria por correspondencia - Emma Reyes



Aquel infierno de la infancia 


Cuando la pintora colombiana Emma Reyes murió en Francia en 2003, tenía 84 años. Argentina, Uruguay, México, Israel, Italia y Estados Unidos fueron algunos de los lugares en los que vivió. Podríamos decir que Reyes era nómade. O quizás sea más justo decir que su único equipaje era ella misma, una mujer inquieta que nunca dejó de buscar. 

En 1969, Emma escribe una carta a su amigo el historiador y escritor Germán Arciniegas. Allí, la pintora cuenta parte de su infancia. Arciniegas queda conmovido por lo que lee y pide más. Más cartas, más de esa voz única relatando de un modo singular los años espantosos de la violencia y el desamparo. Reyes accede. Entre 1969 y 1997 escribe otras veintidós cartas. 

En 2012, casi diez años después de su muerte, aquellas cartas se convirtieron en un libro editado en Colombia bajo el título Memoria por correspondencia. Hace unos meses, Edhasa tuvo la excelente idea de publicarlo en Argentina. 

Uno se queda sin palabras al leer a Emma Reyes. Es lo que pasa cuando se asiste a un uso nuevo del lenguaje. Un uso despojado y florido a la vez. Lúdico y terrible. Ingenuo y  desencantado. Reyes relata su infancia con la mirada de la niña que era. Y así nos devuelve una  forma de ver el mundo que, en su inocencia, desnuda lo que nuestros ojos han naturalizado para poder sobrevivir. 

En “Leona pura, leona oscura”, el impecable prólogo que abre el libro, Leila Guerriero señala que  Memoria por correspondencia es “la historia de una desgracia. Pero de una desgracia contada con la más alta gracia que se pueda imaginar”. No hay palabras más exactas para hablar de este libro. 

Las cartas de Reyes hablan de una infancia de infierno que transcurre en lugares cerrados bajo llave. Los adultos son sombras fugitivas o temibles. Hay separaciones, mudanzas, pérdidas.  Siempre hay algo que callar o alguien oculto y encerrado. Emma describe con precisión el abandono definitivo en una estación de tren, la esclavitud  institucionalizada en un convento y finalmente, la huida. Ahí se detiene el relato, que no se refiere a lo que vino después. Con eso colaboran las palabras que Arciniegas escribió en 1993 y que en esta edición aparecen como anexo. También se incluyen algunos dibujos y la versión facsimilar de la primera carta manuscrita que Reyes escribiera en París el 28 de abril de 1969.

Memoria por correspondencia no es sólo un libro necesario. Es, claramente, indispensable.


Eugenia Almeida