Los chinos lo llamaban “Hua”. Su nombre era Frederick Townsend Ward, había nacido en Estados Unidos y en 1859, cuando llegó a Shanghai, tenía 28 años. Era un mercenario. Había estado en México bajo las órdenes de un norteamericano que quería invadir Sonora y convertirla en república; había participado en la Guerra de Crimea como teniente del ejército francés; había vuelto a México al servicio de Benito Juárez, antes de radicarse en Tejas donde trabajó como ranger.
De mercenario contratado por comerciantes de Shanghai fue convirtiéndose en un líder reconocido por el gobierno chino. Su tarea consistió en crear un cuerpo militar especial para combatir la rebelión Taiping y resguardar la Dinastía Manchú en el último período de la China Imperial. La rebelión era conducida por T´ien Wang (el Rey Celestial), quien se consideraba hijo de Shang-ti (el Señor Supremo) y hermano menor de Jesucristo. Durante diez años los rebeldes y el gobierno lucharon una guerra en la que murieron alrededor de 20 millones de personas.
Caleb Carr –novelista y especialista en Historia militar y política– escribe una detallada biografía de Ward. Si bien el hilo conductor es la vida del mercenario, el libro ofrece mucho más ya que permite asomarse a una época tumultuosa en la que China y las potencias occidentales marcaban el terreno que cada uno ocuparía en el siglo XX.
Una sola advertencia: el autor suele caer en la tentación de medir a los hombres según su nacionalidad; ciertas acciones son calificadas como “honorables” si las protagoniza un occidental y como “absurdas” si las lleva a cabo un chino.
Eugenia Almeida
Publicado originalmente en Ciudad X
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