16 cuentos en los que desfilan personajes que luego quedan en la memoria, como si uno hubiera sido testigo presencial de esas historias. La ojerosa y la triste, dos viajeras exhaustas que por primera vez salen de Chile; los extranjeros que se esfuerzan para hablar en un idioma ajeno hasta descubrir que comparten una lengua; un hombre que lleva 59 noches sin dormir; alguien que recita poemas frente a una tumba; una mujer que se descubre en territorio de la ficción; el solitario y la inolvidable; un féretro diminuto; una mujer loca que decide viajar a Japón; dos mellizas que creen saber cuál de las dos es la original y cuál la copia.
Alejandra Costamagna crea una red en la que los personajes saltan de uno a otro cuento, las historias son contadas desde diferentes puntos de vista y un relato puede reaparecer en otro bajo la forma de una noticia o un recuerdo.
En esa red van a repetirse –como una especie de clave– los encuentros en los bares, los viajes, los balcones, las armas, las tortugas, los perros siberianos, las conversaciones inusuales con desconocidos, los finales que desembocan en tragedia, las personas que descubren quiénes son en el momento de actuar. Y el fuego, siempre presente, que puede ser incendio o sólo la brasa de un cigarrillo que brilla en la oscuridad.
Según cuenta la escritora, algunas de estas historias nacieron como reescritura de noticias policiales. Hay algo aquí que recuerda los cuentos de Horacio Quiroga y de Silvina Ocampo. No porque la posible influencia se transparente sino porque Costamagna sabe bien cómo generar inquietud.
Con un lenguaje depurado, preciso pero a la vez poético, la autora nos habla todo el tiempo del desamparo en el que caemos o dejamos caer a otros. Sin duda, una de las voces más interesantes de la narrativa chilena.
Eugenia Almeida
Publicado originalmente en Ciudad X
No hay comentarios:
Publicar un comentario