Me interesa la diversidad de lo humano
Ana Cacopardo, maestra en el arte de la entrevista, llega a Córdoba para presentar su libro “Historias debidas, conversaciones y testimonios”.
En la tapa, unas hebras; algo que hace pensar en un bordado, en un tejido colectivo, en la trama que formamos estando juntos. En la primera línea de los agradecimientos, una frase: “Todos somos gracias a otros”. De eso se trata Historias debidas. Conversaciones y testimonios; de cómo la Historia se construye con lo que sucede entre nosotros.
Durante años la periodista Ana Cacopardo entrevistó a diferentes personas recurriendo al testimonio como herramienta de reconocimiento. En sus producciones audiovisuales vimos aparecer rostros que nos hablaban de Latinoamérica, de identidades, de lucha, de dignidad, de resistencia. Con ellos conversaba Cacopardo, con su estilo personalísimo, coherente, preciso. El libro que la periodista viene a presentar a Córdoba recupera 31 de las entrevistas realizadas en el programa televisivo “Historias debidas”. A partir de un trabajo de “traducción”, lo que originalmente era imagen y sonido ahora está sobre el papel. Y a esas voces se agrega un valioso texto de Cacopardo con reflexiones sobre el testimonio y la entrevista.
–¿Cómo fue el proceso de elección de las entrevistas que decidiste incluir en el libro?
–Fue una tarea difícil. Te diría que el primer criterio fue que expresaran la búsqueda de estos años. Siempre me gusta decir que en la agenda y en las preguntas está mi propia voz. Y por lo tanto mis propias búsquedas. El ejercicio de balance que impuso el libro me permitió ver que esas búsquedas han sido persistentes a lo largo de estos años. Me interesa pensar sobre las resistencias a las dictaduras, el género y la diversidad sexual, las identidades indígenas. Me interesa pensar sobre el arte y el trauma. Estos tópicos fueron ordenando la selección. Y luego creo que el recorrido por América Latina que hicimos durante estos últimos años tiene una presencia fuerte en el libro. Quizá porque ese recorrido tuvo para mí mucho de revelador. Y finalmente creo que otro de los criterios fue elegir voces que no tenían tanta circulación pública. Preferí incorporar voces como las de una antropóloga zapatista o las de un ex pandillero que trabaja con jóvenes vulnerables. Me parece que esos testimonios tienen mucho para decirnos sobre agendas centrales de nuestro tiempo. Como lo indica el juego de palabras que sintetiza el título del programa televisivo, y que quisimos preservar en el libro, son historias que “nos debemos” contar. Darles dimensión pública, y por lo tanto dimensión política, es para mí un imperativo que le da sentido a mi trabajo en los medios de comunicación y el cine documental.
–Hablas de la empatía como un factor esencial en tu hacer.
–La empatía es la capacidad que tenemos para ponernos en el lugar del otro. Es para mí un atributo fundamental para entrevistar y comprender. Para aproximarnos a universos bien diferentes al nuestro, corriendo nuestros preconceptos y habilitando una escucha atenta, que parte del interés genuino. Que no busca juzgar sino, por el contrario, comprender. Comprender, esa es la clave de mi búsqueda en las entrevistas. La empatía significa dejarse interpelar por el otro. Además, buscando descubrir o comprender a los otros, uno acaba descubriéndose a sí mismo.
–¿De qué modo creés que se articulan los testimonios personales y la Historia con mayúscula?
Creo que hay una búsqueda por democratizar el sujeto de la historia con voces que no habían sido escuchadas. Y por aproximarse, a través de la palabra de los testigos o protagonistas, a ciertos climas de época. En el caso de la última dictadura militar, los testimonios han sido fundamentales para restaurar la dimensión de la maquinaria del terror. Yo creo que el testimonio nos devuelve un conjunto de dimensiones que de otro modo no hubiéramos podido recuperar. Pero más allá del valor de verdad de los testimonios, es decir, más allá de los hechos y los datos que han permitido corroborar, me interesa mucho detenerme en otro aspecto de los testimonios o de las memorias de la dictadura. Cuando un sobreviviente, un militante o un hijo de desaparecidos hace el ejercicio de narrar la propia experiencia, hay también una puesta en sentido de esa experiencia. Una elaboración. Esa zona de indagación es quizá la que más me interesa.
–Gran parte de tu trabajo se ha desarrollado en medios públicos. ¿Cuál creés que debería ser el rol de Estado en la producción de contenidos periodísticos y culturales?
–La comunicación es un derecho de los pueblos, no un negocio para pocos. Y el Estado tiene que garantizar ese derecho. Con la derogación de la Ley de servicios audiovisuales, se ha producido un retroceso importante reconocido por la CIDH. Necesitamos inversión en políticas de producción audiovisual, esto implica tanto a las líneas de fomento del INCAA como a las que sostienen y financian contenidos para las televisiones púbicas o canales provinciales. O las que impulsan y estimulan las experiencias de los medios comunitarios. Tenemos un sistema de medios cada vez más concentrado. Y una situación preocupante por la pérdida de fuentes de trabajo en todo el país. Me parece que el debate sobre el sistema de medios es inseparable del debate sobre la salud de nuestra democracia.
–¿De qué querrías dar testimonio hoy?
–Como siempre, las preguntas más simples son las más difíciles de responder. Y probablemente, las mejores. Quizá lo primero que debería decir asume la forma de una reafirmación: la voluntad de continuar dando testimonio a través de mi trabajo periodístico o documental desde un enfoque de derechos humanos. Aunque a veces sienta que no sirva para nada. O aunque no esté claro, desde dónde hacerlo… Me interesa visibilizar las luchas de los que intentan transformar escenarios de injusticia y opresión. Me interesa poner en foco las experiencias de los que no se resignan y construyen desde el pie. Me interesa la diversidad de lo humano, que nos saca de nuestro pequeño y diminuto mundito. Y si hablamos de dar testimonio de estos tiempos, me interesa seguir pensando cómo hacerlo, cómo contar, cómo narrar, aunque puesta a elegir, me gustan las historias mínimas que condensan los grandes temas. Y me gusta el lenguaje audiovisual porque nos trae una atmósfera, la cadencia de una voz o un rostro que nos devuelve la mirada. ***
Eugenia Almeida
Publicado originalmente en Número Cero
Gracias Eugenia Almeida por los aportes a la cultura en su diversidad, por nuevas miradas narrativas y el entusiasmo en presentarlas.
ResponderEliminarGracias por estar ahí, Marian.
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