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domingo, 20 de noviembre de 2016

Navegar con la mirada en movimiento (Entrevista a Rodrigo Fierro)






Navegar con la mirada en movimiento


El escritor Ryszard Kapuscinski decía que el encuentro con el otro “constituye desde siempre la experiencia fundamental y universal de nuestra especie.” Quizás en esa experiencia esté condensado lo que nos ha sido dado: ir hacia el otro en ese río que es el encuentro.

Algo de eso late en Embarcados, el libro - DVD publicado por Viento de Fondo. La primera película del fotógrafo Rodrigo Fierro, dos video-poemas basados en textos de Gastón Sironi, escritos de Emilio Garbino, Sironi y Fierro y una colección de fotografías que dan testimonio de un viaje; un trayecto sostenido en la amistad, la conversación y el interés por los modos en los que fluye la fe. En uno de los textos, Fierro se plantea “cuestionar los confines de la propia creencia” y señala que esa frontera, “la más difícil de atravesar”, muchas veces “se encuentra justo frente a nosotros: el otro, nuestro confín más cercano.” De eso se trata. De un estar siendo, en compañía. 


Detrás de cámara

Rodrigo Fierro es un hombre alto, de una amabilidad inusual, con un modo de decir manso pero decidido. Tiene una extraña mezcla de fuerza y serenidad. Recuerda a esas perfectas cañas de bambú que saben moverse al ritmo que marca el viento, sin dejar de ser lo que son. 

Presenta su primera película, un “ensayo documental” que transcurre en el Río Bermejo y en las calles de la ciudad de Embarcación, en la Provincia de Salta. ¿De qué habla este ensayo? De hombres que viajan en bote, charlan, se encuentran con gente del lugar y se asoman a celebraciones religiosas. Hay algo en el relato que tiene que ver con la entrega, con dejarse llevar, con admitir las transformaciones. La amistad, el arte de la conversación, el descubrimiento, las fronteras, la extranjería, la identidad, el cambio y el tiempo compartido.

Hay risas, silencios, un campamento, una fogata. Dos pescadores baqueanos. La fe, el ritual, la celebración, la procesión de la Virgen de Urcupiña. Una peluquería, las luminosas intervenciones de Flor Miranda, las caminatas, el Bermejo, una radio donde se mezclan el guaraní y el español, las fiestas de San Roque y San Cayetano. Un viaje: abrirse a lo que sucede, saber que todo plan es precario y provisorio, saber que el mapa no es el territorio, saber que uno va a ser otro si se deja atravesar por la experiencia. Saberlo y aceptarlo. O saberlo y resistirse. A veces las palabras funcionan como un modo de protegerse de la experiencia. Otras, como una manera de apropiarse de lo vivido.

Sobre eso pone el ojo Rodrigo Fierro. El cineasta sabe encontrar la belleza y revelarla. La imagen de la Banda de la Gendarmería Nacional interpretando un tema de Sandro se vuelve tan conmovedora como la de un torbellino que se alza sobre la arena, llenando de formas lo invisible.


El origen del viaje

–¿Cómo surgió el proyecto?
–Surgió de sendas conversaciones y complicidades con amigos. El primer chispazo fue conversando con Patricia Llaya, quien me comenta de su terruño, Embarcación, a orillas del Río Bermejo, y así enciende el deseo de esas aguas, algunas veces deseadas, y luego postergadas. Con Emilio Garbino, compañero de navegaciones y caminatas, varias veces conversamos sobre el Bermejo y sobre cómo se podría filmar algo de lo que experimentamos en nuestros agrestes derroteros, en torno a la conversación: entre nosotros y con otros. Estos fueron los primeros bocetos y, de a uno, los amigos se fueron sumando para darle forma y corazón al proyecto.

–¿Cuánto pasó desde ese momento a hoy? 
–Pasó mucho tiempo, una eternidad, varias vidas. Esos chispazos iniciales fueron en 2007 y 2008. Recién en 2010 y 2011 pudimos viajar a filmar. En estos años cambiamos sobre todo nosotros. En mi caso, nunca trabajé en un proyecto que me demandara tiempos tan largos. Y es un proceso muy extraño. Me reconozco con otros deseos, preguntas, pareceres, que cuando viajé a filmar. Y aún otro de cuando realizamos junto al “Sentidor” (Gastón Sahajdacny) el montaje. Son varias mudas de piel, y eso me genera una distancia, un no reconocerme del todo en el trabajo, viéndolo a la distancia. Es una sensación extraña, como que es un trabajo hecho por alguien que en varios aspectos se siente diferente hoy.

–¿Cuándo fue el viaje? 
–En agosto de  2010. Hay una escena filmada en un viaje anterior de reconocimiento, donde fui solo; y hay dos escenas de un viaje posterior, al que fuimos cuatro miembros del grupo en agosto de 2011. El viaje central duró unos 15 días, de los cuales tres fueron de preparativos, cinco días de navegación por el río y finalmente una semana más en Embarcación. Viajamos siete personas: Emilio Garbino y Juan Iosa como protagonistas, Gastón Sironi como escritor, Ezequiel Salinas como camarógrafo, Gastón Sahajdacny como sonidista, Patricia Llaya como productora y yo. Allá se sumaron al grupo Alfredo Iyesca y Pelado Mendoza como guías, navegantes y estimados nuevos amigos y protagonistas del proyecto en la etapa de río. Y en la etapa urbana se sumaron con participaciones Flor Miranda, Vicky Pacheco y Don Marcial.



Los ríos de la fe

–En uno de los textos del libro decís que desde 1990 has viajado por cursos de agua. ¿Qué hay ahí que te atrae?
–Me llevó varios años entender esa atracción por el agua, más allá de que siempre busqué seguir ese deseo. A veces navegando algunos ríos con amigos, o en caminatas en sus orillas, fundamentalmente con Emilio. Caminar con los pies en el agua, o navegar con la mirada en movimiento. Andar, discurrir en la naturaleza. Un libro sobre la naturaleza del paisaje fue un paso para entender esa atracción: El arte del paisaje, de Raffaele Milani. “Caminar, como dejarse resbalar sobre el agua en una barca, son instrumentos de la mirada encantada”, dice Milani. A pesar de que mis caminatas y navegaciones fueron sin cámara hasta el año 2007, esta mirada en movimiento, el contacto con la naturaleza, ha sido y es un fuerte estímulo. Los griegos clásicos no tenían la palabra “paisaje”, que aparece varios siglos después, pero describían al “Genius Loci”, el genio del lugar, como escenario donde los Dioses veían a los hombres y viceversa. Aquellos lugares de armonía en la naturaleza que de alguna manera se encuentran habitados por el “genio del lugar”. El diletante y la sorpresa de la mirada móvil son condimentos de esta experiencia que me gusta cultivar, y de donde nace el proyecto Embarcados. Y en ese contexto, el diálogo. La palabra, la reflexión en movimiento, que es la humilde manera en la que siento me puedo acercar a la filosofía en un sentido práctico, no intelectual ni académico, ya que es muy poco lo que yo conozco sobre filosofía. Caminar o dejarse resbalar por el agua con Emilio, quien sí se dedica al estudio formal de la filosofía, y poder gozar del privilegio de dialogar. Esa experiencia es la cuna de este proyecto.

–La película también aborda el tema de la fe.
–Siempre me interesó la fe, y me interesa. Embarcados se nutre de esa curiosidad, aún sin compartir explícitamente los credos cristianos o sincréticos que se ven reflejados en el trabajo. Agradezco mucho en este sentido la buena disposición del grupo, en su disposición para acercarse a estas manifestaciones generosamente, ya que para varios compañeros es una experiencia ajena. En mi caso, tengo un acercamiento a la fe a través del Budismo, y poder compartir experiencias vinculadas a la fe en un sentido universal, más allá del credo en particular, me resulta movilizador. De alguna manera siento que todas las religiones tienen un punto en común de contacto, o en realidad los seres humanos compartimos una naturaleza vinculada a la experiencia de fe, aún los ateos o agnósticos... Puesto que la religiosidad o la fe puede manifestarse de maneras personales también, no ligadas a las religiones institucionales.

–¿Qué relación estableces entre el río y la fe?
–Todas, y ninguna de manera unívoca. Si se tratara de asociar la fe con la naturaleza, creo que tiene rasgos emparentables con el río, con el discurrir... con algo que fluye. Sin embargo la fe se vincula con la luz y el sol, con el ímpetu del rayo, con el mar o la montaña, con el sucederse de las estaciones donde siempre luego del invierno viene la primavera. Las metáforas de la fe y la naturaleza son muchas y cada una aporta lo suyo. Creo que en la película surgió esta asociación (un tanto ingenua, o infantil, o algo tosca pero bella a la vez), donde el río tiene que ver con la procesión en el marchar y el discurrir, en el caminar. Volviendo al comienzo, dos maneras de discurrir: caminar y navegar en silencio, desplazase atentos, escuchando, con el corazón y la mirada móvil.


Una investigación de objeto indefinido

–La película está estructurada en partes que remiten a términos propios de una investigación (“Marco teórico”, “Trabajo de campo”, “Evidencia empírica”). ¿Cómo apareció eso? 
–Surgió de manera espontánea mientras trabajábamos en el montaje con “Sentidor” (Gastón Sahajdacny). La trama de alguna manera es sobre dos investigadores y una investigación de objeto indefinido. Uno de los libros que sirvió de referencia previa del proyecto fue El antropólogo inocente, de Nigel Barley. En ese texto, se narran las desventuras de un antropólogo al adentrarse en una cultura desconocida, poniendo de manifiesto ciertos rasgos absurdos o contradictorios en esa pretensión clásica occidental de “saber - conocer” sobre otras culturas. Embarcados trata sobre este acercamiento nuestro a un contexto cultural y geográfico desconocido, aunque de manera menos estridente que un inglés en África. Mucho de las ciencias sociales y de la fotografía y el cine documental tiene que ver con el conflicto de acercamiento a “un otro”. Las maneras, las diferencias, las empatías como seres humanos universales salen a la luz. Durante mis trabajos de fotografía callejera comenzaron a tomar forma algunos cuestionamientos sobre esta problemática: uno, la cámara; el otro, el poder, la mirada, qué construcción de mundo y de vínculos surge de ese encuentro. La historia del colonialismo y de la fotografía (o la filmación) como instrumento de dominación se entrecruza en esas convergencias. Se habla y escribe de la necesidad previa de conocerse, de encuentros profundos previos como necesidad para validar ese proceso y ese “conocimiento”. Son terrenos donde me surgen muchas preguntas y Embarcados es un primer viaje donde registramos esos conflictos o choques y esos primeros encuentros y primeros pasos para “conocerse” en bruto. Y las torpezas, asperezas y  pliegues donde comienza a gestarse un vínculo. Al asumir el proyecto, con este carácter de ensayo y prueba en bruto sobre esta problemática, resultó natural apelar a estos conceptos de investigación social como “marco teórico”, “trabajo de campo”, cuando de alguna manera, al no estar precisados con las reglas y límites que el trabajo de investigación académico requieren, cobran un tono literario o algo fantástico... Invitan a una reflexión sobre cuánto de literario tienen algunos conceptos o paradigmas que solemos utilizar de manera estereotipada en ciertos campos.

–Más allá de lo técnico y lo que es propio de cada uno de los lenguajes ¿hay algo en vos que cambie al pasar de la fotografía al cine?
–Sí hay un cambio: en la fotografía juego de local y en el cine juego de visitante. Y asumo esa extranjería como una aventura, y este proyecto en particular aborda el carácter de “ensayo” en tanto prueba y error, como trabajo desde lo desconocido, con sus aciertos y desaciertos saliendo a la luz. Una aventura: entrar en la espesura de lo cinematográfico con cierto desconocimiento y desde la desprolijidad del borrador, de la primera prueba, del tanteo en lo desconocido.



PERFIL: Rodrigo Fierro nació en Córdoba en 1970.  Es Perito fotógrafo y Licenciado en Cine y Televisión. Ha recibido múltiples reconocimientos, entre otros el Primer Premio Salón Municipal Córdoba Artes Visuales (2013) y el Primer Premio Asociación de Amigos del Museo Caraffa “Fotografía Contemporánea Argentina”, Córdoba (2008). Parte de su trabajo puede verse en http://cargocollective.com/rodrigofierro/adminedit


Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X


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