Daniel Gigena
Presentamos seis títulos de escritores jóvenes que han sabido resignificar el género con influencias locales
En la Argentina, el policial pasó de ser un género menor a una especie de franquicia en la que tanto los autores consagrados como los noveles intentan darle una especificidad local, una idiosincrasia a veces vinculada con las temáticas, con la coyuntura social o el modo de hablar de los personajes. Este año, varios escritores aún poco conocidos, algunos de ellos sin embargo con una obra extensa, publicaron nuevas novelas que confirmaron que poseían un perfil propio e interesante. Del vasto panorama de la novela policial autóctona -que combina las estrategias de las novelas de enigma con las tramas noir, la parodia del género con el caso político-policial y la infiltración de nuevos actores sociales en los argumentos- elegimos deliberadamente seis títulos cuya difusión ha sido aún escasa. Una constante aciaga: las víctimas suelen ser mujeres.
Asfixia, de Elisa Bellmann (Ed. Aquilina)
"Pero lo imprevisto arrolla sin advertencia. La inquietud que me suscitó la mujer, que hasta allí era sólo una señal de fastidio, cedió lugar a un viejo y sincero interés dado por perdido." Al consultorio de un psiquiatra viudo, situado a orillas del río Paraná, llega una mujer que regresa a la ciudad tras treinta años de ausencia. Se presenta como la hermana de una víctima y trae consigo una oscura historia de apropiaciones ilegales de niños. Asfixia fue finalista del premio Clarín Alfaguara e integra la colección Negro Absoluto de Aquilina, que también ha publicado novelas de María Inés Krimer, Leonardo Oyola y Ricardo Romero.
A partir del suicidio de una mujer en la calle, ante la vista de varios testigos, el periodista Guyot desoye los consejos de la policía y de sus jefes en el diario e investiga las causas de ese desenlace violento. Narrada de manera sucinta y veloz, la novela superpone a la trama policial otra política, recurso ya habitual de la ficción local pero resuelto por Almeida de un modo poco convencional. "Me gustan los protagonistas que no son súper brillantes, sino gente común. Guyot no sabe todo, no es vivo, muchas veces es ingenuo y no logra ver que está desatando un dominó en el que las balas no le pegan a él pero le dan cerca", sostuvo la autora sobre el protagonista de su tercera novela.
Paraná, de Pablo Forcinito (Ed. Metalúcida)
En tu mundo raro y por ti aprendí fue el debut de este joven narrador bonaerense. En esa novela aparecía un personaje tan convincente como estremecedor, Paraná, un adolescente que ejecutaba con frialdad asesinatos en descampados del sur del conurbano no sólo para sostener un tren de vida sino para saciar un ansia turbia. Esa pulsión mortífera continúa en la novela que lleva su nombre, donde a la historia del protagonista se suma la recreación de una lengua cuya perspicacia y vivacidad aportan algo más que color a la trama. Tan sangrienta como una tragedia griega (pero ambientada en el litoral argentino), Paraná cuenta la historia de una venganza y la cifra de un nombre.
Petite Mort, de Matías Bragagnolo (Ed. Del Nuevo Extremo)
Con recursos de la novela de terror, del guión cinematográfico y del realismo hardcore, la segunda novela de Bragagnolo narra una historia desbordante de impudicia y maldad. Eduardo Silver, un vendedor de películas pornográficas clandestinas, recibe un pedido extravagante por parte de un cliente. Sin embargo, está dispuesto a cumplir con el encargo. "En mis novelas no hay enigma, no hay una figura que pretenda hacer que los malos paguen. De hecho, casi todos los personajes son villanos. También hay dosis de sexo y violencia que superan el equilibro de temas y situaciones que suele imperar en una novela policial, sin contar la aparición ocasional de elementos fantásticos propios de la literatura de horror", dice el autor. Para lectores temerarios.
Fantasmas del desierto, de Guillermo Orsi (Ed. Almuzara)
Pablo Martinelli, policía retirado, se dedica en sus largas horas libres a vender sanitarios en un pueblo de llanura. Pero acepta sin dudar el encargo de investigar la muerte de una mujer, que ha sido grabada por las cámaras de seguridad de la vivienda de un ricachón en un barrio privado. En la pesquisa lo acompaña Solanas, hija de un antiguo compañero de Martinelli que fue asesinado. Corrupción política, policial y eclesiástica, machismo y violencia son retratados de manera impávida por el autor. Guillermo Orsi es un autor de novela negra aún poco conocido en la Argentina, y sus novelas, que han sido premiadas en varias ocasiones, merecen una lectura atenta por el modo de fusionar temáticas universales de la novela policial con un acento local.
Con la sangre en el ojo, de Alejandro Parisi (Ed. Grijalbo)
Un ex policía uruguayo, Álvaro Balestra, se gana la vida en Buenos Aires como detective privado que acepta trabajos de poca monta: espiar a maridos infieles, seguir el rastro de personas extraviadas o de marginales. Extraña a su hija exiliada en España, cuida a su madre, aquejada de Alzheimer. En cumplimiento de las reglas del género de la novela negra, una mujer aparece para quebrantar la rutina. Le pide algo en apariencia inocuo: investigar a su marido. A partir de entonces, Parisi desarrolla una intriga que entrelaza un asesinato misterioso con el espionaje industrial y la codicia. "Yo no hago literatura sobre la literatura; es una postura que respeté en los cinco libros que escribí. A mí me gusta mucho Pepe Carvalho, que quema libros para prender la chimenea. Pero los leyó todos. No me interesa la literatura para literatos", ha declarado el autor en una entrevista. ¿El inicio de una serie de novelas protagonizada por un detective rioplatense?
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