¿Quién es ese que escribe como si fuera detallando las oscuras maravillas que rugen en el mundo? ¿Quién es ese que va buscando las minucias de los días? Migas de algo que sabemos enorme pero que se manifiesta ahí, en los pequeños rincones de la experiencia. ¿Quién es ese que cuando escribe nos recuerda que cada ínfimo movimiento construye o destruye realidades?
La voz de Jorge Consiglio avanza haciendo lo que pueden parecer mínimas proezas pero luego se revelarán como huracanes, tsunamis, terremotos que sacuden aquello que dábamos por establecido. Y lo hace como un monje zen: su habilidad le permite pasar como una sombra que sólo se detecta cuando ya ha hecho su trabajo.
Una mujer lee un informe científico en un bar de una ruta mientras el ruido del tráfico se transforma en un mantra. Un hombre se recupera de su convalecencia y descubre “un debilitamiento de las cosas”. Una niña confiesa “tenerse miedo”. Dos mujeres se dejan ir en “esa grata pesadez de la siesta”. Una lluvia altera “la lógica del espacio”. Alguien usa “las obras de Chejov como si fueran los hexagramas del I Ching”. En cada uno de los siete cuentos de Villa del Parque hay una mirada que se apoya en las personas con una sensibilidad especial, con una firmeza tenue: la de quien acepta lo terrible y lo frágil de nuestra especie.
Jorge Consiglio es, además de narrador, poeta. Narra pero también dice cosas como “imito a las plantas en eso de crear el mundo”. Y uno debe hacer una pausa porque algo nos ha cegado, detenidos en un camino que se ha iluminado bajo un relámpago inesperado.
En uno de los cuentos, alguien dice “me gusta pensar que hay vínculos misteriosos entre las cosas de la vida. Cualquier acto, por razones que ignoro, puede asociarse con cualquier otro”. Esa es la sensación que recorre todo el libro.
Hay algo de oriental en la minuciosidad de la paciencia y la belleza que Consiglio pone en juego en sus relatos. Algo que es imposible poner en palabras y que, por eso, sólo puede revelarse en el fuego del entusiasmo. Lean Villa del Parque. Déjense tomar por eso que está allí, entre las letras, entre una escena y otra, eso que se abre como una puerta. Entren. Van a encontrar algo tan sencillo como una colección de cuentos. Pero también algo infinito, poderoso: una forma singular de experimentar el mundo.
Eugenia Almeida
Publicado originalmente en Número Cero
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