lunes, 8 de agosto de 2022

"El ojo y la flor" - Claudia Aboaf



Viaje y espejo

En El ojo y la flor todo es agua. Agua que irrumpe y agua que falta. Territorios anegados de sequía, recuerdos de un paisaje que fue líquido y ahora expresa su agotamiento.

La historia se ancla en Juana y Andrea, dos hermanas distanciadas que buscan cómo incorporarse, cómo llegar al reencuentro, cómo tender redes en un mundo que se deshace.

Cuando emerge la voz de Juana aparece un lenguaje salvaje, desatado, uno que ha sido domesticado y ahora se desboca para nombrar el abuso que sufrió en la infancia y el deseo de arrancarse la memoria.

Se trata de un relato imposible, que sólo puede formularse con astillas de un páramo sin lengua. Ahí está al acecho ese recuerdo que lastima. “A veces se topa con un charco reconocible que intenta no pisar, una mina de la vieja patria que pude explotar”.

Andrea ha huido de su territorio. De una noche de pesadilla en la que ella y su hermana fueron tratadas como blanco de cazadores. La herencia de una casa en una isla de El Tigre. Mariposas negras convertidas en almanaques naturales, orugas que han masticado las hojas de los sauces. Camalotales. Casas sobre pilotes, la “selva suave del Delta”, una lancha encallada. El intento de una conversación en código morse, con el sol reverberando sobre unas chapitas de metal. El encuentro con un compañero de travesía. Una bebé que se ha recluido en sí misma. Un padre que “se pregunta si alguien puede existir sin un ojo que lo confirme”

Aboaf es certera en su capacidad de crear imágenes. “Un cigarro de nubes que por ahora reposa en el horizonte, pronto comenzará a desenrollarse”, dice. Y uno puede ver el Pampero como una promesa o una amenaza. Algo en el modo de narrar recuerda y replica el río y su retirada. Ese vaivén, una cadencia específica que nos recuerda que también nosotros estamos hechos de agua.

El paisaje de la novela se mueve entre el Delta de El Tigre y Nueva Ensenada. Lo ya perdido y la promesa en un mundo de capitalismo extremo. Un futuro distópico de sequía. Perros abandonados que cruzan caminando un cauce casi seco. Una cadena alimentaria dominada por la Fuerza Naval Argentina y escalonada luego en los “civilacos” superiores e inferiores, los “utilitarios” y los “pies de barro”, migrantes llegados de otras zonas. Una nueva versión del odio clasista y la presencia del darwinismo como matriz justificativa de los modos de opresión.

La escritura de Aboaf se desvía de las coordenadas esperables, como los sueños se desvían de nuestra voluntad. Y ahí está, en parte, la potencia de su obra. Con un lenguaje enrarecido que provoca un clima de zozobra, la escritora pone en escena algo de la capacidad humana de destruir y, aun así, la existencia de gestos que buscan proteger lo salvable.



Eugenia Almeida

Publicado originalmente en "La Voz del Interior"

https://www.lavoz.com.ar/numero-cero/viaje-y-espejo-resena-de-ojo-y-flor/





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