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lunes, 23 de enero de 2017

El cuento de la criada / Margaret Atwood




“Me gustaría creer que esto no es más que un cuento que estoy contando. Necesito creerlo. Debo creerlo. Los que pueden creer que estas historias son sólo cuentos tienen mejores posibilidades.”

Esa es la voz de la criada, la mujer que irá relatando una vida cotidiana atravesada –perforada– por la violencia de una dictadura teocrática. 
Lo que alguna vez fue parte del territorio de los Estados Unidos lleva ahora el nombre de Gilead. La mayoría de las mujeres ha sido desprovista de todo derecho. Existen diferentes categorías que implican un cierto tipo de trabajo: están las “Marthas”, las econoesposas, las esposas de los comandantes, las criadas, las viudas y las no mujeres. Muchas jóvenes son “educadas” en campos con guardianas que llevan en su mano aguijones eléctricos. Se las entrena para un rol muy particular: reproductoras sexuales para matrimonios que no pueden tener hijos. Encerradas en cuartos en los que no hay cristales ni nada donde pueda “atarse una cuerda”, esperan el momento en que son llamadas para una extraña ceremonia de reproducción que incluye a la esposa, al Comandante (cargo que implica el derecho a tener una criada) y a estas mujeres consideradas sólo como portadoras de un útero. El ritual está planeado para anular el placer e invisibilizar la presencia de la criada. Una persona a la que se le niega, incluso, su propio nombre.

Las criadas tienen prohibido leer y escribir. Cualquier gesto que pueda suponer un cuestionamiento al régimen implica la persecución y la desaparición. Con una jerarquía tenebrosa que reproduce la iconografía cristiana (los Ángeles, los Guardianes de la Fe), Gilead es una de las formas posibles del horror.

Lo increíble de esta novela de Margaret Atwood es cómo logra mostrar que para construir ese infierno sólo basta con poner en relación ciertos elementos ya presentes en nuestro mundo. Se trata sólo de una nueva configuración.


El cuento de la criada dialoga con otras obras que también denuncian el peligro del fanatismo. La primera relación que se establece es, claramente, con 1984, de Orwell. En este caso se trata de un 1984 religiosamente ensañado con lo femenino. Un libro imprescindible para recordar que cada vez que una ideología intenta ser impuesta por la fuerza, el resultado es una tragedia.


Eugenia Almeida
Publicado en Ciudad X
Agosto 2013




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