Toda entrevista juega en un doble plano. Quienes conversan lo hacen como si se tratara de una charla privada pero ambos saben que lo que se diga será expuesto ante otros. Es quizás el encanto y el riesgo: que ese conocimiento sea soslayado o interfiera en el encuentro. Hay cierto parentesco con la actuación. Se finge una realidad, se trata de obviar que, en la oscuridad, hay ojos que siguen lo que pasa sobre el escenario. Es un género que exige colaboración mutua, puede convertirse en un combate amoroso o un baile fuera de tiempo.
Hace falta un buen entrevistador. Y Olga Cosentino lo es. Especialista en teatro, conocedora de la obra de su entrevistado y dueña de un preciso equilibrio entre respeto y audacia. Pavlovsky sabe seguir el juego a la perfección, e incluso reírse de esa dinámica particular que implica una entrevista. En un momento, al referirse a la intensidad del amor que sentía por su primera esposa, dirá: “Lo digo en voz baja, para que no se oiga en casa”.
Eduardo Pavlovsky es una figura difícil de abordar porque su característica principal es haber buscado incansablemente, cruzando disciplinas y saberes. Estudió medicina pero descubrió, en el momento de hacer las prácticas, que eso no era lo suyo. Se acercó al psicoanálisis –en una época en la que esa decisión acarreaba inmediato desprestigio– y tampoco allí se sintió totalmente cómodo. “Me sobrepasaba esa cosa religiosa, esa actitud de que todo se interpretaba”, dice al referirse a su tiempo en la Asociación Psicoanalítica Argentina. No todos entendían y aceptaban que su nueva pasión fuera el teatro. Rompería con esa institución en 1971, cuando ya formaba parte del Grupo Plataforma.
Entre 1958 y 1966 atendió a niños epilépticos en hospitales públicos. Comenzó a trabajar en psicoterapia de grupo y viajó a Nueva York para estudiar con Jacob Levy Moreno, el creador del Psicodrama. En 1963 fundó, junto a otros colegas, la Sociedad Argentina de Psicodrama, organismo que abandonó por diferencias ideológicas en 1969.
Parece que Pavlovsky siempre se estuviera yendo. Lo interesante es ver hacia dónde va. Siempre buscando un entorno que le permita comprender mejor. Campeón argentino de natación en 1948. Comentarista de box en Canal 13 en 1961. Cronista deportivo enviado a Nueva York para cubrir la histórica pelea entre Ringo Bonavena y Cassius Clay. Integrante del grupo teatral Yenesí, “precursor de la vanguardia argentina de los 60”. Fugitivo que escapa por los techos cuando un grupo parapolicial entra en su casa para secuestrarlo. Exiliado. Integrante de Teatro Abierto. Candidato a diputado por el socialismo. Actor. Psicoanalista. Dramaturgo genial e incómodo, posiblemente quien más se atrevió a preguntarse por la personalidad de un represor.
Con el subtítulo “Conversaciones con Olga Cosentino”, este libro rescata, bajo la forma de una “biografía conversada”, la vida de un hombre que nunca dejó de buscar. Alguien convencido de que “solamente en la acción hay esperanza.”
Eugenia Almeida
Publicado originalmente en Ciudad X
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