Un arquitecto de 29 años viaja a encontrarse con su ex mujer.
Debe aclarar algunos puntos para agilizar el divorcio. En el tren conoce a un
hombre que insiste en hablarle de su vida y en explicitar una y otra vez el
odio que siente por su padre. Unas horas después llegará una propuesta que sólo
puede ser una broma macabra: el extraño ofrece asesinar a la esposa del
arquitecto a cambio de que éste asesine a su padre. Se trata de un doble crimen
perfecto ya que la policía nunca podrá relacionarlos; un “asesinato por
delegación”.
Una llamada a un hotel de México, una noticia espantosa,
la sospecha y el desencadenamiento de una pesadilla. Lo que en un momento
parecía la idea alocada de un personaje estrambótico poco a poco se convierte
en una realidad imposible de controlar.
Extraños en un tren fue la primera novela que publicó
Patricia Highsmith. Tenía 29 años. Empezó a escribirla en 1947 y pudo
terminarla gracias a una beca a la que fue recomendada por Truman Capote. Diez
días después de que el libro estuviera en la calle, Hitchcock compró los
derechos cinematográficos.
La escritora deja flotando preguntas inquietantes.
¿Cuánto exhibimos en lo que le contamos a un desconocido? ¿Hasta qué punto
somos ese relato? ¿Todos podemos convertirnos en asesinos? ¿Bajo qué circunstancias?
¿El deseo de eliminar a otro es constitutivo de la especie humana? ¿Cuál es la
frontera entre fantasía y delirio? ¿En qué momento perdemos el lazo con esa
convención social llamada realidad? ¿Qué desencadena el proceso en que todo se
vuelve un signo que corrobora nuestra interpretación del mundo?
La novela es atrapante, perfecta y dolorosa. Expone de un
modo angustiante la desesperación que puede sentir alguien al verse acosado y
la maquinaria que pone en funcionamiento ese acoso: una vez que el temor se ha
instalado, la paranoia y la espera insomne de lo temido hacen que el infierno
se potencie.
Una detallada descripción del proceso por el que una mente, llevada al límite de lo soportable, comienza a derrumbarse. Sobre el cierre, el golpe de gracia: la autora deja que su personaje reflexione sobre el rol de la sociedad en todo esto. ¿Qué es la ley? ¿Qué hace una comunidad con respecto a ella? ¿Cómo se castiga? ¿Qué es la culpa y quién la determina? Un final preciso para la escalada de angustia construida a lo largo de 47 capítulos.
Una detallada descripción del proceso por el que una mente, llevada al límite de lo soportable, comienza a derrumbarse. Sobre el cierre, el golpe de gracia: la autora deja que su personaje reflexione sobre el rol de la sociedad en todo esto. ¿Qué es la ley? ¿Qué hace una comunidad con respecto a ella? ¿Cómo se castiga? ¿Qué es la culpa y quién la determina? Un final preciso para la escalada de angustia construida a lo largo de 47 capítulos.
Highsmith sabe asomarse a la zona de sombras. Sabe ir más
allá, prescindir de esa imagen que todos construimos y hundirse en la
turbiedad, en el espantoso abanico de posibilidades que ofrece la maldad para
alguien que se deja caer o se lanza en esa fuerza destructiva.
Graham Greene dijo de ella: “es una escritora que ha
creado su propio mundo, un mundo claustrofóbico e irracional, en el cual
entramos cada vez con un sentimiento de peligro personal, con la cabeza
inclinada para mirar por encima del hombro, incluso con cierta renuencia, pues
vamos a experimentar placeres crueles, hasta que, en algún punto, allá por el
capítulo tercero, se cierra la frontera detrás de nosotros, y ya no podemos
retirarnos”.
La escritora norteamericana nació en Tejas en 1921 y
murió en Suiza en 1995. Su biografía comienza de un modo estremecedor: cuando
su madre quedó embarazada, su padre le exigió que abortara. La madre accedió y
decidió beber aguarrás. El aborto no tuvo éxito. Ante ese nuevo escenario,
decidió seguir adelante con el embarazo y abandonar al marido. Tres semanas
después de que Patricia naciera, su madre se fue a Chicago. La niña pasó los
siguientes seis años en casa de su abuela.
Eugenia Almeida
Publicado originalmente en Ciudad X
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