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sábado, 18 de octubre de 2014

Julio Cortázar y Abelardo Castillo





1973. Nueve y media de la mañana. Abelardo Castillo duerme. El teléfono lo despierta. Una voz pregunta por él. Contesta de mal modo. Pregunta quién es. Del otro lado, una voz dice “Le habla Julio Cortázar”. Castillo responde: “Ah, sí, qué bien”. Está seguro de que esa llamada es una broma de sus amigos. Se oye un silencio y luego la voz dice: “Pero, ¿hablo con la casa de Abelardo Castillo?”. Un leve patinar en las r despierta las dudas. Castillo vacila. Quizás no sea una broma. Insiste, vuelve a preguntar quién es. Cortázar vuelve a decir su nombre. El sonido de la r estalla. No es una broma.  

Unas horas después, Abelardo Castillo y Sylvia Iparraguirre (su compañera desde hace 45 años) reciben en su casa al visitante. En el momento en que abren la puerta, sucede un “mínimo milagro”: la radio transmite música de Charlie Parker, como si el mundo se hubiera ordenado para homenajear a Cortázar.





Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X





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