Alice Walker tenía 8 años cuando, en medio de un juego, uno de sus hermanos le disparó con una escopeta. Los perdigones hicieron que perdiera un ojo. Y que aprendiera a poner en cuestión las versiones familiares: mientras todos sostenían que había sido un accidente, Alice siempre ha insistido en que fue un ataque deliberado. Se volvió retraída, se dedicó a observar. La escritora norteamericana siempre ha dicho que allí nació la posibilidad de escribir. Unos años después, esa opción sería reforzada por un gesto de su madre que, tras un largo período de ahorro, le regaló los tres objetos que consideraba indispensables: una máquina de coser, una valija y una máquina de escribir.
El color púrpura comienza con un epígrafe: “No se lo cuentes a nadie más que a Dios. A tu mamá podría matarla”. Esa frase, grabada a fuego, hace que Celie, una niña negra de 14 años, escriba pequeñas cartas con un encabezado curioso: Querido Dios. Allí irá poniendo palabras al mundo de opresión en el que está creciendo. Con el tiempo, Celie conseguirá romper una ley tácita al renunciar a la franja de poder que cada uno tiene sobre otro: los padres sobre los hijos, los ricos sobre los pobres, los blancos sobre los negros, los hombres sobre las mujeres. Su hermana Nettie logrará dar el paso definitivo: escapar. Durante treinta años no sabrán nada una de la otra. Una larga correspondencia será interceptada. Y allí Walker revela el luminoso desasosiego que tienen las cartas recibidas a destiempo. La historia es narrada a través de esas cartas. El abuso, la violencia, la discriminación y las humillaciones son relatados con un lenguaje sencillo y, quizás por eso mismo, demoledor. Con esta novela Alice Walker se convirtió en la primera persona negra en ganar el Premio Pulitzer.
Eugenia Almeida
Publicado originalmente en Ciudad X
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