Homenaje al ausente
En “Alabardas” los lectores podrán encontrar las últimas páginas escritas por Saramago y dos artículos que analizan y recuperan los aportes del Nobel portugués.
La historia de la literatura está llena de anécdotas relacionadas con las herencias de los escritores. Hay quien impide nuevas publicaciones, hay quien publica los papeles más insignificantes, hay baúles llenos de inéditos que parecen nunca agotarse, hay manuscritos que alguien prometió quemar y luego convirtió en libros. Toda herencia implica una acción sobre el legado del ausente. Es bueno tenerlo en cuenta cuando hablamos de obras póstumas.
Alabardas es un pequeño libro que funciona como homenaje al escritor portugués José Saramago y que incluye los tres primeros capítulos de la novela que estaba escribiendo al momento de morir. En esas páginas aparecen claramente las marcas de su estilo: los nombres en minúscula, las digresiones, el modo particular de servirse de los signos de puntuación, un cierto ritmo que se vuelve música.
La historia se centra en Artur Paz Semedo, un hombre que lleva veinte años trabajando en el área de facturación de una fábrica de armas. Artur ha sido abandonado por su mujer, una pacifista que no puede conciliar sus convicciones con la ocupación de su marido. Fanático del cine bélico, el protagonista decide ir a ver una película de André Malraux ambientada en la Guerra Civil Española. Al salir de la función buscará el libro en el que se basa la película y al leerlo quedará conmocionado por la mención de un grupo de personas que saboteó armamento para que no pudiera ser usado. La inquietud lo lleva a conversar por teléfono con su ex mujer. Ella le cuenta que durante la guerra hubo un obús que no explotó y que, cuando lo abrieron, descubrieron un papel escrito en portugués que decía “esta bomba no reventará”. Artur se propone investigar el pasado de la fábrica en la que trabaja y logra un pase para acceder al archivo. A partir de allí se hablará de los sabotajes, las delaciones, las listas negras, la burocracia, la policía secreta y los obreros que nunca nadie volvió a ver. Quizás lo mejor de esas páginas sean el delicado engranaje de los intercambios entre Artur y su ex esposa y las escenas que transcurren en el archivo. En ese espacio hay un tono que resuena a El proceso, de Kafka. Un dejo de sarcasmo, algo que oscila entre lo terrible y lo gracioso, un sofocamiento relatado con levedad.
Saramago logra plantear su historia a la perfección. Por eso el impacto ante lo trunco puede dejar al lector desconcertado. Aunque la contratapa del libro hable de un “relato inconcluso”, lo justo sería decir que se trata de una novela apenas comenzada. Como una forma de complemento se incluyen nueve “notas de trabajo” que van del 15 de agosto de 2009 al 22 de febrero de 2010 y que comienzan diciendo: “Es posible, quién sabe, que quizás pueda escribir otro libro.” Tres vacilaciones en sólo diez palabras. Vacilaciones o esperanzas. Quizás es a ese espíritu incansable al que se le rinde homenaje en esta obra.
Alabardas se completa con otros dos textos. El primero, “Un libro inconcluso, una voluntad consistente”, del poeta español Fernando Gómez Aguilera, es un breve ensayo en el que el biógrafo de Saramago va retomando las notas de trabajo para enmarcar esas páginas inconclusas. El segundo, del periodista y escritor italiano Roberto Saviano, enlaza la ficción con la realidad. En “Yo también conocía a Artur Paz Semedo”, Saviano destaca lo que considera el eje de la novela que escribía el Nobel portugués: la encrucijada en la que las personas deben decidir si van a arriesgarse o no. Para evidenciar la universalidad de esa temática, el autor de Gomorra pone en relación al personaje de Saramago con personas de la vida real. Párrafo a párrafo irá mencionando a Martin Woods (el investigador que denunció el lavado de dinero que hacían los cárteles de la droga con la complicidad de bancos estadounidenses), Christian Poveda (el fotógrafo y cineasta francés asesinado en El Salvador después de filmar un documental sobre las maras) y diferentes periodistas amenazados, desaparecidos o asesinados por el poder del narcotráfico. Impactan especialmente la muerte de Tim Lopes en Brasil y el cartel que alguien dejó sobre el cadáver del cronista Bladimir Antuna. Allí podía leerse: "Esto me pasó por dar información a los militares y escribir lo que no se debe. Cuiden bien sus textos antes de hacer una nota. Atentamente, Bladimir".
A esta variedad de registros –las páginas iniciales de una novela, un ensayo literario, un artículo de denuncia– se suman los conmovedores dibujos del Premio Nobel de Literatura Günter Grass. Sombras en blanco y negro que hablan de la oscuridad, las ruinas, la destrucción, la miseria y la violencia sistematizada de la guerra.
Si el lector va en busca de un libro póstumo de Saramago, puede sufrir un desencanto. Si está dispuesto a participar de un homenaje, no habrá decepción.
Eugenia Almeida
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