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lunes, 21 de septiembre de 2015

Entrevista de Lucía Argüello (El Milenio)


Los relatos que escriben a Eugenia Almeida

Desde la aparición de su ópera prima en el 2005, Eugenia Almeida se ha convertido en una escritora cada vez más reconocida. La hoy vecina de Unquillo acaba de publicar “La tensión del umbral”, su tercera novela. Con su sencillez característica, Almeida cuenta a El Milenio las particularidades de su historia y su oficio.




Eugenia Almeida tiene una arruga recta y profunda entre las dos cejas, como el gesto de alguien que ha pasado mucho tiempo con el ceño fruncido. Tal vez sea la marca de una persona que ha tenido que atravesar una infancia y una juventud no exenta de esfuerzos y preocupaciones para poder disfrutar un presente de calmada plenitud. Porque en el rostro de Eugenia también están marcadas las arrugas al costado de la boca de quien ha sonreído (y sonríe) mucho.

Eugenia Almeida nació en Córdoba en 1972 y es licenciada en Comunicación Social, pero tal vez sería mejor definirla como una lectora empedernida que con el tiempo se reveló como una escritora prometedora y de singular talento. La vida la llevó a Unquillo hace más de quince años buscando, como todos, el silencio, la soledad y la tranquilidad.

Por estos días acaba de publicar su tercera novela, “La tensión del umbral”, un relato con todos los condimentos de un buen policial: una muerte misteriosa, un periodista devenido en investigador y un oscuro entramado de relaciones de poder. Una historia sin grandes héroes pero llena de “pequeños gestos”, construida a partir de escenas pegadas cinematográficamente una tras otra y pequeños detalles con el poder de evocar la imagen del todo.

Y es que Eugenia Almeida, con sus ojos amables y su sonrisa sincera, es una mujer sencilla, que disfruta de los placeres comunes de la vida cotidiana (leer, escribir, juntarse con amigos, escuchar la radio) y cuya mirada siempre anda buscando aquellos mínimos actos que construyen nuestra realidad.


Dos caras de la misma moneda

Para Eugenia Almeida, la lectura fue uno de los primeros de esos “pequeños placeres”. “Mi vieja era muy lectora. Yo tenía esta imagen de verla en sus momentos de descanso cuando se sentaba, se hacía un café, se fumaba un cigarrillo y agarraba su libro. Y antes de saber leer yo aprendí a leer esa imagen como algo placentero. Ahí había un aliciente grande que rápidamente me impulsó a aprender yo también. No podía tomar café, no podía fumar, pero podía leer”, explica entre risas la escritora, que hoy ya hace las tres cosas.

Entre los recuerdos aparece la imagen de una modesta pero tentadora biblioteca materna. “Había un estante que era el estante de los libros para grandes. Porque mi vieja veía que yo leía todo lo que encontraba entonces los había puesto en un estante más alto. Y me descubría siempre, porque yo para llegar a ese estante tenía que pisar el respaldo de la cama, y nunca me daba cuenta que quedaba la huella de la zapatilla”, vuelve a reír Almeida, mientras mira nostálgicamente por la ventana de un café unquillense.

Su pasión por la lectura creció rápidamente y pronto apareció la escritura, como contracara de una misma moneda. Sin embargo, la publicación de su primera novela la sorprendió tanto como el premio que recibió.

“Desde que me acuerdo ya escribía, pero como placer mío, nunca había buscado publicar. En algún momento escribí algo un poco más largo que tenía la consistencia de una novela. Y justo cuando terminaba, una amiga me envió las bases de un concurso y lo mandé”. En este sencillo (aunque costoso) acto desesperanzado, “El Colectivo”, la primera novela de Almeida, se convirtió en el ganador del Premio Internacional de Novela “Dos Orillas” organizado por el Salón del Libro Iberoamericano de Gijón. Y hasta hoy en día Eugenia no sale de su asombro.


De la foto a la novela

Si bien Eugenia Almeida es escritora, más que escribir libros, habría que decir que los libros la escriben a ella. “Para mí todo empieza con una imagen que se me presenta como si fuera una foto. Yo no sé qué es, ni quiénes son los que aparecen en ella o qué están haciendo. Y es como si la tuviera en mi mente un tiempo, hasta que algo se mueve. Cuando se empieza a mover puedo empezar a escribir”, explica Almeida mientras el café doble sin azúcar (“para que tenga gusto a café”) desaparece con la velocidad propia de un bebedor empedernido.




“La última novela que se acaba de publicar, ‘La tensión del umbral’, empezó con la imagen de una mujer que acababa de suicidarse en la calle y yo lo que veía era esta mujer tirada y la gente alrededor”, agrega para ejemplificar.

“Hay escritores que tienen todo planeado. Yo no puedo trabajar así, todo lo contrario. Yo escribo para saber qué pasa y eso es lo divertido, que yo no sé qué va a pasar. Me termina sorprendiendo, incluso hay momentos en los que no acuerdo con lo que ocurre. La escritura funciona para mí como si fuera un sueño”, señala Eugenia y anticipa que está trabajando en una nueva novela que todavía no sabe mucho de qué va, pero donde asegura, hay otro muerto.
Hoy en día confiesa que el encuentro con los lectores es una de las partes que más le gustan de ser escritora. “El oficio de escribir es muy solitario, aún si lo que escribís va a ser publicado. Y saber que hay un cierto interés sobre eso es muy estimulante. Entre lector y escritor se genera un afecto muy particular. Es hermoso hacer algo que pueda conmover a otros como a mí me han conmovido tantos libros que he leído. Eso para mí es impagable”, asegura la escritora con una nueva sonrisa.



Lucía Argüello - El MIlenio
24 de julio de 2015





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