En los últimos quince años, de la mano de nuevas voces de escritoras, aparecieron en la literatura argentina personajes femeninos más audaces e innovadores
Daniel Gigena
para LA NACION
¿Cómo se transformó la representación de las mujeres en la literatura nacional? ¿Cómo pasaron de ser meros agentes pasivos (si no figuras ausentes) a protagonistas exclusivas, como sucede en los libros de Ariana Harwicz y Sylvia Molloy, por nombrar a dos autoras contemporáneas de distintas generaciones? Los cambios en el contexto social, por supuesto, acompañan e impulsan nuevos circuitos, dinámicas y consumos literarios, pero la relación entre realidad y ficción es reticular. En los últimos quince años, junto con el despliegue de nuevas subjetividades femeninas en la ficción aparecieron más voces de escritoras.
"Creo que es evidente que hay una mayor edición y circulación de escritoras mujeres tanto a nivel nacional como regional e internacional -comenta Nora Domínguez, doctora en Letras, directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (UBA) y autora de libros clave como Lazos de familia. Herencias, cuerpos, ficciones y Fábulas del género-. Me interesan Margarita García Robayo (Colombia), Lina Meruane (Chile), Fernanda Trías (Uruguay), Verónica Stigger (Brasil). Ellas saben mirar los mundos en que viven y extraer los personajes, los conflictos, las voces más desafiantes que los hagan hablar; trabajan en los límites y eso me seduce mucho porque están probando qué decir, cómo narrar, cómo levantar capas de sentidos. La mexicana Valeria Luiselli tiene una imaginación sofisticada y un manejo extraordinario de la prosa."
Sobre el trabajo de las autoras nacionales, Domínguez agrega: "La vida doméstica, los lazos familiares, los encuentros afectivos y sexuales son los aspectos que tal vez más han cambiado a lo largo del siglo XX y en lo que va del XXI. La literatura, aunque puede anticiparse o ir detrás de las transformaciones, siempre va con ellas a su lado, ofreciendo perspectivas y colocando voces diferentes en esas series. Los temas proliferan: las marcas de la enfermedad, las versiones inéditas de las violencias políticas aún sin narrar o de las violencias sobre el cuerpo de las mujeres, los viajes y exilios. Pero lo interesante es la emergencia de modos de narrar más desprejuiciados, más críticos, más experimentales, que alteran nuestras certezas sobre las representaciones de género y las múltiples relaciones imaginarias, reales, políticas que establecemos los humanos." Domínguez adjunta en su respuesta una larga lista de autoras: Perla Suez, Sylvia Molloy, Gabriela Cabezón Cámara, María Martoccia, Mariana Docampo, María Moreno, Matilde Sánchez, Romina Paula, Gabriela Massuh, Tununa Mercado. "Y leí con mucho interés a María Sonia Cristoff, Selva Almada, Lucía Puenzo, Samanta Schweblin, Vanesa Guerra y Mercedes Araujo. Hay otras que también vienen pisando fuerte: Eugenia Almeida, Ariana Harwicz, Virginia Cosin."
¿En la literatura escrita por varones en los últimos años esas modulaciones e intensidades también aparecen? Domínguez sostiene que sí. "Difícilmente me vaya a olvidar de la mucama enamorada, abandonada y espiada de cerca en Rabia de Sergio Bizzio, o del personaje de Helena, en la nouvelle de Eduardo Muslip Plaza Irlanda, o de las jóvenes lesbianas de Iosi Havilio en Opendoor o en Paraísos. No me parece un factor determinante que sus autores sean varones; dieron en el clavo con una construcción del mundo afectivo y sensible de los personajes, que los vuelve muy creíbles. Supieron encontrar para esos personajes femeninos las herramientas perfectas que ofrecen el estado actual de la cultura, de sus lenguajes y de su imaginación. Los personajes de las tres novelas de Gabriela Cabezón Cámara también concentran personajes potentes, espacios de lo marginal en carne viva y una lengua a un mismo tiempo controlada y desquiciada que los domina. Con esos textos sí que ganamos."
El lugar de las fantasías
Mariana Docampo es licenciada en Letras, narradora y directora de la colección Las Antiguas, del sello Buena Vista, que rescata textos de autoras argentinas del pasado, como Emma Barrandeguy o Elvira Aldao. Para la autora de La fe, los cambios más interesantes en la representación de personajes femeninos se dan en la literatura escrita por mujeres. "Ahí aparecen los personajes femeninos más originales, por la libertad con la que se expresan ciertos aspectos de algunas mujeres, ante los cuales la mirada masculina es sesgada, muchas veces por desconocimiento, por desinterés o por prejuicio. Personajes sobre los que no cae la mirada o pregunta moralizante de un autor hombre, o que no ocupan el lugar de sus fantasías, algo que lamentablemente sigue siendo muy frecuente en la literatura argentina contemporánea." Sobre este último aspecto, basta repasar títulos best sellers de autores locales en los que aparecen variaciones insufribles de la femme fatale, la arpía o la ninfómana.
"Son muy interesantes las dos novelas de Harwicz, La débil mental y Precoz, que muestran una sexualidad de los personajes femeninos un poco incómoda para los lectores -apunta Docampo?. Madres con una fuerte carga incestuosa, que ponen en jaque el estereotipo de la maternidad y que extreman el rol hasta lo indigerible. Otra escritora que trabaja en un borde muy particular para representar a sus protagonistas mujeres es Cabezón Cámara, que está inmersa en las aguas de lo queer. Sus mujeres están como estalladas por dentro (y por fuera también), un poco más allá del género, son y no son mujeres; podríamos decir que son transmujeres. También me parece innovadora la representación de mujeres que aman o desean a otras mujeres en La intemperie de Gabriela Massuh, o en Desarticulaciones, de Sylvia Molloy. El tratamiento de lo autobiográfico les da un plus de valor a estas novelas porque eso desborda los límites textuales y extiende lazos hacia las protagonistas reales."
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Para Docampo, la literatura anticipa o expresa cambios de época. "Lo importante es prestar atención a estas voces y a estas nuevas representaciones, porque son las que amplían el abanico de lo que se cuenta en la Argentina, lo enriquecen, y a la vez, modernizan la literatura, la adaptan a los tiempos que corren. Esto significa que ya sea que nos identifiquemos o no con los personajes representados, los lectores vamos a tener la oportunidad de abrirnos a nuevas subjetividades; esto trae implícito una posibilidad de reflexionar más y mejor sobre nosotros mismos y el mundo en que vivimos." Otras autoras, como Ariadna Castellarnau, Mariana Komiseroff, Giselle Aronson, Violeta Gorodischer, Natalia Brandi, Beatriz Vignoli, Paula Brecciaroli, Natalia Massei, Claudia Aboaf, Mirta Hortas, Marina Yuszczuk y Mariana Travacio suman espesor a la experiencia femenina desde ópticas domésticas trastrocadas, en medio de odiseas de inmigraciones y extravíos o de identidades en formación constante.
Pasajeras en trance
Julián López, autor de Una muchacha muy bella, novela organizada a partir de una figura femenina radiante, considera que el universo actual de la literatura argentina está escrito en gran medida por mujeres. "Puedo mencionar como potentes y diversas en el sentido de la representación y las voces de lo femenino a Gabriela Cabezón Cámara y a Inés Garland, dos escritoras que abordan universos de mujeres con niveles de intimidad que pueden sorprender por lo variado y en todo caso lo lejano, pero también por la veracidad y la voracidad como una característica de esas escrituras", dice López. "Además de ellas, me gustan mucho Alejandra Zina, me encanta la voz poderosísima que construyó Samanta Schweblin en la admirable Distancia de rescate, Selva Almada. Un descubrimiento personal fuera de este marco temporal fue Emma Barrandeguy, que como todo lo bueno viene de la mano de María Moreno, que fue quien la redescubrió. Su novela Habitaciones es fundamental en el contexto histórico y de género."
Gabriela Cabezón Cámara es una de las autoras más mencionadas por sus colegas varones y mujeres a la hora de evaluar la originalidad narrativa para diseñar personajes femeninos en la literatura local. "Lo que ahora está sucediendo es que muchas más mujeres escriben y publican; obviamente, lo hacen desde una perspectiva particular, diferente de la mirada hegemónica", dice. "Me interesa mucho lo que hacen Carina Radilov Chirov, cómo construye personajes de mujeres en momentos de clivaje; Zina, que explora vínculos de perturbadora intimidad entre mujeres; Harwicz, que piensa algo poco pensado como la relación madre-hija; Marina Mariasch, que construye un mundo familiar femenino en Estamos unidas; Havilio, con ese personaje fascinante de Opendoor, y Fernanda Laguna (alias Dalia Rossetti), que hace un trabajo impresionante en Dame pelota. Ahora ella trabaja sobre una mucama perversa, enamorada de su patrona y caliente con sus hijas adolescentes (las de la patrona). Rompe límites Fernanda. Me divierte mucho también la investigadora de María Inés Krimer, Ruth Epelbaum, una señora en sus cincuenta que, ayudada por su mucama y amiga, resuelve casos policiales en una Buenos Aires bastante pesadillesca."
Para Andrea Ostrov, doctora en Letras, docente e investigadora del Conicet, autora de El género al bies: cuerpo, género y escritura en cinco narradoras latinoamericanas y Espacios de ficción. Espacio, poder y escritura en la literatura latinoamericana, existen orientaciones claras en la narrativa escrita por mujeres en las dos últimas décadas. "Por un lado, persiste una continuidad fuerte en relación con la violencia dictatorial y el trabajo de la memoria, tal como lo evidencian las últimas novelas de Sara Rosenberg (Un hilo rojo y Contraluz); de María Teresa Andruetto (Lengua madre y Los manchados); de Susana Romano Sued (Procedimiento); de Nora Strejilevich (Una sola muerte numerosa) y de tantas otras narradoras. La representación del pasado traumático se realiza en forma fragmentaria, mediante el ensamblaje de voces, documentos, cartas, testimonios. Los personajes femeninos -muchas veces con una impronta autobiográfica- intentan una recuperación de lo acontecido que posibilite alguna reconstrucción de sentido, un ejercicio de la memoria que resignifique la historia a partir de los interrogantes del presente. Otras veces, la reconstrucción e indagación del pasado se refiere al linaje familiar, al desarraigo de los padres o abuelos inmigrantes, a las tradiciones, a la tierra perdida. Aquí, la recuperación de la genealogía y la historia familiar resultan decisivas en la configuración de la propia subjetividad de las protagonistas." En esta línea trabajaron María Rosa Lojo, Griselda Gambaro, Perla Suez, Ana María Shua y María Angélica Scotti, entre otras. Otra vertiente que Ostrov destaca es aquella que se refiere a la violencia de género y a la trata de mujeres. Trabajos recientes de Angélica Gorodischer (una pionera) avanzan por ese camino.
Más allá de las líneas temáticas o las tendencias más visibles, para Ostrov los nuevos personajes femeninos se alejan en gran medida de los estereotipos de género y de las representaciones tradicionales. "Podríamos decir que sus identidades se constituyen precisamente a partir de los desvíos, rupturas y disensos que son capaces de establecer respecto de los modelos hegemónicos y los roles sociales recomendados. En este sentido habría que inscribir también los relatos que problematizan las formas tradicionales de maternidad y proponen configuraciones familiares, afectivas y sexuales alternativas, como por ejemplo La Virgen Cabeza y Romance de la negra rubia de Cabezón Cámara; El niño pez de Lucía Puenzo; La intemperie de Massuh; No es amor de Patricia Kolesnicov y, por supuesto, Varia imaginación de Molloy."
Para Cabezón Cámara los nuevos personajes femeninos importan, y mucho, porque "están poco escritos, porque permiten pensar nuevos puntos de vista". "Recuerdo cuánto me fascinó leer Casandra de Christa Wolf, una lectura de Agamenón, la tragedia de Esquilo. Casandra tenía el don de ver lo que sucedería y la maldición de no ser escuchada nunca por nadie, narrando el final de la guerra de Troya y el del comandante en jefe de su ejército: hermoso -agrega-. Es un trabajo semejante al de Jean Rhys en Ancho mar de los Sargazos: cuenta una historia ya contada desde la perspectiva del personaje que no hablaba o que no era escuchado, de la mujer, de la loca".
Creados por la urgencia de la actualidad, la búsqueda de una ruptura con la tradición o el deseo de perfilar otras voces, los personajes femeninos alcanzan un relieve inesperado en la literatura nacional a la vez que la enriquecen y transforman.
Daniel Gigena
En qué buena vecindad la ubica este periodista. Merecido lugar. Seguimos leyéndola y escuchando @dame letra!
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