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El ex presidente uruguayo José Mujica lo dijo en 2012: “Mucho peor que la droga es el narcotráfico”. Es una frase sencilla pero marca una diferencia importante y permite pensar que quizás sea un error intentar combatir el narcotráfico prohibiendo el consumo de drogas. Por el contrario, las experiencias internacionales demuestran que el prohibicionismo no es el paradigma más eficaz. Mientras el narcotráfico se convierte en una preocupación mundial, con episodios de violencia incontenibles, con un poder tan enorme que, en algunos casos, reemplaza el accionar del Estado, es cada vez más necesario discutir políticas públicas sobre el consumo de drogas como un elemento central de la lucha contra el narcotráfico.
En Un mundo con drogas, el periodista Emilio Ruchansky presenta seis ejemplos concretos de regiones y países que no participan del paradigma del prohibicionismo. Con el subtítulo “los caminos alternativos a la prohibición: Holanda, Estados Unidos, España, Suiza, Bolivia y Uruguay”, el autor expone el modo en que la prohibición alienta el consumo reduciendo la oferta y generando “una plusvalía enorme del servicio de distribución”.
Sea cual sea la opinión que uno tenga al respecto, el libro de Ruchansky es extremadamente valioso para obtener información indispensable si se quiere debatir seriamente sobre el tema. Es importante destacar que este no es un libro sobre drogas sino un mapa de las políticas públicas y privadas que se han tomado con respecto a su consumo.
El actual paradigma prohibicionista se basa en la Convención Única sobre Estupefacientes de las Naciones Unidas de 1961. Claramente, es una política que ha fracasado. Algunas de las alternativas propuestas se basan en promover un consumo regulado y responsable del cannabis, quitándole poder a las mafias. No se trata de legalizar todas las sustancias actualmente prohibidas sino de diferenciar las drogas duras (como la heroína y la cocaína) de las blandas (como la marihuana) y utilizar esta diferencia como una herramienta que desarticule el narcotráfico.
Ruchansky viaja y recorre el territorio de las experiencias que presenta. Una sala de consumo supervisado en Suiza; las clínicas de mantenimiento con metadona; los clubes sociales de cannabis en algunas regiones de España; la legalización y regulación de la marihuana en Uruguay; las consecuencias del Plan Nacional de Desarrollo Integral con Coca implementado en Bolivia; el esfuerzo de Evo Morales por combatir la ignorancia de los que confunden la coca con la cocaína; los bares en los que se puede comprar y consumir hachís o cannabis en Holanda, un país con una política particularmente interesante si se tienen en cuenta los resultados obtenidos.
Un mundo con drogas presenta testimonios de consumidores, médicos, enfermeros, científicos, penalistas, vendedores de semillas, sociólogos, políticos, dirigentes sociales, psiquiatras, economistas, agricultores y abogados. Esa diversidad de voces pone en evidencia lo más valioso de este libro: el intento de abordar el tema respetando su complejidad y prestando atención a ciertos factores que muchas veces son puestos en una zona de invisibilidad: la realidad socioeconómica que obliga a muchas personas a participar del tráfico de drogas como único camino de supervivencia; el interés de los conglomerados farmacéuticos; la intervención de bancos internacionales en el circuito de lavado de dinero; los procesos de dominación de unos países sobre otros; y la enorme industria de la seguridad y la represión.
En este sentido, Ruchansky hace alusión a los usos medicinales del THC (un componente activo de la marihuana) en remedios actualmente en el mercado farmacéutico. El autor señala que, en algunos casos, son los mismos laboratorios los que prefieren que la planta sea ilegal como un modo de proteger sus ganacias. Otras variables a considerar son la industria de las cárceles privadas en los Estados Unidos y los agentes policiales que, en algunos países, ganan más dinero si aumentan su “productividad”, deteniendo a más personas. También es necesario tener en cuenta la intromisión de la DEA y la CIA en la política pública de países en los que no tienen jurisdicción. El modo en que la lucha contra el narcotráfico se cruza con la dominación política internacional fue explicitado por Evo Morales cuando dijo que “la guerra a las drogas no puede ser un instrumento o un pretexto para que sometan a países de la región andina; para dominarnos, humillarnos o tratar de sentar bases militares en nuestro países”.
Uno de los momentos más interesates del libro es la increíble historia del Proyecto Cocaína que la OMS desarrolló entre 1990 y 1995, un episodio que demuestra que la ciencia es considerada valiosa sólo cuando confirma los prejuicios de los poderosos.
Desafiando aquel slogan que planteaba la posibilidad de vivir en “un mundo sin drogas”, Ruchansky cierra su trabajo con una frase que es conclusión y a la vez propuesta: “El desafío de los paradigmas alternativos explorados en este libro reside justamente en aplicar una política eficaz y respetuosa de los derechos humanos en un mundo con drogas.”
Eugenia Almeida
Publicado originalmente en Ciudad X
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