El mundo de los fantasmas destroza, con su sola aparición, la aparente
solidez de nuestras coordenadas de tiempo y espacio, exponiendo que eso que
suele darle estructura a nuestras vidas es una de las tantas ficciones que nos
rodean. Las experiencias con lo misterioso parecen relacionarse con las
fronteras. Y quizás la frontera más cotidiana que tiene el ser humano es la
línea que divide el sueño de la vigilia. No es casual que en muchos de los
cuentos de este libro esa frontera se desdibuje (a través del insomnio, las
pesadillas o los sueños premonitorios).
Los escritores incluidos en esta antología son clásicos del género. Y si
bien sabemos que una vida nunca se resume a un sólo hecho podríamos jugar y
decir que estas historias fueron escritas por el hijo de una prostituta (Akinari);
un conde polaco que se suicidó con una bala de plata limada por él mismo
(Potocki); un hombre al que llamaban “El príncipe invisible”, admirado por
Henry James y Dickens (Le Fanu); un ruso que alentó a Tolstoi a que escribiera
pero luego se enemistó con él y le retiró la palabra por 17 años (Turguéniev);
un protegido de Flaubert que murió en un
manicomio (Maupassant); el hijo de un sacerdote convertido en anticuario
y medievalista (Rhodes James); una estadounidense que durante la Primera Guerra
Mundial viajó en motocicleta por las líneas del frente (Wharton); un galés que catalogaba libros
raros en el Museo Británico y que luego trabajó como actor (Arthur Machen) y un
inglés que fue granjero en Canadá, minero en Alaska y periodista en Nueva York
(Blackwood).
Estos relatos parecen recordarnos que, a veces, lo que uno ha esperado con
ansia, con zozobra, con miedo o con impaciencia, solo puede llegar bajo la
forma del fantasma.
Eugenia
Almeida
Publicado
en Ciudad X
Septiembre 2013
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