ARRANCA HOY LA 40ª FERIA
INTERNACIONAL DEL LIBRO DE BUENOS AIRES
Un artefacto cultural para tender
puentes a la lectura
En el mayor encuentro del
mundo editorial de la Argentina estarán Quino, Paul Auster, J. M. Coetzee y
Arturo Pérez-Reverte, entre otros. La novedad son los encuentros de narradores
y poetas de todo el país llamados Diálogo de provincias. Lecturas con tonadas.
Cumplir cuatro décadas no
implica más de lo mismo. La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que
será inaugurada hoy por Quino, celebra un aniversario redondo a todo trapo con
San Pablo como ciudad invitada. “Una vida toca otra vida, que a su vez toca
otra, y enseguida los eslabones se convierten en innumerables, imposibles de
calcular.” Esta frase de La habitación cerrada, de Paul Auster, que regresará a
la Rural tras doce años de su primera visita para dialogar con el sudafricano
J. M. Coetzee, Premio Nobel de Literatura –el próximo domingo 27–, en lo que
será sin duda uno de los platos fuertes de esta edición que se extenderá hasta
el 12 de mayo, podría condensar lo que viene sucediendo hace cuarenta años
entre los lectores, los libros, los escritores y los expositores. Son tantas
vidas tocadas en una vasta cadena sujeta a constantes oscilaciones que a veces
se pierde de vista que este potente “artefacto cultural” fue calibrando y
afinando sus piezas, mejorando los puentes construidos y los que vendrán.
Está por comenzar el
“Capítulo 40”, con una programación que incluye más de 1500 actos culturales.
Vendrán Rodrigo Fresán, Almudena Grandes, Arturo Pérez-Reverte, Leonardo Padura
y Pedro Lemebel, por mencionar apenas un puñado de los escritores. San Pablo,
la segunda ciudad invitada luego de Amsterdam, copará el pabellón Amarillo de
la Rural con sus “saraos” (saraus en portugués), especie de peñas poéticas que
nacieron en los barrios periféricos o favelas paulistanas donde prevalecen la
poesía, la música y la danza; y con muchos escritores y artistas como Arnaldo
Antunes, Férrez, Andréa del Fuego, Marçal Aquino, Marcelino Freire y Ricardo
Lísias. En el Diálogo de Escritores Latinoamericanos –que se realizará del 3 al
6 de mayo– participarán Mario Bellatin (México), Diamela Eltit (Chile), Rodrigo
Rey Rosa (Guatemala), Eduardo Lalo (Puerto Rico), Iván Thays (Perú) y Edmundo
Paz Soldán (Bolivia), entre otros.
El mapa literario
La novedad de esta Feria
es Diálogo de provincias. Lecturas con tonadas, una serie de encuentros entre
narradores y poetas de todo el país que será inaugurado el martes 29 por
Liliana Bodoc (Mendoza), Perla Suez (Córdoba) y Selva Almada (Entre Ríos) y que
convocará a Eugenia Almeida (Córdoba), Luciano Lamberti (Córdoba), Orlando Van
Bredam (Formosa), Mario Ortiz (Bahía Blanca), Fabián Soberón (Tucumán),
Alejandra Araya (San Juan) y Mariano Quirós (Chaco), entre otros. Van Bredam
dice a Página/12 que le parece “excelente” esta propuesta. “Es importante
admitir que la literatura argentina abarca también lo que se escribe y se
publica en las provincias. La palabra de la democracia debe ser necesariamente
federal”, pondera el escritor. Van Bredam presentará en la Feria su nueva
novela, Mientras el mundo se achica, inspirada en la historia de Jorge
González, El Gigante (1966-2010), el jugador más alto en la historia del
básquet argentino. Desde Tucumán, Soberón plantea que este diálogo es “una
forma de poner en discusión qué se entiende por literatura argentina”. “Existen
novelas y cuentos que tienen menos prensa y que superan en calidad creativa a
los que, a veces, circulan por los medios de más peso. Esta iniciativa
contribuye a hacer más visible ciertas obras ocultas –precisa el autor de los
relatos Vidas breves y la novela La conferencia de Einstein, entre otros
títulos–. De cualquier manera, creo que la novela de un autor de ‘provincia’ no
tiene una marca o un sello como tenían los esclavos o los caballos. Es una
novela a secas. El diálogo ‘entre provincias’ no mejora ni empeora la obra. El
origen mexicano o chileno no cambia la calidad o la pobreza de una novela. La
literatura no tiene nada que ver con la geografía.”
Mariano Quirós
(Resistencia, 1979) cuenta que “lo mejor es tener la posibilidad de conocer
autores que por cuestiones de circulación y difusión, entre otros asuntos, no
tienen la proyección que merecen”. El autor de Tanto correr, novela que narra
de distintas perspectivas la matanza de 25 presos políticos en Margarita Belén
en plena dictadura cívico-militar, dice que tiene la “suerte” de conocer y leer
a Van Bredam, Miguel Molfino y Germán Parmetler. “Pienso en los lectores que no
han tenido mi suerte, y pienso después en mi probable mala suerte: seguro hay
otros muchísimos escritores y escritoras argentinos, del interior digamos, que
yo mismo como lector me estoy perdiendo. Un diálogo de este tipo, entre
‘autores de provincia’ –con sus lirismos, fraseos, historias y miserias
particulares–, es más que auspicioso.” La sanjuanina Alejandra Araya, autora de
la novela para jóvenes Examen final, espera que este intercambio “se repita año
a año”. “Es necesario generar espacios para que los escritores nos encontremos
con los lectores y compartamos experiencias que enriquecen nuestra literatura.”
Al poeta bahiense Mario Ortiz le parece una oportunidad para repensar el mapa
literario y del mercado editorial en la Argentina. “Existe una imagen
convencional, una topografía organizada con un centro en Buenos Aires y una
periferia en el resto del país, pero creo que eso está cambiando aceleradamente
al ritmo de las innovaciones tecnológicas en los medios de comunicación, las
redes de circulación de material, los festivales de literatura y poesía que se
realizan en diversas ciudades del país, algunos con una larga tradición bien
consolidada, como el de Rosario –recuerda el autor de Cuadernos de lengua y
literatura–. En el ámbito específico de la poesía, diría que aquella imagen
arborescente eje-periferia está virando hacia otra rizomática. Por poner un par
de ejemplos: un poeta de Mar del Plata publica en una editorial de Santa Fe;
uno de Entre Ríos lo hace en una editorial de Bahía Blanca.”
La batalla cultural
Cuesta mucho que las voces
y los libros de los escritores del país transiten no sólo por Buenos Aires,
sino por todo el territorio. “La mayor dificultad se debe a la carencia de
distribuidores que hay en las provincias, gente que se ocupe de instalar el
libro en todas partes –advierte Van Bredam–. Sin embargo, ya hay muchos
editores dispuestos a publicar a los autores de su región y generar un mercado
utilizando los recursos disponibles. Internet y sus redes favorecen mucho la
difusión y venta de libros.” Ortiz subraya que la salida de la convertibilidad
favoreció el crecimiento de la industria editorial argentina. “Hubo una
asombrosa proliferación de sellos con un catálogo de alta calidad que no se
correspondió con la distribución. Aquí juegan los márgenes de ganancia y
posiblemente la miopía de algunos libreros sólo atentos a los libros de venta
masiva. Pero por un juego de compensaciones, las diversas ferias de libros y
festivales de poesía se convierten en ámbitos privilegiados de circulación de
material. En la actualidad hay tantas editoriales de poesía que comienza a
verificarse un fenómeno inédito: el surgimiento de algunas librerías específicamente
dedicadas al género, como la de Nurit Kasztelan en Buenos Aires o el Espacio
Malisia en La Plata.”
A Quirós le gusta agitar
el avispero del meollo de la circulación. “Como suele decirse, hay una batalla
cultural que, entre otras cosas, nos plantea cuán colonizados o cuán
descolonizados estamos. En particular, soy incapaz de encontrarle la vuelta a
esta batalla –confiesa–. Me gusta mucho la literatura norteamericana, hay
franceses a quienes invitaría a salir, pero de todos modos es necesario plantear
la batalla. Me lo planteo y no la resuelvo ni a palos. Aun así, me encanta la
expresión batalla cultural: le da dinamismo, le pone pilas a una disputa que a
muy pocos les importa. Esa batalla, además, implica un conflicto, y aunque a mí
el conflicto no me guste, aunque prefiera las cosas ordenadas, en su lugar,
estoy seguro de que en el conflicto se vive mejor. Es el conflicto, al fin y al
cabo, lo que nos pone en circulación.”
Soberón señala que hay
diferentes razones geopolíticas. “Que el país sea unitario y que tenga un
centro en Buenos Aires es una cuestión que se instauró en el siglo XIX por
causas económicas y políticas. La literatura es un apéndice en esta discusión.
La forma de mejorar la circulación y la distribución es hacer encuentros, foros,
charlas, mesas, paneles, entrevistas como ésta para dar a conocer al público
que está más allá del pequeño círculo de los escritores. En este sentido, es un
problema político de la crítica literaria y del periodismo cultural.
Necesitamos una crítica que no repita el canon dogmático, sino que sea abierta
y que parta de otros supuestos. El problema es político en un sentido profundo.
Por tanto, es una cuestión de Estado, es un problema de la sociedad.” Araya
pone el foco en el centralismo. “Hay un refrán que decimos en San Juan: ‘Dios
está en todos lados, pero atiende en Buenos Aires’.” La narradora sanjuanina
enumera otras cuestiones: “La ausencia del Estado en políticas que incentiven a
los escritores y promuevan su producción literaria, el poco interés de particulares
–empresas y organizaciones intermedias– en crear junto con los escritores
espacios donde circulen las obras, se lea, se debata, donde participen lectores
de todas las edades y estratos sociales; el vacío de la prensa en el tema
literatura y escritores argentinos contemporáneos de todo el país.” “No me
victimizo, sé que ser escritora es un desafío constante –aclara–. Acepto lo que
no se puede cambiar y lucho por lo que sí se puede transformar.”
La tonada de los otros
“Los textos que escribo
están atravesados por la respiración y la oralidad, no tanto en el sentido de
reproducir la escansión o los modos de la lengua coloquial, sino porque ese
texto debe resistir la prueba de la puesta en voz: debo poder decirlo,
hablarlo, comentarlo, ‘actuarlo’, ponerlo en acto”, explica Ortiz. “Si decimos
‘diálogo de provincias’ y mencionamos la palabra tonada, se sugiere el hecho de
que yo reconozca una tonada en mi dicción, así como la reconozco en un cordobés
o un mendocino. Pero eso es lo que precisamente no puedo determinar. Es algo ya
reconocido por los lingüistas hace tiempo: cada hablante nativo no reconoce que
su variedad tenga tonada; la tonada la tienen los otros”, agrega el poeta
bahiense. “Soy sanjuanina y escribo desde mi valle, rodeado de montañas de
colores intensos –dice Araya–. Montañas que son puertas vaivén para usarlas en
libertad y sin imposiciones, que son una invitación a encontrarnos en el camino
cotidiano de la literatura.”
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