Sopla el Chinook, uno de esos vientos que se relacionan con la locura.
Afuera hay una enorme extensión de campo donde el cielo lo ocupa todo. Los
halcones se posan sobre los álamos que hay frente a la casa y parecen traer un
mensaje funesto. Una mujer se persigna.
La religión, el río, las prohibiciones. Una mujer india, un hombre negro,
un banquero blanco. Una jauría de perros del infierno. Un ahorcado que se
balancea. Una hipoteca sin pagar, una granja que cambia de dueño. Tres muertes,
una pelea bajo la lluvia, un incendio.
Un chico de trece años va tejiendo en su relato los días del año en que
presenció un asesinato y fue obligado a guardar silencio. Un mago le ha dicho
que “todo es ilusión”, su madre siempre dice que “una cosa lleva a la otra”.
Esas voces juegan en su interior mientras el mundo cambia. O quizás es su
mirada la que va encontrando otro modo de ver. Ha descubierto que en una
situación límite sólo percibimos el contorno de las cosas, los bordes del
fantasma.
Tom Spanbauer nació en Estados Unidos en 1946. Mientras escribía Lugares remotos, trabajó como mozo y
portero de edificios. Actualmente dicta talleres de escritura en los que desarrolla
su propia técnica: la “Escritura peligrosa”. Se trata de buscar allí donde está
el mayor grado de dolor. Aquello que nos avergüenza, que nos intimida, que nos
perturba. Esa, dice Spanbauer, es la zona desde donde se debe escribir. Chuck
Palahniuk es, quizás, su discípulo más reconocido.
Eugenia Almeida
Publicado en Ciudad X
Marzo 2014
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