Último tango en Toulouse
Por Maximiliano Tomas |
Para LA NACION
Si en algo coinciden hoy la Argentina y España es en
los problemas que enfrentan los pasajeros en sus mayores aeropuertos, Barajas y
Ezeiza. Los conflictos de la empresa Intercargo (gestionada por integrantes de La Cámpora ) en Buenos Aires,
y los diversos reclamos de los empleados de Iberia, en Madrid y Barcelona,
hicieron que las delegaciones de escritores argentinos que debían viajar a
Toulouse, Francia, para participar de El Marathon des mots (Festival de las
Palabras), llegaran con casi un día de retraso. Nada trágico, desde luego, pero
algunos invitados, como Martín Kohan o Damián Tabarovksy, se vieron forzados a
ir directamente del aeropuerto, después de dieciocho horas de viaje y demoras,
a sus respectivas charlas. Solo lo que vendría después, un festival organizado
con profesionalismo y eficiencia, y que involucra a buena parte de la ciudad y
sus habitantes, hizo que el malhumor generalizado pudiera desaparecer
rápidamente.
Toulouse, apodada "la Ciudad Rosa " por
sus construcciones de ladrillo a la vista, y famosa por ser la preferida del
exilio español antifranquista (y por la exhibición de una placa dorada en la
fachada de un angosto edificio de tres pisos que dice que allí nació un
cantante de tango llamado Charles Gardes), tiene menos de 500 mil habitantes y
es la cuarta comuna francesa detrás de París, Marsella y Lyon. La semana pasada
fue sede de la octava edición del Festival de las Palabras, un encuentro que se
presupone literario pero cruza diversas actividades (charlas, conferencias,
entrevistas públicas y lecturas) y disciplinas (literatura, pero también danza,
teatro, cine y música), donde Buenos Aires era la ciudad invitada de honor.
Hacia allá fueron, pese a asambleas de empleados y cancelaciones, escritores
argentinos como Eugenia Almeida, Pola Oloixarac, Ernesto Mallo, Samanta
Schweblin, Fernanda García Lao, Eduardo Berti, Andrés Neuman y Alan Pauls.
Saben que la literatura se piensa y se hace en soledad. Tal
vez por eso, ninguno imaginaba que Toulouse los fuera a recibir con salas
llenas
Traducidos al francés, y también a otras lenguas, la mayoría
de ellos tiene, a esta altura, millas acumuladas en el arte de la exhibición de
sus figuras públicas. Y saben que la literatura se piensa y se hace en soledad.
Tal vez por eso, ninguno imaginaba que Toulouse los fuera a recibir con salas
llenas en cada uno de los encuentros en los que participaran. No importa dónde
se realizaran, ni cuál fuera el tema: a diferencia de lo que suele suceder en
Buenos Aires, la gente se agolpaba para escucharlos. No sería la única
sorpresa: Toulouse, que tiene apenas la mitad del tamaño que Buenos Aires,
cuenta con tantas librerías como la capital porteña, algunas de ellas (como
Ombres blanches ) realmente impresionantes por la cantidad y la calidad de los
fondos editoriales exhibidos. En el pequeño casco histórico de la ciudad hay
más de diez, sin contar las cadenas, algunas dedicadas de forma exclusiva a la
ciencia ficción, al policial o a los cómics.
¿Por qué en cada una de las actividades había cincuenta,
cien, trescientas personas? ¿Por qué en la Feria del Libro o en el Festival Internacional de
Literatura de Buenos Aires (Filba) no pasa lo mismo cuando los invitados son
escritores de ficción y no celebridades mediáticas o premios Nobel? Tal vez sea
una cuestión de dimensiones: muchas de ellas se concentraban en pocas cuadras a
la redonda, y el público podía ir a pie de un lado a otro. O de comunicación:
en cada esquina de la ciudad había un cartel que recordaba el desarrollo del
festival. O de calidad de jubilación: el noventa por ciento de los auditorios
estaban compuestos por mujeres de sesenta años o más. O, quizá, todo se deba a
su fuerte carácter performático. Muchos de los encuentros eran simples lecturas
de obra, para las que los organizadores habían convocado a reconocidos actores
del cine y el teatro francés. ¿Iba el público a ver a los intérpretes o a los
interpretados? ¿Será cierto, finalmente, como comentaba uno de los escritores
argentinos, que la industria editorial francófona es la única que no da
pérdidas en la actualidad debido al arraigado hábito de lectura de los
franceses?
Toulouse, que tiene apenas la mitad del tamaño que Buenos
Aires, cuenta con tantas librerías como la capital porteña
Alentados por el volumen de los auditorios, los escritores
que representaron a Buenos Aires soportaron con estoicismo las preguntas del
público, que (y en esto no suele haber variaciones: las expectativas del mundo
hacia la Argentina
siguen siendo las mismas, es decir, pocas) inevitablemente convocaron los
nombres de Borges, Gardel, Perón y Maradona, y tópicos como la crisis, el tango
o el fútbol. Kohan aceptó el desafío y deconstruyó algunos de los mitos
argentinos con humor ("¿Qué nos pasó que no fuimos la potencia que
estábamos destinada a ser? Nada especial. Lo cierto es que somos un país como
cualquier otro. Son nuestras fantasías megalómanas las que nos frustran")
y Pauls hizo otro tanto hablando de la pérdida ("Solemos pensar que la
derrota no está tan mal. Y ese es un sentimiento profundamente
argentino"). A Tabarovsky no le consultaron, como sucedió en un festival
de literatura hace algunos años, sobre la filiación nazi de Perón. Pero al
final de una de sus charlas le preguntaron, después de haber estado hablando de
cualquier otra cosa, por qué creía que no se leía tanto la poesía de Borges:
"Sencillamente porque Borges no era un buen poeta", contestó. El
público francés reía y participaba, compraba libros de los argentinos, se los hacía
autografiar y miraba el programa en busca de la próxima mesa. Cada tanto se
daba vuelta al toparse con las figuras singulares de Amelie Nothomb o María
Kodama. La máquina literaria recibía una nueva inyección de lubricante. Pedir
más hubiera sido pedir, verdaderamente, demasiado.
http://www.lanacion.com.ar/1597927-ultimo-tango-en-toulouse
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