La Revista Fuelle invita, cada número, a escribir un texto a partir de una imagen propuesta.
En el número cuatro, fuimos de la partida Emiliano Baigorri, Claudia Salazar Jiménez y yo.
Esta fue la foto que nos enviaron:
Y esta fue mi propuesta:
Luz
Voy a dejarme caer como una piedra blanda. Una hoja verde que se suelta fuera de tiempo. Cuando todo haya dicho que es suficiente; cuando el mundo construya pilares de nada; entonces, cuando haya visto que detrás de una cosa no hay otra sino eternas hileras de cosas; cuando vea los días en fila haciéndose uno en una especie de torre; cuando todo haya escrito la palabra que tenía prevista; cuando hayan pasado las hecatombes, los tornados, los ciclones, las muescas en la Tierra, las ínfimas estrellas explotando hacia adentro; cuando el centro de los arboles dibuje hacia afuera, en la corteza, que ya es suficiente; cuando los de mi especie corran gritando que es el apocalipsis entonces yo voy a dejarme caer como una fruta inmadura que desafía los tiempos.
El después del después. Nada. Palabras sin sentido. Alguien hace cuentas de espaldas al mundo. Calcula, busca el modo. Solo tenemos el instante previo. Y yo voy a dejarme caer, voy a resbalar, voy a sentarme a la orilla del mundo.
Y que vengan nomás a gritar primero las mujeres y los niños, voy a buscar un cigarrillo entre los restos de los muebles, voy a sentarme a mirar eso que no se sabe si es cielo o mar, voy a encontrar alguna sombra que no esté hecha de cemento, alguna boca de oscuridad, sí, claro, voy a quedarme esperando ese silbido que anuncia el final. Feliz. Esa es la palabra pero posiblemente ya nadie sepa qué signifique. Voy a sentarme a mirar cómo corren tratando de salvar objetos, cómo van gritando nombres creyendo que pueden escapar. ¿Correr adónde? Voy a sentarme a observar las huellas en la cara, el modo en que los finales tallan los huesos, voy a verlos correr. Eso es. Cuando todos corran yo voy a sentarme a mirar el fin de la materia.
La luz que cae recuerda el sol en los veranos. Si uno sólo mira eso puede jugar a estar a salvo. Palabras engañosas. Como siempre. Pero no, no elijo eso. Lucidez. ¿De cuántas formas se parece esta explosión brutal a la luz de una tarde en la playa? Estarme aquí, sabiendo que no hay relojes, no hay después, todo el pasado es ahora, una versión delirante del ahora. Voy a quedarme aquí mientras los otros eligen desesperación. Ver este extraño mundo derritiéndose. Huesos de papel. Huesos de papel. Todo se deshace por dentro. Quedarme aquí. Un encantador descanso antes del fin.
Cuando el mundo se hunda en la desesperación absoluta detenerse a mirar la última mueca de la naturaleza. Sin pensar. Sin tratar de salvar lo insalvable. Sólo disfrutando de esa sombra de oscuridad, de ese látigo de fuego, de ese momento perfecto en que la especie desaparece y somos, finalmente, libres.
Eugenia Almeida
Publicado originalmente en la Revista FUELLE
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