lunes, 9 de septiembre de 2013

Palacios plebeyos / Edgardo Cozarinsky





En el cine hay una niña. Duerme junto a su hermano, al lado de la banqueta en la que está sentada su madre, la espalda apenas inclinada, las manos sobre el piano, una mujer que trabaja musicalizando películas mudas de un cine de Saigón. La niña va a crecer, va a escribir, va a convertirse en Marguerite Duras, la enorme escritora francesa. Nadie sabe cuánto de esas noches de semipenumbra, apenas iluminadas por las sombras que titilan en la pantalla, puede haber impactado en sus libros perfectos. 

En 1927 se inaugura el Teatro Chino. La actriz Norma Talmadge pisa involuntariamente el cemento fresco y deja su huella marcada. El dueño del cine invita a Mary Pickford y a Douglas Fairbanks a hacer lo mismo. Nace una leyenda. Con los años, miles de estrellas de Hollywood van a dejar sus huellas en el “Paseo de la fama”.

Estas son algunas de las hermosas historias que el escritor y cineasta Edgardo Cozarinsky cuenta en su libro.  Con variadas citas (Bolaño, Arlt, Borges, Bioy Casares, Cabrera Infante, Wilcock y Silvina Ocampo, entre otros) y hermosas ilustraciones de publicidades, programas y afiches, Cozarinsky construye un pequeño artefacto hecho de belleza. No sólo por contar parte de la historia del cine (los narradores japoneses que relataban las películas mudas; el cinemascope y el cinerama como intentos de resistir la llegada de la televisión, las leyendas de los fantasmas, el autocine, las salas “para hombres solos”) sino también por el ritmo con el que el autor va llevándonos de una cosa a la otra. 

Para terminar, Cozarinsky ofrece un relato de ficción: un periodista y un policía investigan “el caso de las sonrisas póstumas”.

Eugenia Almeida
Publicado originalmente en Ciudad X
Agosto 2013

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