jueves, 24 de marzo de 2016

24 de marzo de 1976 / 24 de marzo de 2016 - 40 años / 40 historias



1977. Tengo cinco años. Mi madre me lleva “al centro”. Vivo en un barrio de la periferia y una salida como esta es prácticamente una fiesta. Caminamos por avenida General Paz. Oigo el chirrido de unas ruedas.

Algo me hace sentir un pánico helado. Una sensación que no sé nombrar pero que reconozco como familiar. Levanto la vista. Hay un auto, en medio de la calle, cruzado, las puertas abiertas. Han bajado dos o tres hombres. Uno tiene un arma en la mano. No sé qué es. Un arma larga.

Al volante, un tipo de bigotes con un cigarrillo en la boca. Los que bajaron persiguen a alguien que está corriendo. Lo atrapan. Lo arrastran. Lo van golpeando. Lo suben al auto. Todo eso, en un instante.

Miro alrededor. La gente en la calle está congelada. Inmóvil. Una multitud de estatuas de sal. Todos miran al suelo. Mi madre también. Siento cómo su mano aprieta la mía. Con una fuerza casi insoportable.

¿Me está diciendo que no me mueva? ¿Que no hable? ¿Que no tenga miedo? ¿Qué me dice en este momento en que asisto a la espantosa ferocidad del mundo? No lo supe entonces. No lo sé hoy. No dijimos nada al volver a casa. Nunca pregunté.

Once años después, mi madre murió. Parte de la herencia de aquella época es un silencio (indescriptible, repleto) y una mano que dice algo intraducible. A ese silencio y a ese gesto vengo tratando de ponerles palabras desde entonces.


Eugenia Almeida






Estela. La biografía de Estela de Carlotto - Javier Folco



Maestras de vida

Estela, del cordobés Javier Folco, aborda la figura de Estela de Carlotto 
como puerta de entrada para comprender la importancia y la vitalidad 
de la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo. 


Estela de Carlotto no necesita presentación. Su nombre, su rostro y su voz han marcado para siempre la historia de los derechos humanos en el país y en el mundo. Conocerla es una manera de comprender los modos en que podemos resistirnos a la injusticia. Conocerla –y descubrirla como “una de nosotros”– ayuda a dimensionar nuestra propia responsabilidad ante los embates que puede sufrir una comunidad.

Leyendo una biografía de Mandela, a Javier Folco se le ocurrió escribir un libro que abordara la figura de Carlotto. Cuando se encontró casualmente con la Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo le contó su idea. Al principio, Estela dijo que no; luego, que lo iba a pensar. Su temor era que se personalizara una lucha que es intrínsecamente colectiva. Unos meses más tarde, después de recibir algunos detalles por parte de Folco, Carlotto aceptó. Así llegarían los encuentros, las entrevistas y la investigación.

Después de años de trabajo, a principios de 2014, Javier Folco publicó en Italia Estela Carlotto. Una nonna di Plaza de Mayo. El 5 de agosto de ese año, la Historia argentina y la vida de Estela dieron un vuelco feliz: la jueza Servini de Cubría le informaba a la Presidenta de Abuelas que su nieto, Guido, había sido encontrado después de 36 años de búsqueda. Algo cambió en todos nosotros. Y algo debía cambiar en el libro de Folco. Ahora podía incluirse en el relato la alegría del reencuentro. En la edición argentina, publicada hace unos meses en la colección “Historia urgente” de Editorial Marea, el autor pudo actualizar esta historia que nos involucra a todos. 

El eje que estructura Estela. La biografía de Estela de Carlotto es la identidad. No sólo en lo referido a los nietos apropiados durante la última dictadura sino también en relación a los cambios que una persona debe atravesar para luchar por sus convicciones y abrazar una causa colectiva.

Estela de Carlotto nació en 1930, el año en que Argentina sufrió el primer golpe de Estado. Una chica que se casó joven y tuvo cuatro hijos. Una mujer que se transformó para llegar a ser ese enorme símbolo de ética, perseverancia y justicia que conocemos hoy. 

Laura Carlotto nació el 21 de febrero de 1955, cuando Estela tenía 24 años. Como muchos jóvenes en la década de 1970, Laura repartía su tiempo entre la facultad, donde estudiaba Historia, y su participación en política. Su labor  en Montoneros estaba centrada en el área de prensa. El 31 de julio de 1977 Laura fue secuestrada. Tenía 22 años. El 1 de agosto Guido Carlotto –esposo de Estela– también despareció. Hospitales, comisarías, la indiferencia, la crueldad. Estela ya no dormía en su casa. Sabía que estaba en peligro. Sin embargo, no dejó de ir a  trabajar a la escuela. Su esposo reapareció 24 días después. Volvió deshecho. La tortura había dejado marcas definitivas.   

La búsqueda siguió, nunca se detuvo. En abril de 1978, una mujer que había estado detenida con Laura le dijo a Estela que su hija estaba embarazada y que el nacimiento del bebé estaba previsto para junio. Ahora sabía que los militares, además de robarle su hija le habían robado un nieto. En agosto la policía se comunicó con la familia para informarle la muerte de Laura. Les entregaron el cuerpo. No hubo noticias del niño que había nacido dos meses antes.

Rompiendo el previsible orden cronológico, Javier Folco aborda esta historia  recopilando testimonios y voces que dibujan no sólo la vida de Carlotto sino, fundamentalmente, la larga lucha de las Abuelas. A pesar de su título, Estela es mucho más que una biografía. Carlotto es aquí –como en la vida– el rostro visible, la puerta de entrada a una realidad nodal de nuestro país. 

El testimonio de los hermanos de Laura quizás sea lo más impactante del libro. Allí se evidencia la carnadura humana de Carlotto: en la mirada de sus hijos que, sin idealizarla, pueden ver todo lo que tuvo que atravesar para convertirse en la Estela que todos conocemos: una “mujer común” –como a ella misma le gusta definirse– que fue capaz de superar todo para hacer cosas extraordinarias.

El libro de Javier Folco también permite conocer otros actores sociales y políticos y saber cuál fue el rol de cada uno de ellos en relación a la lucha por los derechos humanos. El autor  ha cumplido cabalmente con el deseo que explicita al decir que el libro “nació con pretensiones de homenaje y de agradecimiento, pero también como un acto de simbólica compañía y de humana provocación.”


Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X




martes, 22 de marzo de 2016

Irène - Pierre Lemaitre



Homenaje al policial


El comandante de la Brigada Criminal parisina Camille Verhoeven siempre ha llamado la atención por su tamaño. Mide un metro cuarenta y cinco centímetros. Desde su infancia ha luchado contra esa característica física construyendo una presencia que haga olvidar su estatura.

El 7 de abril de 2003 Camille recibe una llamada. Le avisan que ha habido “una carnicería”. Lo que se describe es algo que sólo los lectores no impresionables podrán soportar. Dos cadáveres destrozados y una pared en la que alguien ha escrito con sangre: “He vuelto”. La escena del crimen recuerda al famoso cuadro de Goya “Saturno devorando a sus hijos”.

El Comandante enlaza intuiciones y encuentra algunas respuestas en su biblioteca. El crimen parece tener relación con La Dalia Negra, de  James Ellroy; un clásico de la novela negra. Poco a poco surge la imagen completa: un asesino reproduce, con sus crímenes, escenas de diferentes novelas policiales. La prensa lo bautiza como “El novelista”.

Verhoeven comienza una investigación que va a llevarlo a diferentes escenarios. Su único espacio de descanso son los momentos que pasa con Irène, su esposa embarazada. En ese cotidiano late una paz mansa y serena que permite tomar aire antes de volver a hundirse en la oscuridad.

Los personajes se entrecruzan en una historia atravesada por la literatura. Los miembros de la Brigada, el responsable de la policía científica, un especialista en perfiles criminales, un informático, un periodista de policiales, una jueza, un profesor de literatura y un librero rodeados por la presencia fantasmagórica de autores como Bret Easton Ellis, William McIlvanney, William Irish, Georges Simenon, John Connelly, Ross MacDonald, Maj Sjöwall y Per Wahlöö. 

Camille lleva a cabo una investigación que implica estar en la calle pero también leer novelas. En un gesto arriesgado, buscará el modo de ponerse en contacto con el asesino. Habrá un intercambio de cartas. Y en uno de esos papeles, “El Novelista” dirá: “Me gustan esos bucles perfectos que enlazan con tanta precisión la literatura y la vida”. 

De eso se trata esta novela. De la extraña relación que puede construirse entre ficción y realidad. O, más precisamente, de los modos en los que la realidad puede reproducir la ficción. 

Seis asesinatos que recrean los escenarios de cinco novelas. El juego que sólo puede construir un escritor que es, fundamentalmente, un gran lector. Irène es, en cada página, un homenaje que Pierre Lemaitre hace al género policial. En ese sentido, la cita de Roland Barthes que abre la novela (“El escritor es una persona que encadena citas quitando las comillas”) funciona como un indicador de lectura.

Hay algo en este libro que recuerda a un guión. Un encadenamiento de frases cortas que presentan un escenario. Lugar, hora, los datos indispensables para que la imagen se haga presente. Una economía de palabras que precipita la historia.

En una decisión extraña, la editorial Alfaguara cambió el título original de la novela. Lo que aquí conocemos como Irène, en Francia se llamó Travail soigné, una expresión que sirve para designar algo que se ha hecho con mucho cuidado, con mucho detalle. Claramente, un título mucho más ajustado a la historia de un asesino que comete sus crímenes como si fuera un artista creando una  obra maestra.

Pierre Lemaitre nació en Francia en 1951. Empezó a escribir a los veinte años pero tardó mucho tiempo en decidirse a mostrar lo que hacía. Criado en una familia que sacralizaba la literatura, creció rodeado de lecturas gracias a su madre que, en cuanto aparecieron los libros de bolsillo, llenó la casa con todos los títulos que se iban publicando.

Lemaitre estudió Psicología y trabajó durante años dando clases de literatura a bibliotecarios. En una de esas clases conoció a la que luego sería su esposa. Ella le preguntó por qué no escribía y ese gesto abrió las puertas. Él le mostró un manuscrito; ella lo leyó e inmediatamente le dijo que tenía que hacer todo lo posible para publicarlo. 

Aquel manuscrito –la novela que hoy conocemos como Irène– fue enviado a diversas editoriales. Su autor tuvo que soportar que le dijeran veintiuna veces “no”. Hasta que un día uno de los editores que había rechazado la novela lo llamó para decirle que lo había reconsiderado y estaba dispuesto a publicarla. Lemaitre tenía cincuenta y seis años. En poco tiempo se convirtió en un escritor de policiales reconocido en toda Francia. En 2003 redobló la apuesta y, alejándose del género negro, publicó Nos vemos allá arriba, una novela que ganó el premio Goncourt, posiblemente uno de los reconocimientos más importantes de la literatura europea. 

Irène es la primera historia protagonizada por el Comandante Camille Verhoeven, un personaje que reaparece en otros tres libros del autor francés.

Eugenia Almeida


Publicado originalmente en Ciudad X


martes, 15 de marzo de 2016

Pureza - Jonathan Franzen



Relaciones de poder 


Jonathan Franzen nació en Estados Unidos en 1959. Hijo de un ama de casa y un ingeniero,  cuando era adolescente les prometió a sus padres que si no publicaba un libro antes de los 25 años dejaría la escritura y se dedicaría a estudiar Derecho. Tardó tres años más en cumplir su promesa: en 1988 publicó Ciudad veintisiete. En 1996 la revista literaria Granta lo incluyó entre los veinte mejores novelistas jóvenes de su país. En 2001 su novela Las correcciones causó un revuelo en el ambiente literario norteamericano y Franzen se convirtió en una figura pública. Nueve años después, cuando publicó Libertad, la revista Time lo puso en tapa con un título taxativo: “El gran novelista estadounidense de nuestro tiempo”. 

No debe ser fácil ser Jonathan Franzen. Quizás esa tapa y ese título lo han dejado solo ante el peso de semejante distinción. Hubo una época en que las expectativas se repartían entre él y su amigo David Forrest Wallace. Cuando éste se suicidó, Franzen quedó en el incómodo rincón del que debe cumplir un mandato demasiado ambicioso. Esa utopía de escribir la “gran novela americana” que acosa a tantos escritores estadounidenses y que suele convertirse en un calvario. El hambre de “contarlo todo” puede derrapar en un exceso que es sólo acumulación.

La última novela de Franzen, Pureza, ha recibido críticas elogiosas y otras despiadadas. Entre estas últimas hay un abanico amplio que va de acusaciones de misoginia a la lapidaria definición del Gawker Review of Books: “es un irrelevante pedazo de mierda”. 



Secretos de familia

Es casi imposible contar el argumento de las novelas de Franzen. Son tantos los personajes, los escenarios y los temas que, escriba uno lo que escriba, siempre parecerá poco. Una marca de estilo que vuelve a repetirse en Pureza.

Purity tiene 23 años. Sobrevive a base de trabajos precarios. Tiene una deuda de ciento treinta mil dólares con la universidad donde estudió. Sabe que es imposible conseguir ese dinero. Comparte una casa con una serie de personajes marginales. Purity, a quien todos llaman Pip, está enamorada de Stephen. Para ella resulta terrible escucharlo decir que la quiere “como una hija”. Hay algo ahí que duele más de lo esperado. Pip no sabe quién es su padre; su madre nunca ha querido decírselo. Sobre ese silencio y esa ausencia gravita gran parte de su vida. La falta de dinero, la falta de padre y la falta de amor se atan en un solo eje cuando decide buscar a su padre para exigirle que se haga cargo de su deuda universitaria.

Pip conoce a una mujer alemana que trabaja en la defensa de los derechos de los okupas. Es ella, Annagret, la que le habla de Andreas Wolf, un activista que ha encontrado refugio en Bolivia después de ser acusado de piratería y espionaje en diferentes países. Allí ha fundado el Sunlight Project, una organización que saca a la luz los secretos de los poderosos, mediante la filtración de documentos. Annagret hace todo lo posible para reclutar a Pip y convertirla en parte del equipo que trabaja en Bolivia. Cuando todos sus argumentos fracasan, logra interesarla ofreciéndole ayuda para descubrir  quién es su padre y dónde está. 

Pip pasará un tiempo en esa especie de granja que es el Sunlight Project, donde se reproducen  ciertas estructuras que basculan entre una comunidad, una secta y un partido político. Edificios llenos de jóvenes que trabajan como si cumplieran una misión; pivoteando alrededor de Wolf, una especie de padre, modelo, mesías y gurú. El poder del carisma personal en su expresión más extrema. 


Totalitarismos

Wolf nació en Alemania Oriental en 1960. Durante su juventud se opuso, como pudo, al gobierno comunista. Sin embargo fue una oposición frágil, narcisista, hecha a su medida: un “niño bien”, hijo de funcionarios supuestamente ejemplares, héroes del Partido Comunista. Wolf luchará más contra su familia que contra el régimen. Un gesto de rebeldía que podría leerse casi como un capricho infantil le hará romper definitivamente los lazos con sus padres. Alejado de su entorno, en cierto momento Wolf cometerá un crimen. Durante la caída del Muro de Berlín, la necesidad de proteger su secreto lo pondrá en un escenario particular y lo dejará ante los ojos del mundo como un ejemplo de resistencia. Con el tiempo, Wolf sabrá ir torciendo la realidad para crear un relato épico de sí mismo. Lo que fue oportunismo o salvataje individual se disfraza de  acto de heroísmo. Poco a poco va haciéndose conocido y convirtiéndose en un referente para aquellos que luchan por la transparencia. Su pasado es cada vez más pesado. ¿Quién confiaría en alguien que se jacta de exponer a la luz  los secretos más oscuros y sin embargo oculta algo tan grave sobre sí mismo?

El relato de la vida de Wolf es, quizás, lo más interesante de Pureza. Allí el autor expone el modo en que ciertos regímenes que pretendían ser equitativos y postulaban la igualdad como valor tenían en realidad una doble moral, permitiendo y propiciando privilegios para unos pocos que terminaban convirtiéndose en una suerte de aristocracia.

Wolf no sólo es consciente de esa doble moral sino que, con el paso de los años, tendrá una mirada crítica sobre Internet y la comparará con el Régimen comunista de Alemania Oriental. En este punto, el personaje y el escritor comparten una mirada. Franzen ha declarado en múltiples entrevistas su desconfianza hacia las nuevas tecnologías. Alguna vez dijo: “Hubo una época, la del comunismo, en la que la respuesta a todas las preguntas era: socialismo. Hoy esa respuesta es: redes sociales, internet. Damos un enorme poder a las grandes corporaciones que pretenden definir y dirigir todos los términos de nuestra existencia. Hay algo totalitario en internet, porque el totalitarismo no son solo los desfiles, la policía secreta, la ideología, es que te impongan algo que no tienes opción de rechazar.”


La apuesta

Franzen hace una jugada ambiciosa. Los temas que ocupan su novela son muchos y muy profundos: la búsqueda de identidad, los secretos familiares, la violencia de género, los movimientos contestatarios, las persecuciones políticas, los regímenes totalitarios, la relación entre padres e hijos, la infidelidad, los problemas de pareja, el abuso de poder, las relaciones entre hombres y mujeres, la culpa, el deseo de maternidad, los servicios sociales, la adolescencia, el deseo, las frustraciones, las nuevas redes sociales, la pérdida de intimidad, la discapacidad, la pobreza, la uniformidad de los discursos, la contaminación, la vigilancia estatal, el espionaje, la carrera armamentista, la corrupción, el consumo de drogas, la obediencia, la paranoia, la manipulación y el rol del periodismo como actor social y político. Finalmente, todo se resume en un punto: el poder.

Es importante destacar que casi todo se aborda desde la esfera de lo individual. Aun cuando se habla de lo social, se está hablando desde un ángulo individual. Da la impresión de que lo social es aquí sólo la superposición y acumulación de individuos. Quizás en ese aspecto Franzen sí haya podido reflejar algo nodal de la idiosincrasia estadounidense: la primacía de los individuos por sobre la idea de comunidad.

En gran parte del relato hay una mirada conservadora. No sólo en el tipo de estructura narrativa sino también en lo ideológico: por ejemplo, en el rol que se le otorgan a hombres y mujeres. O en ciertos residuos freudianos que insisten en presentar las relaciones con los padres como matriz fundacional de las relaciones amorosas. 

Con un homenaje explícito a la obra de Charles Dickens y referencias a personajes reales como Markus Wolf, Julian Assange, Ted Kaczynski y Edward Snowden, Pureza da la impresión de ser muchos libros en uno. Cada lector decidirá si eso es algo para celebrar o para lamentar. 



Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X



sábado, 12 de marzo de 2016

Mujeres que (se) escriben - Daniel Gigena

En los últimos quince años, de la mano de nuevas voces de escritoras, aparecieron en la literatura argentina personajes femeninos más audaces e innovadores

Daniel Gigena 
para LA NACION


¿Cómo se transformó la representación de las mujeres en la literatura nacional? ¿Cómo pasaron de ser meros agentes pasivos (si no figuras ausentes) a protagonistas exclusivas, como sucede en los libros de Ariana Harwicz y Sylvia Molloy, por nombrar a dos autoras contemporáneas de distintas generaciones? Los cambios en el contexto social, por supuesto, acompañan e impulsan nuevos circuitos, dinámicas y consumos literarios, pero la relación entre realidad y ficción es reticular. En los últimos quince años, junto con el despliegue de nuevas subjetividades femeninas en la ficción aparecieron más voces de escritoras.

"Creo que es evidente que hay una mayor edición y circulación de escritoras mujeres tanto a nivel nacional como regional e internacional -comenta Nora Domínguez, doctora en Letras, directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (UBA) y autora de libros clave como Lazos de familia. Herencias, cuerpos, ficciones y Fábulas del género-. Me interesan Margarita García Robayo (Colombia), Lina Meruane (Chile), Fernanda Trías (Uruguay), Verónica Stigger (Brasil). Ellas saben mirar los mundos en que viven y extraer los personajes, los conflictos, las voces más desafiantes que los hagan hablar; trabajan en los límites y eso me seduce mucho porque están probando qué decir, cómo narrar, cómo levantar capas de sentidos. La mexicana Valeria Luiselli tiene una imaginación sofisticada y un manejo extraordinario de la prosa."

Sobre el trabajo de las autoras nacionales, Domínguez agrega: "La vida doméstica, los lazos familiares, los encuentros afectivos y sexuales son los aspectos que tal vez más han cambiado a lo largo del siglo XX y en lo que va del XXI. La literatura, aunque puede anticiparse o ir detrás de las transformaciones, siempre va con ellas a su lado, ofreciendo perspectivas y colocando voces diferentes en esas series. Los temas proliferan: las marcas de la enfermedad, las versiones inéditas de las violencias políticas aún sin narrar o de las violencias sobre el cuerpo de las mujeres, los viajes y exilios. Pero lo interesante es la emergencia de modos de narrar más desprejuiciados, más críticos, más experimentales, que alteran nuestras certezas sobre las representaciones de género y las múltiples relaciones imaginarias, reales, políticas que establecemos los humanos." Domínguez adjunta en su respuesta una larga lista de autoras: Perla Suez, Sylvia Molloy, Gabriela Cabezón Cámara, María Martoccia, Mariana Docampo, María Moreno, Matilde Sánchez, Romina Paula, Gabriela Massuh, Tununa Mercado. "Y leí con mucho interés a María Sonia Cristoff, Selva Almada, Lucía Puenzo, Samanta Schweblin, Vanesa Guerra y Mercedes Araujo. Hay otras que también vienen pisando fuerte: Eugenia Almeida, Ariana Harwicz, Virginia Cosin."

¿En la literatura escrita por varones en los últimos años esas modulaciones e intensidades también aparecen? Domínguez sostiene que sí. "Difícilmente me vaya a olvidar de la mucama enamorada, abandonada y espiada de cerca en Rabia de Sergio Bizzio, o del personaje de Helena, en la nouvelle de Eduardo Muslip Plaza Irlanda, o de las jóvenes lesbianas de Iosi Havilio en Opendoor o en Paraísos. No me parece un factor determinante que sus autores sean varones; dieron en el clavo con una construcción del mundo afectivo y sensible de los personajes, que los vuelve muy creíbles. Supieron encontrar para esos personajes femeninos las herramientas perfectas que ofrecen el estado actual de la cultura, de sus lenguajes y de su imaginación. Los personajes de las tres novelas de Gabriela Cabezón Cámara también concentran personajes potentes, espacios de lo marginal en carne viva y una lengua a un mismo tiempo controlada y desquiciada que los domina. Con esos textos sí que ganamos."


El lugar de las fantasías

Mariana Docampo es licenciada en Letras, narradora y directora de la colección Las Antiguas, del sello Buena Vista, que rescata textos de autoras argentinas del pasado, como Emma Barrandeguy o Elvira Aldao. Para la autora de La fe, los cambios más interesantes en la representación de personajes femeninos se dan en la literatura escrita por mujeres. "Ahí aparecen los personajes femeninos más originales, por la libertad con la que se expresan ciertos aspectos de algunas mujeres, ante los cuales la mirada masculina es sesgada, muchas veces por desconocimiento, por desinterés o por prejuicio. Personajes sobre los que no cae la mirada o pregunta moralizante de un autor hombre, o que no ocupan el lugar de sus fantasías, algo que lamentablemente sigue siendo muy frecuente en la literatura argentina contemporánea." Sobre este último aspecto, basta repasar títulos best sellers de autores locales en los que aparecen variaciones insufribles de la femme fatale, la arpía o la ninfómana.

"Son muy interesantes las dos novelas de Harwicz, La débil mental y Precoz, que muestran una sexualidad de los personajes femeninos un poco incómoda para los lectores -apunta Docampo?. Madres con una fuerte carga incestuosa, que ponen en jaque el estereotipo de la maternidad y que extreman el rol hasta lo indigerible. Otra escritora que trabaja en un borde muy particular para representar a sus protagonistas mujeres es Cabezón Cámara, que está inmersa en las aguas de lo queer. Sus mujeres están como estalladas por dentro (y por fuera también), un poco más allá del género, son y no son mujeres; podríamos decir que son transmujeres. También me parece innovadora la representación de mujeres que aman o desean a otras mujeres en La intemperie de Gabriela Massuh, o en Desarticulaciones, de Sylvia Molloy. El tratamiento de lo autobiográfico les da un plus de valor a estas novelas porque eso desborda los límites textuales y extiende lazos hacia las protagonistas reales."

Click Aqui
Para Docampo, la literatura anticipa o expresa cambios de época. "Lo importante es prestar atención a estas voces y a estas nuevas representaciones, porque son las que amplían el abanico de lo que se cuenta en la Argentina, lo enriquecen, y a la vez, modernizan la literatura, la adaptan a los tiempos que corren. Esto significa que ya sea que nos identifiquemos o no con los personajes representados, los lectores vamos a tener la oportunidad de abrirnos a nuevas subjetividades; esto trae implícito una posibilidad de reflexionar más y mejor sobre nosotros mismos y el mundo en que vivimos." Otras autoras, como Ariadna Castellarnau, Mariana Komiseroff, Giselle Aronson, Violeta Gorodischer, Natalia Brandi, Beatriz Vignoli, Paula Brecciaroli, Natalia Massei, Claudia Aboaf, Mirta Hortas, Marina Yuszczuk y Mariana Travacio suman espesor a la experiencia femenina desde ópticas domésticas trastrocadas, en medio de odiseas de inmigraciones y extravíos o de identidades en formación constante.


Pasajeras en trance

Julián López, autor de Una muchacha muy bella, novela organizada a partir de una figura femenina radiante, considera que el universo actual de la literatura argentina está escrito en gran medida por mujeres. "Puedo mencionar como potentes y diversas en el sentido de la representación y las voces de lo femenino a Gabriela Cabezón Cámara y a Inés Garland, dos escritoras que abordan universos de mujeres con niveles de intimidad que pueden sorprender por lo variado y en todo caso lo lejano, pero también por la veracidad y la voracidad como una característica de esas escrituras", dice López. "Además de ellas, me gustan mucho Alejandra Zina, me encanta la voz poderosísima que construyó Samanta Schweblin en la admirable Distancia de rescate, Selva Almada. Un descubrimiento personal fuera de este marco temporal fue Emma Barrandeguy, que como todo lo bueno viene de la mano de María Moreno, que fue quien la redescubrió. Su novela Habitaciones es fundamental en el contexto histórico y de género."

Gabriela Cabezón Cámara es una de las autoras más mencionadas por sus colegas varones y mujeres a la hora de evaluar la originalidad narrativa para diseñar personajes femeninos en la literatura local. "Lo que ahora está sucediendo es que muchas más mujeres escriben y publican; obviamente, lo hacen desde una perspectiva particular, diferente de la mirada hegemónica", dice. "Me interesa mucho lo que hacen Carina Radilov Chirov, cómo construye personajes de mujeres en momentos de clivaje; Zina, que explora vínculos de perturbadora intimidad entre mujeres; Harwicz, que piensa algo poco pensado como la relación madre-hija; Marina Mariasch, que construye un mundo familiar femenino en Estamos unidas; Havilio, con ese personaje fascinante de Opendoor, y Fernanda Laguna (alias Dalia Rossetti), que hace un trabajo impresionante en Dame pelota. Ahora ella trabaja sobre una mucama perversa, enamorada de su patrona y caliente con sus hijas adolescentes (las de la patrona). Rompe límites Fernanda. Me divierte mucho también la investigadora de María Inés Krimer, Ruth Epelbaum, una señora en sus cincuenta que, ayudada por su mucama y amiga, resuelve casos policiales en una Buenos Aires bastante pesadillesca."

Para Andrea Ostrov, doctora en Letras, docente e investigadora del Conicet, autora de El género al bies: cuerpo, género y escritura en cinco narradoras latinoamericanas y Espacios de ficción. Espacio, poder y escritura en la literatura latinoamericana, existen orientaciones claras en la narrativa escrita por mujeres en las dos últimas décadas. "Por un lado, persiste una continuidad fuerte en relación con la violencia dictatorial y el trabajo de la memoria, tal como lo evidencian las últimas novelas de Sara Rosenberg (Un hilo rojo y Contraluz); de María Teresa Andruetto (Lengua madre y Los manchados); de Susana Romano Sued (Procedimiento); de Nora Strejilevich (Una sola muerte numerosa) y de tantas otras narradoras. La representación del pasado traumático se realiza en forma fragmentaria, mediante el ensamblaje de voces, documentos, cartas, testimonios. Los personajes femeninos -muchas veces con una impronta autobiográfica- intentan una recuperación de lo acontecido que posibilite alguna reconstrucción de sentido, un ejercicio de la memoria que resignifique la historia a partir de los interrogantes del presente. Otras veces, la reconstrucción e indagación del pasado se refiere al linaje familiar, al desarraigo de los padres o abuelos inmigrantes, a las tradiciones, a la tierra perdida. Aquí, la recuperación de la genealogía y la historia familiar resultan decisivas en la configuración de la propia subjetividad de las protagonistas." En esta línea trabajaron María Rosa Lojo, Griselda Gambaro, Perla Suez, Ana María Shua y María Angélica Scotti, entre otras. Otra vertiente que Ostrov destaca es aquella que se refiere a la violencia de género y a la trata de mujeres. Trabajos recientes de Angélica Gorodischer (una pionera) avanzan por ese camino.

Más allá de las líneas temáticas o las tendencias más visibles, para Ostrov los nuevos personajes femeninos se alejan en gran medida de los estereotipos de género y de las representaciones tradicionales. "Podríamos decir que sus identidades se constituyen precisamente a partir de los desvíos, rupturas y disensos que son capaces de establecer respecto de los modelos hegemónicos y los roles sociales recomendados. En este sentido habría que inscribir también los relatos que problematizan las formas tradicionales de maternidad y proponen configuraciones familiares, afectivas y sexuales alternativas, como por ejemplo La Virgen Cabeza y Romance de la negra rubia de Cabezón Cámara; El niño pez de Lucía Puenzo; La intemperie de Massuh; No es amor de Patricia Kolesnicov y, por supuesto, Varia imaginación de Molloy."

Para Cabezón Cámara los nuevos personajes femeninos importan, y mucho, porque "están poco escritos, porque permiten pensar nuevos puntos de vista". "Recuerdo cuánto me fascinó leer Casandra de Christa Wolf, una lectura de Agamenón, la tragedia de Esquilo. Casandra tenía el don de ver lo que sucedería y la maldición de no ser escuchada nunca por nadie, narrando el final de la guerra de Troya y el del comandante en jefe de su ejército: hermoso -agrega-. Es un trabajo semejante al de Jean Rhys en Ancho mar de los Sargazos: cuenta una historia ya contada desde la perspectiva del personaje que no hablaba o que no era escuchado, de la mujer, de la loca".

Creados por la urgencia de la actualidad, la búsqueda de una ruptura con la tradición o el deseo de perfilar otras voces, los personajes femeninos alcanzan un relieve inesperado en la literatura nacional a la vez que la enriquecen y transforman.


Daniel Gigena 





jueves, 10 de marzo de 2016

Entretien avec Lise Belperron (Éditions Métailié)



Lise Belperron : "Les écrivains d’Amérique du Sud voyagent beaucoup, s’expatrient souvent"

MARIE TORRES

Les auteurs chiliens, argentins ou encore mexicains, Lise Belperron les connaît bien. Et pour cause, voilà cinq années qu’elle a rejoint les éditions Métailié, maison fondée en 1979 et spécialisée dans la littérature sud-américaine. 






Micmag.net : En quoi la nouvelle génération se distingue-t-elle de celle du fameux Boom littéraire des années 60/70 ?

Lise Belperron : En Amérique Latine, comme partout ailleurs, la nouvelle génération d’écrivains n’est pas du tout confrontée aux mêmes réalités que ses aînés : la culture se démocratise, la guerre froide est finie, la politique n’enchante plus personne et la littérature se devait d’emprunter d’autres chemins. Beaucoup de jeunes écrivains se lancent dans l’exploration du passé proche – celui qui ne passe pas – dictatures, disparus, guerres civiles…

M. : Une littérature de la mémoire ?

L.B. : Souvent, les pouvoirs en place ont décrété des amnisties générales sous prétexte de sauver la paix et ont ainsi entravé tout le travail de mémoire nécessaire ; la littérature permet de fouiller ces archives et d’entamer une réflexion sur ce qui s’est passé. C’est le cas d’Elsa Osorio, Raquel Robles, Diego Trelles Paz, Martin Kohan… pour citer les plus récents.

M. : Mais ce n’est pas le cas de tous…

L.B. : Beaucoup se sont aussi repliés sur eux-mêmes, et ont découvert les joies de l’autofiction - à la française, pour le dire vite -, en se lançant dans la description de leur vie de doctorants aux Etats-Unis, de leur vie de couple, de famille, etc. Les écrivains d’Amérique du Sud voyagent beaucoup, s’expatrient souvent, parfois pour toujours, du coup le territoire en tant qu’ancrage perd parfois un peu de poids.

A l’opposé, on trouve un certain nombre d’auteurs qui s’inscrivent dans la lignée du grand « journalisme littéraire », ou de la « narrative non fiction » : c’est du réalisme, certes, mais sans fiction ; une forme de documentaire. On raconte le réel avec toute sa subjectivité. Par exemple, Leila Guerriero, Selva Almada dans son dernier livre Les Jeunes Mortes…

On peut noter également l’immense influence du Chilien Roberto Bolaño, toujours au sommet des références pour les jeunes écrivains latino-américains, et bon nombre de trajectoires personnelles qu’on ne peut rapporter à aucun effet de mode ou de génération : des écrivains qui construisent une œuvre, tout simplement.

M. : Qu’en est-il du fameux « réalisme magique » attribué aux auteurs de la génération du Boom ?

L.B. : Le réalisme magique reste présent, parfois : les Latinos sont bien moins cloisonnés que nous et, par exemple, on y trouve un goût certain pour le fantastique, qui chez nous est plutôt considéré comme un genre mineur, peu digne d’intérêt – ces dernières années en tout cas.

M. : Concernant les femmes, peut-on dire que, depuis le succès international de « La maison des esprits » d’Isabel Allende au début des années 80, leur a ouvert la voie ?

L.B. : En réalité, certaines avaient gagné une évidente reconnaissance avant Isabel Allende, dans des cercles restreints il est vrai : Clarice Lispector au Brésil, les poétesses Alfonsina Storni ou Alejandra Pizarnik en Argentine.

Aujourd’hui, les femmes ont plus ou moins la même place qu’ailleurs sur la scène culturelle : plus rarement reconnues que les hommes, elles retournent parfois le préjugé comme un gant en s’aventurant dans des formes ou des thèmes beaucoup plus périlleux.

M. : C’est-à-dire ?

L.B. : Je pense à des thèmes féminins par excellence comme la maternité, la relation amoureuse, mais aussi la maladie ou la mort. Mais elles ne les abordent pas toujours d’une manière attendue ; beaucoup, par exemple, explorent des maternités tourmentées, compliquées ; elles sont souvent moins dans la forme, plus dans la sincérité…

M. : Des exemples ?

L.B. : Eugenia Almeida, dont nous publierons le dernier roman à la prochaine rentrée, utilise les codes du polar (un mort, des flics, des journalistes) dans un livre époustouflant qui est tout sauf un polar ! plutôt du côté du thriller métaphysique, pas très loin de Beckett !

On en voit quelques-unes s’aventurer du côté de la « narrative fiction », sur des sujets aussi divers que le malambo (une danse folklorique argentine), chez Leila Guerriero – elle sera publiée chez Bourgois-, la Patagonie, le sexe chez Gabriela Wiener, la Palestine pour Lina Meruane, le féminicide poue Selva Almada. Mais ceci n’est pas très important, et là encore on peut difficilement établir des généralités, pour moi, il y a les bons livres et les mauvais livres…

M. : En conclusion ?

L.B. : On peut dire qu’avec des auteurs comme Piedad Bonnett, Aurora Venturini, Lina Meruane, Selva Almada, Elsa Osorio, Eugenia Almeida, Adriana Lisboa, Ana Paula Maia, Lucia Puenzo… Les femmes sont vraiment entrées en littérature, même si elles restent minoritaires parmi les auteurs alors que, ne l’oublions pas, l’édition est un des milieux les plus féminins qui soient !



Pour en savoir plus sur les Editions Métailié, cliquez ici




martes, 8 de marzo de 2016

Travaux en cours, risques de chutes. Comentario sobre la versión francesa de "El colectivo"



Littérature Féminine et rapports de force.

Le bon, la brute et la femme.


(...) Autre contexte, et autres rapports de force sociaux, dans L’Autobus, d’Eugenia Almeida, roman argentin tellement loué par la critique que je n’ai plus grand-chose à dire dessus, si ce n’est qu’un épisode a retenu mon attention en ce qu’il révèle comme rapports insidieux entre montée au pouvoir des putschistes et soumission féminine. (...)



Para seguir leyendo





domingo, 6 de marzo de 2016

LA LLUVIA DE VERANO. Duras por Galazzi




LA LLUVIA DE VERANO
de Marguerite Duras

Sube a escena con 
dramaturgia y dirección de Stella Galazzi



Estreno: domingo 6 de marzo, 21 hs.
Funciones: domingos 21 hs.

ELKAFKA  
ESPACIO TEATRAL
Lambaré 866, teléfono 4862-5439
http://elkafkaespacioteatral.blogspot.com.ar/



Un camino apasionante y enriquecedor

La lluvia de verano nos convocó a emprender un largo camino -18 meses de trabajo- con el fin de adaptar la novela al lenguaje teatral. La tarea consistió, principalmente, en desentrañar los lazos que nos unían a esta novela. Los materiales que comenzaron a aparecer nos proponían miradas posibles desde lo filosófico, lo espiritual, lo social, lo psicológico. Finalmente, a partir del trabajo de ensayos y puesta en escena, encontramos un camino posible.

Esta versión de la novela de Duras -que preserva el título original- no incorpora ningún texto fuera de los que escribió la autora; apenas, un pequeño agregado al principio como apertura a una escena que en la novela no existe, pero que nos sirve para incorporar y sintetizar datos que sí figuran en el original.

Hay una elección de situaciones con cambios en la sucesión de las mismas, omisiones de personajes determinadas por nuestra propia necesidad de sentido y los requerimientos del lenguaje teatral. Se buscó facilitar la comprensión por parte del espectador, y a la vez, plasmar la complejidad del mundo de esta familia sin caer en el prejuicio, pero tampoco en la idealización.

Esta historia fue abordada por Marguerite Duras varias veces en su obra artística: primero escribió un cuento, Ah, Ernesto, en 1971, luego filmó en 1984 la película Los niños, y finalmente escribió la novela en 1990. Embebidos en este recorrido, trabajamos una versión donde lo audiovisual tenía un papel preponderante; de este modo, la adaptación se fue acercando más a un guion de cine que a una obra de teatro. Pero aun así lo tomamos como punto de partida para el trabajo con los actores. 

También relevamos todos los datos referidos a canciones y lugares que se mencionan en el libro original, lo cual nos permitió reconstruir una atmósfera que se ha ido incorporando naturalmente a la concepción de la puesta en escena. 

Dice Duras “Eso es lo que sustituye a Dios, ese amor (a los animales, los árboles, los seres humanos y todo ser vivo). El fin de la religión, sin preferencias, sin jerarquías.”

Agregaríamos el amor a la palabra, nuestro amor a La lluvia de verano.


Stella Galazzi




sábado, 5 de marzo de 2016

"Dame letra": la literatura se contagia a través del aire



Por José Heinz

La radio y los libros comparten algunas características, pero tal vez la más significativa es que activan la imaginación. Por fortuna, también han sabido unirse para formar una sana convivencia, un aire especial en el que ambas partes salen beneficiadas.

La relación entre la radio y los libros está por sumar un nuevo capítulo este sábado con Dame letra, un programa conducido por la escritora y periodista Eugenia Almeida (colaboradora de Ciudad X y de la sección de crónicas “Días contados” de este diario), que se emitirá los sábados de 11 a 12 por Radio Universidad (AM 580).

“Los invito a que cuenten con este espacio para difundir todo aquello relacionado con los libros”, escribió Almeida en un correo distribuido entre sus contactos, para dejar en claro que la intención del programa, más allá de hablar de literatura en general, será ofrecer un lugar a los autores locales para que puedan tener un espacio más dentro de los medios locales.

–¿Cómo va a estar estructurado el programa?
–El programa va a tratar de poner en tensión la idea de estructura. Si bien tenemos algunas columnas fijas, la propuesta se va a ir renovando semana a semana. Pensamos en los libros como un elemento cotidiano de placer. Estamos bien lejos de una concepción académica. Vamos a encontrarnos una vez por semana, los sábados de 11 a 12, para conversar sobre escritores, libros y los modos en los que la literatura atraviesa nuestras vidas. Esperamos tener un contacto intenso con los oyentes. Que sea un espacio donde podamos encontrarnos para compartir lecturas.

–¿Se pueden adelantar algunos invitados que tendrá “Dame letra”?
–Vamos a tener invitados en piso. No sólo escritores; también vamos a charlar con otros actores del mundo editorial (editores, ilustradores, traductores, libreros). Y vamos a invitar a personas que son conocidas por su trabajo en otras áreas para que nos cuenten algo sobre sus lecturas. Además, tenemos previstas entrevistas telefónicas. Todavía no podemos dar muchos nombres porque esto recién comienza. Lo que podemos asegurar es que el programa va a ser un espacio para escuchar a los escritores ya consagrados y para conocer propuestas que nos parecen muy valiosas y que a veces no reciben toda la atención que merecen. Dentro del programa se le va a dar un lugar importante a la agenda, a qué es lo que pasa en Córdoba y el país en relación a la literatura.

–¿Qué desafíos plantea hablar de literatura en la radio?
–Contagiar el entusiasmo que uno siente por los libros. Ese ya es un gran desafío.

–¿Algún programa radial te sirvió como modelo para “Dame letra”?
–No hay “un” programa que pueda tomar como modelo, pero claramente lo que me gusta como oyente va a estar jugando en lo que quiero hacer. Aquí no sólo talla lo “radial”, sino también el modo de entrevistar y la manera de pensar la literatura. Uno aprende un poco de todos. Pienso en Jesús Quintero, en Guerrero Marthineitz. Macarena Moraña en Radio Madres o Ulanovsky en Radio Nacional Buenos Aires. Silvia Hopenhayn. Hay mucho. En Córdoba, me gusta el modo de recomendar que tiene Susana Curto. Y cómo entrevista Cristian Maldonado. Por supuesto: Osvaldo Quiroga en Otra trama. Pienso en un clásico como Apostrophes de Bernard Pivot. Se me ocurren muchos referentes. Sé que estoy mezclando televisión con radio pero esos son los nombres de los programas que he seguido con entusiasmo. Si a eso le podemos sumar a mis referentes en prensa, diría que me gustaría tener algo del modo de recomendar libros de Emanuel Rodríguez y de Silvina Friera.

–¿Qué te parecen los podcasts de literatura? Algunos autores famosos tienen el suyo, como Bret Easton Ellis. ¿Es una forma de ganar lectores?
–No sé si pensarlo como un modo de “ganar” lectores, sino como otra posibilidad. Personalmente, creo que todo camino es válido si a alguien le sirve. Para mí la lectura es una de las cosas más hermosas que hemos inventado. Cualquier camino que nos lleve hasta allí es bienvenido.




martes, 1 de marzo de 2016

Dame Letra: literatura en la radio



Dame Letra

Un programa de literatura 
conducido por Eugenia Almeida

Desde el 5 de marzo
Sábados de 11 a 12 
por Radio Universidad AM 580






Las miniaturas - Andrea del Fuego




El delicado engranaje de los sueños 


Y a veces sucede la maravilla. Un libro se despega del resto por su belleza, por su misterio, por un encanto difícil de definir. Y el lector se pone a vibrar, se deja tomar, permite que la lectura lo convierta en otro o lo devuelva a lo que en realidad es. ¿Cómo no celebrar un libro así?

Sabemos que los textos de contratapa suelen funcionar como argumento de venta, como una de las herramientas del mercado. Palabras repetidas y gastadas que no dicen nada o rimbombantes promesas que luego pueden ser vistas como un engaño, como una estafa. Nada más lejano a eso que lo que sucede con la contratapa de Las miniaturas cuando define con exactitud el secreto de este libro: “un relato que hasta el final nos mantiene entre el desasosiego y la ternura.” Desasosiego, ternura, un movimiento, una frontera difusa. Todo eso ofrece Andrea del Fuego en su nueva novela. 

En una sala cuadrada con una mesa y dos sillas el oniro despliega su trabajo. Con la ayuda de pequeñas miniaturas y algunas palabras, va provocando imágenes en cada uno de los soñantes que atiende. Las personas están allí sin saberlo y nunca conocerán el proceso por el cual son creados sus sueños. 

Hay muchos otros oniros como él, trabajando en otros cuartos del mismo edificio. En esa enorme burocracia de los sueños, las reglas mandan. Una de ellas prohíbe atender a dos soñantes de la misma familia. Un error administrativo ha provocado que el oniro reciba a una madre y a su hijo. Esa perturbación del orden lo lleva a involucrarse de un modo especial y a desear intervenir más activamente en sus sueños. 

Estructurada en tres voces que van tomando la palabra (la madre, el hijo, el oniro), esta novela logra construir un mundo que muestra el espacio de los sueños y los fragmentos de una realidad cotidiana y terrenal: el trabajo en un taxi y en una estación de servicio, la lucha económica por sobrevivir, los encuentros y desencuentros afectivos, la presión de las leyes y las costumbres y la posibilidad de rebelarse a ellas. 

Andrea del Fuego juega con un humor dulce y filoso a la vez. Hay una rara belleza en su modo de contar las cosas. Las miniaturas es su segunda novela para adultos y la confirma como una de las voces más interesantes de la nueva generación de escritores brasileros. 


Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X