sábado, 15 de julio de 2017

El negro corazón del crimen / Marcelo Figueras






Un fusilado que vive


En la primera página, una foto de Rodolfo Walsh. Joven. Una imagen que se imprime sobre la iconografía más conocida del escritor. No están aquí los lentes gruesos, no está aquí la calvicie que avanza, el rostro de un hombre de cincuenta años, la mirada que quedó para siempre en nuestra memoria. La foto que abre el libro ayuda a recordar que Walsh hizo un camino; que era así de joven cuando escribió Operación Masacre.

Porque de eso se trata El negro corazón del crimen, la última novela de Marcelo Figueras: del  detrás de escena de un libro que inauguró el género de la no ficción y dejó una marca indeleble en la literatura argentina.

La novela de Figueras arranca en La Plata, en junio de 1956. Un grupo de hombres juega al ajedrez. Se oyen ruidos afuera. Uno de ellos reconoce el sonido de los Máuser. Es Erre. Le gusta estar ahí, ante el tablero, frente a un adversario. Le gusta establecer relaciones entre ese juego y la política. Tiene una hermana monja y un hermano militar. Es escritor. Es traductor. Es un antiperonista convencido.

Unos meses después, en una oficina llena de máquinas de escribir, comienza una historia. Alguien le ha dicho a Erre una frase que funciona como germen: “Hay un fusilado que vive”. De esas palabras nace Operación Masacre. Walsh y la española Enriqueta Muñiz se asoman, por primera vez, al laberinto de secretos que va a convertirse, tiempo después, en un libro irrepetible. El libro que contó la verdad sobre los fusilamientos de José León Suárez. 

El negro corazón del crimen tiene a la literatura como una presencia omnipresente. Erre lee escenas bajo la cuadrícula de los géneros literarios y se apoya en las palabras de Shakespeare, Chandler, Brönte, Poe, McCullers, Kafka, Conan Doyle, Eliot, Melville y Dickens, entre otros. Erre no deja de plantearse a sí mismo la pregunta clave de todo escritor: ¿cómo contar?

Marcelo Figueras pone en clave de novela una historia real. La historia de una investigación. Pero también aparecen allí las transformaciones, los cambios, las pérdidas, el amor, el compromiso. La figura de Rodolfo Walsh recupera un tamaño real, lejos del mito. Ese “detective que escribe” y esquiva las balas para decir su verdad, lo hace a pesar de sus mezquindades, sus ambiciones, sus miedos, sus puntos ciegos.

El libro cierra con un epílogo en el que, veinte años después, reencontramos a Walsh arriesgando la vida (y perdiéndola) para decir su verdad. Esta vez, mediante la indispensable “Carta de un escritor a la Junta Militar”, donde denunció la magnitud del genocidio que la dictadura llevaba adelante. El 25 de marzo de 1977, Walsh se convertía, él también, en un fusilado que vive.

Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Número Cero





miércoles, 12 de julio de 2017

El miedo y su sombra




Lo que nos hace temblar  

Lo que el cuerpo presiente pero el ojo no llega a ver, lo que obliga a retroceder cuando es alcanzado por la luz, lo que destruye la posibilidad del lenguaje.  

El miedo y su sombra es una antología de cuentos clásicos de terror escritos entre 1814 y 1914. Una colección al cuidado de Leslie S. Klinger, un reconocido especialista en Sherlock Holmes. En el prólogo, Klinger señala que, si bien este tipo de relatos se remonta a tiempos antiguos (hay brujas en La Odisea y fantasmas en La Biblia), el “florecimiento” del género se dio en el siglo XVIII y desde entonces se ha ido consolidando hasta nuestros días.

En muchos de estos cuentos hay un relato dentro del relato y ese mecanismo recupera algo de la tradición oral, recreando el ambiente de esas historias que se cuentan en torno al fuego. Uno de los aspectos más interesantes de esta antología es la inclusión de cinco escritoras, cinco pioneras que, gracias a la decisión de Klinger, escapan a esa rutina de invisibilizar el trabajo de las mujeres a la hora de recuperar recorridos históricos. 

En estos relatos van a aparecer seres sobrenaturales, lo artificial como elemento de horror cuando se asemeja demasiado a lo humano, las cosas que pueden hacernos enloquecer; fantasmas, apariciones, pesadillas, las sombras que cobran forma. Y sin embargo, el horror no siempre se enlaza a lo sobrenatural; quizás lo más espantoso es lo que podemos provocar los humanos, como sucede en el contundente relato “El bebé de Desirée”, de Kate Chopin.


Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Número Cero







jueves, 6 de julio de 2017

Por qué leer “El arresto”, de Perla Suez




Habría que mencionar algunas palabras. Y que sean ellas las que hagan el dibujo. Decir, por ejemplo: herencia, silencio, sangre, naturaleza. Decir: lazos, cadenas, persecuciones, huellas. Decir: fronteras, diáspora, inmigrantes, tierra. Decir: animales, furia, desencanto, guerra. Habría que hablar de un cuerpo que trata de sostenerse en pie bajo una tormenta infinita. Una tormenta que puede venir de la naturaleza o de la especie humana; ellos, los otros, el mundo extraño que se construye usando las identidades como excusa para la violencia. 

Habría que resistirse a la tentación de explicar. Limitarse a mostrar. Poner frente a los ojos una escena que vuelva innecesario el lenguaje. Y después decir sólo dos palabras: Perla Suez. Y así, dejar que sea eso lo que hable de esta escritora que desde hace años viene dejando su huella en nosotros. Hacerle un pequeño homenaje recurriendo a su herramienta más feroz: un lenguaje increíblemente económico que se vuelve pura densidad. Un puñado de palabras que se hacen  invisibles a causa de su poder.

Las novelas de Suez recuerdan las marcas que van dejando algunos caminantes cuando recorren un sitio desconocido. Una piedra, una apacheta, dos ramas secas cruzadas sobre un sendero. Algo que nos oriente en la inmensidad; algo que señale el recorrido que hemos hecho,  que nos permita saber si ya habíamos pasado por allí, sí ya habíamos sabido alguna vez lo que luego olvidamos. 

Suez escribe y activa un dispositivo de detonación retardada. Hay algo en esas frases breves, en esos espacios en blanco, que pueden hacernos creer que estamos a salvo. Y sin embargo ahí  está, en alguna entrelínea, el estallido que puede iluminarnos o dejarnos ciegos. Y, como en los sueños, es casi imposible decir qué es lo que nos ha sacudido, por qué, qué significa. Pero uno sabe.  

Por estos días vuelve a las librerías El arresto, la segunda novela de Perla Suez, publicada por primera vez en 2001. Una historia que luego formaría parte –junto a Letargo y Complot– de la Trilogía de Entre Ríos. Es ese el territorio que elige la escritora para hablar de una familia de inmigrantes –judíos rusos– que busca acompasar sus recuerdos de nieve y trineo al clima tenso del litoral. Cantos cosacos y arroceras entrerrianas, lluvias temibles y ríos que se desbordan. Dos hermanos que se asoman al odio. Y el más joven que decide irse a Buenos Aires, donde se encontrará con ese estallido de violencia conocido como la  “Semana trágica”. 


Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Número Cero

http://www.lavoz.com.ar/numero-cero/por-que-leer-perla-suez