sábado, 22 de febrero de 2014

Declinación y Ángel / Antonio Di Benedetto




Ernesto Sábato dicta una conferencia en Mendoza. Antonio Di Benedetto está entre el público, escuchando. El orador afirma que no existe arte sin drama humano. Di Benedetto sale de la charla decidido a refutar ese axioma, esa tesis casi religiosa. Escribe el relato “El abandono y la pasividad” y se lo envía por correo a Sábato. Desde Buenos Aires llega una respuesta breve: “La excepción confirma la regla”.

Esta anécdota es contada por Martín Kohan en el prólogo de Declinación y Ángel, un libro que incluye el cuento que le da título y aquel relato que Di Benedetto envió a su colega.
En El abandono y la pasividad las cosas son las únicas protagonistas de un relato que sacude y ayuda a abrir los ojos para ver esos ínfimos movimientos en el mundo. La luz del sol, la puerta, la ropa, un vaso de agua, flores artificiales, el despertador, una mosca, un mosquito, las larvas, una piedra, un vidrio, la tinta, el viento Zonda, un papel.

Declinación y Ángel es una pequeña maravilla. El inicio del relato hace pensar en un guión cinematográfico, un grupo de indicaciones de qué es lo que se ve, una descripción del escenario. Hay algo allí que dialoga –quizás en la construcción, quizás en los climas– con las novelas de Marguerite Duras. Ese uso escueto pero increíblemente potente del lenguaje: cuando lo poco se concentra y se vuelve preciso, certero. Si no hay palabras de más, cada una cobra su peso exacto.
Una mujer, su pareja, un matrimonio, un plomero, un niño y un adolescente construyen, con gestos cotidianos, una tragedia.

Antonio Di Benedetto nació en Mendoza en 1922. El 25 de marzo de 1976 fue detenido por la dictadura militar. En 1977 pudo exiliarse en Francia, de dónde regresó en 1983. Murió en Buenos Aires en 1986. 
Declinación y Ángel fue publicado originalmente en 1958.


Eugenia Almeida


Publicado originalmente en Ciudad X
Noviembre 2013

              

martes, 18 de febrero de 2014

Un pause livre: comentario sobre la versión francesa de "El colectivo"






Un roman qui l'air de rien nous fait le témoignage de la mise en place de la dictature en Argentine. Par l'écriture l'auteur semble vouloir faire passer le message sans donner les mots exacts mais plutôt par image et par le comportement des personnages face à des événements inhabituels dans leur petite ville où tout le monde se connait.

C'est tout d'abord un autobus qui fait halte tous les jours dans cette petite ville mais qui pendant quelques jours ne fera que passer sans s'arrêter. Et puis il y a la barrière du chemin de fer restée baissée sans qu'aucune information ne soit donnée.

Le comportement humain étant ce qu'il est, les gens sont curieux ; ils vont même jusqu'à faire le déplacement jusqu'à l'arrêt du bus pour le voir passer, mais personne ne se pose de question ou si peu. Il en est de même pour les ordres donnés au commissaires qui les appliquent en évitant surtout de contrarier ses supérieurs.

L'orage gronde sans éclater ça préoccupe mais n'inquiète pas plus que ça. La population semble même ravie de certaines mesures  prises vis à vis d'individus qui ne suivent pas la bonne conduite. Ceux dont les moeurs dérangent.

Ponce est avocat installé depuis quelques temps dans cette ville mais pas du bon côté. La ville est coupée en deux par la voie ferrée. Ponce n'a pas choisi aux yeux des autres le bon côté. Il s'énerve car même sa position de notable ne lui permet pas d'intervenir pour faire arrêter le bus afin que sa soeur puisse partir.

Il y a aussi cet agent commercial accompagné d'une jeune fille, tous deux inconnus des environs qui décident finalement de partir à pieds.

Il y a bien des gens qui s'interrogent ou qui en savent peut-être un peu plus mais tout semblent s'amplifier sans qu'il y ait possibilité d'arrêter quoi que ce soit.

Le style d'écriture  cinématographique en a fait une lecture particulière qui est loin de m'avoir déplu. Les scènes se suivent mais l'on comprend très vite le déroulement.
Je recommande.



viernes, 14 de febrero de 2014

Días sin hambre / Delphine De Vigan



El borde del abismo


El primer libro de la narradora francesa aborda la experiencia de la anorexia con un estilo potente y descarnado.


Frío. Un frío espantoso. Algo que viene de los huesos, de un bloque de hielo que late en el cuerpo. La sensación de encierro, de haberse alejado tanto que el mundo se vuelve borroso, difuso. La soledad del páramo. Piedra, piel. Una cáscara hueca, una bolsa de papel sin nada dentro. El vacío absoluto de palabras, de gestos, de explicaciones. El desinterés y la desesperación jugando ahí, al borde de las cosas, cuando ya no queda tiempo, cuando uno, el mundo, todo, está a punto de desaparecer.

Laure tiene 19 años. Es “un esqueleto de treinta y seis kilos y un metro setenta y cinco.” Anorexia. La vida de hospital se impone: los procedimientos inhumanos, los compañeros de pabellón, el carro de comidas con su ruido de metales y ruedas y arrastre, la visita de los residentes como un grupo de curiosos que se asoma a las jaulas del zoológico. 
“Cualquier cosa es como una rama para quien se ahoga”, decía Simone Weil. Esa rama, para Laure, es el doctor Brunel. Entre los dos construyen una relación particular, un lazo que muestra toda su potencia cuando él inventa un cuento para ella: el cuento de la niña que devoraba libros sobre la rama de un árbol, el cuento de la niña que ya no quiso bajar a tierra.
Hasta aquí, podría pensarse que tenemos todos los elementos para un libro lleno de golpes bajos, sentimentalismos y melodrama. No es así. Lo que ofrece Delphine De Vigan en Días sin hambre es el relato despojado, magro, de una experiencia difícil de poner en palabras justamente porque se trata de pura corporalidad.
Hay sentimientos devoradores, cosas que no se pueden tragar, maltratos imposibles de digerir, problemas que uno debe masticar, desgracias que hay que rumiar. Todo ese dolor se estructura en torno a metáforas que hablan del acto de comer, de lo que puede hacer una boca, unos dientes, una lengua, un estómago. Y en medio de esa desolación, del lenguaje despojado que soporta la narración, la autora hace aparecer imágenes que estremecen, como cuando la protagonista comprende que para mejorar “tendrá que extraer con precaución sus recuerdos, a menudo revueltos, almacenados como cerdos degollados, colgados de las patas, con la piel manchada de sangre seca.”
Laure está en la frontera exacta del dolor. Donde no puede dar un paso adelante, donde es imposible retroceder. Desde allí, haciendo pie en los lazos, en la escritura, los collages y el tejido, irá atravesando el territorio del vacío, el abismo que le permitió ver su enfermedad.

Eugenia Almeida
Publicado originalmente en Ciudad X
Diciembre de 2013


lunes, 10 de febrero de 2014

Pourquoi pas? Comentario sobre la versión francesa de "El colectivo"





L’autobus, Eugenia Almeida, Ed. Métailié



"Il y a dans ce court roman une narration vive servie par la prédominance de dialogues fort bien menés. C’est un roman d’une efficacité remarquable. Par le pouvoir des mots, par le rythme narratif Eugenia Almeida nous rend littéralement captifs de ce monde muré dans ses silences, prisonnier de ce qui peut être dit et de ce qui ne peut être dit.
Un premier roman, très prometteur. Bravo!"

Niurka Règle


viernes, 7 de febrero de 2014

Notas en un diario / Osvaldo Aguire





Un libro de no ficción que se permite tensar las reglas del género. Dividido en cuatro partes que recorren un lenguaje y un modo diferente de hacer literatura. En El borrador de la historia Osvaldo Aguirre cuenta su experiencia como cronista de policiales en un diario. En Oraciones fúnebres –posiblemente las páginas más estremecedoras y hermosas– una sucesión de frases sueltas van convirtiéndose en versos y luego en pequeños poemas crueles. Cada una de esas frases oculta y expone un mundo hecho de desgracias. Retratos hablados abre un espacio para las voces que relatan el impacto del crimen en sus vidas. Finalmente Notas en un diario, la última sección, habla de los modos en los que se invisibiliza, se justifica y se naturaliza una violencia que debería ser inadmisible. 


Eugenia Almeida

Publicado en Ciudad X
Febrero de 2013


miércoles, 5 de febrero de 2014

La versión francesa de "El colectivo" en el club de lectura de la ACFC




CLUB DE LECTURE du Vendredi 7 Février, à 20h00, salle de l’association à Orvault (11, allée des Tilleuls).

Après Cuba, nous nous rapprochons du Chili (du moins géographiquement !) en nous rendant en argentine avec le livre de Eugénia Almeida : L’autobus aux éditions Métaillé- poche (prix : 6,65€).

Ce roman court de 127pages, plonge le lecteur au cœur de L’Argentine profonde sous couvert de dictature.

Dans cette petite bourgade où tout le monde vit au rythme de la routine quotidienne, un étrange évènement survient : l’autobus de l’après-midi y passe sans  arrêter. Un jour, deux jours, trois jours et même quatre jours… Il se passe quelque chose, de grave sûrement, mais quoi ? L’hôtelier,  le couple illégitime qui réside à l’hôtel, le livreur à vélo, le commissaire, le garde-barrière, l’avocat et sa sœur… Tous s’interrogent et ne comprennent pas. L’attente dure, les langues se délient, les hypothèses fusent…


L’écriture de Eugénia Almeida croque les personnages avec précision,  avec humour aussi. L’atmosphère s’alourdit de page en page, la tension monte, on attend le dénouement avec presque autant d’inquiétude que les héros du livre et puis… on devine, on commence à comprendre et  tout s’éclaire!

C’est un livre aéré qui se lit presque d’une traite et qui ne laissera certainement personne indifférent !

Eugénia Almeida, née à Cordoba en 1972 vit en Argentine où elle enseigne la littérature et la communication. Elle écrit surtout de la poésie. L’autobus, son premier roman, a reçu en Espagne le prix de « Las Dos Orillas ».



sábado, 1 de febrero de 2014

Unwalkers: comentario sobre la versión francesa de "El colectivo"

L´autobus

Métailié suites par Fortino






Quand tu es bluffé par un roman de moins de cent trente pages, ayant pour décor un village de la pampa argentine pendant le règne de Perón, tu te dis celle qui l’a écrit n’est pas une manchote.

Tous les ingrédients d’une existence morne sont présents dans ce bled paumé et poussiéreux : un hôtel quasi vide au tenancier taciturne, un homme circulant à bicyclette et colportant des nouvelles plus ou moins fondées, un garde barrière dont tout le monde ignore la sobriété pour ne retenir que son alcoolisme passé, une poignée de notables engoncés dans leur cercle étriqué, une logeuse avec une réputation tout sauf immaculée, un commissaire veule et autoritaire,  le tout s’ordonnant autour de la voie ferrée et de la place où s’arrête le bus.

Et précisément, là se situent les premiers éléments perturbateurs. Alors que le bus soudain refuse de s’arrêter et poursuit son périple malgré les gesticulations de ceux qui veulent le prendre, la barrière du passage à niveau reste fermée sur ordre du sergent Garcia local. Ces deux phénomènes deviennent des sujets d’interrogation et de conversation, voire de distraction, à mesure que leur persistance perturbe la vie et les projets de quelques habitants. C’est toute une vie provinciale qui se décompose lorsque ses liens avec le monde rompent. Ainsi, Ponce, l’avocat fier comme Artaban, venu s’enterrer là pour punir sa femme de lui avoir mis le grappin dessus, perd de sa superbe lorsque sa sœur ne parvient pas à rentrer chez-elle. Comment sa prestance et son prestige ne peuvent-ils suffire à mettre fin au désordre ?

Eugenia Almeida enquille une série de scènes de vie, à la manière d’un film, pour évoquer en filigrane une réalité que son pays n’a que trop bien subie au cours de son histoire récente : celle de la lutte contre ceux que les pouvoirs autoritaires ont désignés comme subversifs, non pas au cœur du monde urbain, mais à des kilomètres de celui-ci, dans un trou qui se rêve à l’abri de toutes ces turpitudes.

A défaut de promouvoir les transports en commun à la veille de la xième conférence sur le climat qui se tient au Qatar, l’auteur nous offre un périple roboratif au pays du maté et de la poussière, grâce à un roman de première classe, auquel le personnage principal -essentiel dans toutes ces contrées d’Amérique du Sud, qui ne fait que passer, donne son titre : l’Autobus !