viernes, 27 de febrero de 2015

La historia del amor - Nicole Krauss






“La verdad es algo que yo me inventé para poder vivir”. Quizás esa frase sea la que une a todos los personajes de esta novela. Una historia coral que se va abriendo en capas y permite ver algunos de los modos en los que se enlazan la memoria y la supervivencia.

Un anciano –cerrajero jubilado–, una adolescente de 14 años, un niño que comienza a preguntarse si no es uno de los 36 justos que sostienen el mundo gracias a su santidad, un escritor refugiado en Chile. Un libro publicado en español y comprado en una librería de usados de Buenos Aires, un manuscrito perdido y recobrado. Un hombre que aprende a volverse invisible para resistir y que ahora depende de la mirada de los otros como única prueba de su existencia. Una noticia espantosa leída por azar en el diario que sostiene alguien en la mesa de al lado en un bar. Las visitas furtivas a un antiguo amor que agoniza, inconsciente, en el hospital. La soledad como una condena omnipresente pero también la entrega absoluta que implica hacer preguntas y confiar plenamente en las respuestas. Personas que sucumben al deseo de escribir y luego se preguntan por el destino de esos escritos que boyarán, se alejarán, se perderán y se recuperarán trastornando sus vidas y las de otros.

Celebrada por el premio Nobel J. M. Coetzee, La historia del amor ha sido traducida a más de 35 idiomas. Su autora, Nicole Krauss, alguna vez dijo: “recordamos sólo aquello que decidimos recordar y apartamos cosas que nos han hecho sufrir. Nuestra memorias se tejen con un hilo narrativo que, en cierto modo, es puramente ficcional”.


Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X






martes, 24 de febrero de 2015

Mera vida - Víctor Heredia




Lo suyo eran los libros. Su padre, cansado de recibir preguntas sobre el significado de ciertas palabras, le regaló un diccionario y una instrucción algo extraña: “en lugar de buscar cada palabra, escribí lo que vos creés que es, y después fijate.” 

Primero fue la escritura. Pero también estaba la música: a los 19 años llamó la atención en Cosquín y obtuvo el Premio Revelación. Dos años después fue el ganador del Premio Consagración. Hubo que optar y Víctor Heredia se inclinó por la música. Con el tiempo volvería al papel y publicaría –entre otros títulos– Mera Vida, un policial áspero en el escenario de una villa miseria.

El Gallo Belawski, abogado, representa a dos hermanos acusados de un triple homicidio. A partir de ese encuentro, su voz relatará la historia de una familia destruida. Una infancia poblada del temblor, el alivio y la tensión que traen las latas de pegamento. Una violación. La prostitución como única salida visible. Las primeras detenciones. Las esquinas con el limpiavidrios helado en una mano. Robos, asaltos, una pelea que termina con un disparo en la cara y un cuerpo flotando en el Riachuelo. Los libros de guardia del hospital llenos de accidentes falsos para cubrir las marcas de la violencia. Las venganzas que alcanzan el círculo familiar. Funcionarios públicos que negocian con el narcotráfico, punteros corruptos, alcahuetes de comisarios, caciques externos que exprimen la villa hasta sacar todo lo que les permita enriquecerse. Cuatro hermanos que heredan el sobrenombre del padre y comienzan a ser conocidos como “los malditos”. 

La novela va creando un ritmo alarmante y descorazonador, repleto de imágenes de los expulsados, los que han quedado fuera de la vida tranquila, los que sospechan que nunca encontrarán la grieta que les permita atravesar ese muro y, cada día, van llenándose de furia. 


Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X



sábado, 21 de febrero de 2015

Confesiones de Escritores. Los reportajes de The Paris Review. Escritoras







The Paris Review, una de las más prestigiosas revistas literarias, creó un espacio de entrevistas a escritores que fue convirtiéndose, poco a poco, en una de sus secciones más famosas. Con el tiempo, algunas de esas entrevistas fueron publicadas en diversos volúmenes. El tomo subtitulado “Escritoras” incluye entrevistas a Simone de Beauvoir, Isak Dinesen, Nadine Gordimer, Doris Lessing, Mary McCarthy, Toni Morrison, Iris Murdoch, Dorothy Parker, Jean Rhys y Nathalie Sarraute. Un libro extremadamente valioso para aquellos que estén interesados en la trastienda de la escritura y el arte de hacer buenas preguntas. 

Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X



miércoles, 18 de febrero de 2015

¿Qué hago yo aquí? - Bruce Chatwin





Dicen que Bruce Chatwin comenzó a viajar cuando su médico le confirmó que estaba perdiendo la vista a causa de su trabajo como experto en arte. Días enteros de mirar telas para corroborar su autenticidad. Que lo que más necesitaban sus ojos eran horizontes, espacios amplios, perspectivas. Y así inició su carrera de “escritor viajero”.

En 1989, poco antes de morir, el autor inglés dejó prácticamente terminada esta selección de sus artículos de prensa. La comida, la música, el paisaje, la gente de diversos países van desfilando ante el ojo del viajero. Es imperdible el artículo sobre María Reiche, la matemática y geógrafa alemana que durante cuarenta años estudió las líneas de Nazca. Pero también el relato sobre una filmación de Werner Herzog. Y los caballos celestes, el niño lobo, el yeti, la China y el descarnado retrato de Indira Gandhi. 



Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X

  

domingo, 15 de febrero de 2015

La acompañante / El Lacayo y la puta - Nina Berberova






Dos relatos que vuelven a corroborar el extraordinario talento de Nina Berberova. La limpieza del lenguaje, la sencillez, la capacidad de crear climas, ambientes y escenarios palpables. 

Un hombre, en una casa de antigüedades de París, pide “algo ruso”. El vendedor le entrega un cuaderno que parece ser un diario. Así comienza La acompañante

El lacayo y la puta cuenta la historia de Tania, de una vida privilegiada en Rusia a un final sórdido en una pensión de París. Dos rusos que se encuentran en el exilio. Una mujer que lee noticias policiales. La idea del suicidio como una forma maliciosa de castigar a alguien. 


Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X


miércoles, 11 de febrero de 2015

Léxico de afinidades - Ida Vitale







¿Qué es lo que guardan las palabras? ¿Cómo el mismo dibujo sobre el papel, el mismo sonido flotando en el aire puede producir estados tan diferentes? ¿Qué significan esas sustitutas creadas para nombrar? ¿De dónde viene esa cadena de asociaciones que arrastra cada palabra, locomotora extraña que trae ecos, imágenes, perfumes, tensiones, recuerdos, sueños? ¿Cuál es el secreto de estos signos que comprimen un universo y que, al ser pronunciados, se expanden salvajes e incontrolables?

Dice Ida Vitale que siempre estamos buscando el modo de organizar el caos del mundo. Y que entre los sistemas clasificatorios, el alfabético es el más inocente. Y luego comienza a jugar, eligiendo aquellas palabras que construyen su propia constelación de afinidades, escribiendo sobre el espacio que las rodea. Como resultado de ese juego llega este libro, un diccionario hermosamente inútil que no explica nada pero abre puertas, iluminando.

La primera palabra que propone la escritora uruguaya no es casual: “Abracadabra”, la clave que permite que la magia sea. Luego vendrá un recorrido que para el lector es azaroso: ¿por qué el paso de “Fantasma” a “Fuego”?, ¿cuántas cosas por decir quedan en ese salto? La invitación es a sumergirse en el mundo personal de Ida Vitale, en la vida de esas palabras y en las relaciones que proponen cuando sus sentidos se desplazan y, de una asociación imprevista, surge la risa, el alivio o el asombro.

Allí aparecerán los gestos de la infancia, los cambios que el paso del tiempo produce en una fotografía, los recuerdos de familia, las lecturas, los escritores, las casualidades, la belleza de los diccionarios, la pintura, la biblioteca, las clases de música, los animales –avestruces, gatos, gorriones, grillos, grajos, ardillas, jirafas, zarigüeyas, mamboretás–, las plantas, los árboles y las flores.  Pero también los nombres propios y las historias en Montevideo, París, Buenos Aires, Austin, México y Sicilia. Un pintor que cambia sus cuadros por café con leche y medialunas; la barca imaginada para combatir el insomnio; un zeppelin visto desde la azotea de niña, sacada de la cama por un tío silencioso y deslumbrado. Dice Vitale: “Que algún dios, no importa si errado, abra, día tras día, la puerta del entusiasmo.”

Las entradas sirven de excusa, cómo si la autora fuera un topógrafo que mide y va posando su instrumento a diferentes distancias, en diferentes direcciones, sobre diferentes superficies para luego poder describir ese mundo tan diverso. Y esa descripción viene en narraciones, poemas, crónicas, memorias y mínimos ensayos. ¿A qué género pertenece este libro? Hay que ir más allá de eso para apreciar una voz con sus diferentes matices, una voz que elige dejarse resbalar de una cosa a la otra en un vagabundeo liberador.

Uno siente la tentación de sentarse y escribir su propio léxico de afinidades, su pequeña colección de palabras claves, las que dicen quiénes somos. Y ese deseo de escribir (o al menos de dejarse estar, así, con esos sonidos en la boca) seguramente es el mejor regalo de Vitale, a quien imaginamos sintiendo ese mismo sobresalto ante cada una de las palabras incluidas en este hermoso libro.

Ida Vitale nació en Montevideo en 1924. Poeta, traductora y crítica, formó parte del equipo de redacción de prestigiosas revistas literarias. En 1973, a causa de la dictadura uruguaya, tuvo que exiliarse –primero en México y luego en los Estados Unidos–. Aunque la autora desconfía del concepto de “generación literaria” suele incluírsela en la generación del ´45, junto a Onetti, Benedetti y Vilarino. “Léxico de afinidades” fue publicado por primera vez en 1994.


Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X



domingo, 8 de febrero de 2015

Lo bello y lo triste - Yasunari Kawabata








La última novela que escribió Yasunari Kawabata –Premio Nobel 1968– podría ser incluida en la categoría temática del “triángulo amoroso” si no fuera porque aquí las puntas no son sólo tres. El dolor, la venganza, los celos, la seducción utilizada como un arma, el abandono, la crueldad y una idea del amor que toma formas insoportables.

La pintura está presente no sólo como tema sino también en la manera de describir el paisaje, las personas y las cosas. “Todo ser humano flota de distinta manera en el tiempo”, dice el autor japonés. Esos modos de flotar son retratados con extrema delicadeza en esta historia que se construye como si fuera un cuadro. 


Eugenia Almeida


Publicado originalmente en Ciudad X



jueves, 5 de febrero de 2015

El hombre que miraba pasar los trenes








¿Quién es capaz de escribir cuatrocientos libros? ¿Quién aceptaría la propuesta de escribir una novela en 72 horas, a la vista del público, colgado de una caja de cristal frente al Moulin Rouge? ¿Quién entrevistó a Trotski en una isla de Turquía? ¿Quién tiene la espalda para escuchar que su madre, agonizando, responde a su visita preguntándole “¿para qué viniste”? ¿Quién recibe una llamada telefónica en la que le avisan que su hija acaba de pegarse un tiro en el pecho? ¿Quién escribió, una y otra vez, sobre el vértigo de “irse hacia la nada”?

Georges Simenon fue un hombre extraño. Un chico, belga, que a los 16 años entró a trabajar en un diario, recorriendo las calles para cubrir noticias policiales. Y que, desde entonces, vivió  obsesionado por la idea de relatar qué sucede cuando una persona es llevada a su límite.

Nació y murió en ese momento turbio en que un día se transforma en otro. La medianoche, las horas imprecisas. ¿Qué significa el cambio? ¿Cuánto lo hemos deseado? ¿Cuánto podremos tolerarlo? ¿Cómo detenernos? Ese abismo, esas preguntas, aparecen entretejidas en historias que uno no puede dejar de leer. Pequeñas vidas estallando en su cotidianeidad. Una olla de comida, el alcohol, la lluvia sobre el asfalto, el humo de una pipa trepando hasta la luz de un despacho. Un gesto imprevisto, casi invisible, va a trastocar el mundo. Una grieta se abre. Y es irreparable.

Durante años, los libros de Georges Simenon fueron considerados “romans de gare”, lo que hoy suele llamarse “libros de aeropuerto”. Sin embargo, André Gide dijo que era el máximo novelista francés de su época.

Muchas de sus novelas son protagonizadas por Maigret. Un comisario de la Policía Judicial francesa cuyo objetivo (tan a contrapelo de las fuerzas del orden) es comprender. Alcanzar una comprensión que no cierra, no tranquiliza, no serena. La densa comprensión de la complejidad humana. Sin embargo, es en las novelas en las que el inspector no aparece donde Simenon despliega una profundidad tan certera que lastima.

Alguna vez dijo “Nunca escribiré una gran novela. Mi gran novela es un mosaico armado con todas mis pequeñas novelas”. Ese mosaico perfecto puede ser recorrido al azar. En todas las librerías de usados de Córdoba hay algún título de Simenon. Si pueden elegir, busquen El hombre que miraba pasar los trenes.


Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X