viernes, 28 de junio de 2019

Comentario sobre L´Échange ("La tensión del umbral") - Delphine Olympe - La bibliothèque de Delphine-Olympe





Trente ans après la dictature, l'Argentine est-elle débarrassée de ses démons ?

Il y a quelque temps, je vous parlais de La double vie de Jesus, paru chez Metailié. Depuis, cet éditeur a eu la gentillesse de me faire parvenir un roman issu du même continent, L’échange d’Eugenia Almeida, ce qui ne pouvait manquer de m’intéresser. J’ai donc quitté le Mexique pour l’Argentine, mais on ne peut pas dire que j’y ai découvert un horizon beaucoup plus dégagé.
Changement radical de registre toutefois, avec ce texte au style austère, incisif, confinant parfois à l’épure. Rien à voir avec la truculence de Serna.

Tandis que le cadavre d’une jeune femme gît devant un café, deux journalistes s’interrogent sur les causes de sa mort. Un suicide. Guyot se rend sur place, où l’émotion est palpable, observe l’agitation et tente d’obtenir des informations du commissaire Jury. Mû par une sorte d’intuition, ou de trouble, il va chercher à comprendre ce qui a pu conduire cette femme à commettre l’irréparable. D’autant qu’avant de retourner son arme contre elle-même, elle s’en était servi pour menacer un homme, disparu sans laisser de trace. Au fil de son enquête, Guyot va interroger différentes personnes ayant fréquenté la jeune femme, parmi lesquelles une psychanalyste à la retraite, avec laquelle il va nouer une relation privilégiée. Et va peu à peu surgir l’ombre vénéneuse de la dictature dont les acteurs ou ceux qui en ont tiré parti sont loin d'avoir disparu de la circulation...

Par ses chapitres ultra-courts, le recours quasi permanent à la forme dialoguée et à des phrases très brèves, voire nominales, telles des didascalies, Eugenia Almeida produit un texte théâtral qui propulse le lecteur sur la scène des événements et installe d’emblée une atmosphère oppressante, parfois presque poisseuse. De manière imperceptible, elle fait progressivement monter la tension pour installer son lecteur dans une forme de malaise diffus, pareil à celui qui semble traverser la société argentine.

Il faut accepter d’être déstabilisé par ce texte qui fait entendre différentes voix, sans que l’on sache toujours précisément qui parle, et qui place par conséquent le lecteur dans une position assez inconfortable. On est pourtant happé par l’atmosphère qui se dégage et l’on ne peut s’empêcher de suivre les personnages en différents lieux et différentes situations, qui en disent long sur l’état de la société argentine.

L’auteur s’en explique d’ailleurs fort bien, comme j’ai eu la chance de pouvoir l’entendre lors d’une rencontre organisée par l’éditeur. Eugenia Almeida a en effet sciemment choisi d’installer ses lecteurs dans un certain flou pour traduire cette peur omniprésente et ce soupçon permanent qui caractérisent les régimes autoritaires. Savoir qui parle et à quel titre, c’est avoir la possibilité de cerner sont interlocuteur et maîtriser son environnement. A contrario, la confusion, les discours lourds de sous-entendus, les menaces qu’on laisse planer entretiennent la peur sur laquelle se fondent les dictatures. L’ambition de l’auteure était de traduire les complicités cachées qui perdurent bien après que les tyrans soient tombés, pour transcrire l’angoisse qui en résulte. 

Eugenia Almeida s’est lancée dans une démarche littéraire tout à fait intéressante qui me rappelle, quoi qu’elle revête une forme bien différente, l’expérience menée par un autre écrivain argentin, Leopoldo Brizuela, dans La nuit recommencée. Ces romans se rejoignent dans leurs tentatives originales d’aller au-delà du simple récit pour faire percevoir au lecteur une petite part de ce que l’on peut ressentir lorsqu’on vit sous un régime autoritaire. Des romans évidemment très noirs, à l’image de la très belle couverture du livre d’Eugenia Almeida. 






domingo, 16 de junio de 2019

LOS ENGRANAJES DE LOS IMPUNES | ENTREVISTA en Revista Evaristo Cultural




LOS ENGRANAJES DE LOS IMPUNES 
ENTREVISTA A EUGENIA ALMEIDA

Nicolas Ferraro  julio 1, 2016  Rastros

La tensión del Umbral de Eugenia Almeida es una novela que habla del verdadero poder: el que no se elije ni se se puede sacar con una urna.


“La peor tentación es querer entender” se dice en la novela, dejando en claro que con saber no basta. No sirve. Que, más que nada, lo que se necesita es entender. Me gustaría que te explayaras sobre esta idea.

No hay posibilidad de saber, realmente, si uno no comprende. Esa es una gran confusión de la época: muchísima información que la mayoría traga sin  pensar. Los poderes más oscuros necesitan eso: millones de ovejas que repiten acríticamente lo que les ofrecen medios de comunicación y personajes que responden a esos mismos poderes. Esto, a nivel político.
Sin embargo, en la novela, esa frase está planteada en relación a algo que nunca termina de explicarse: por qué alguien se suicida. Toda respuesta posible es sólo una forma de clausurar lo inabarcable del suicidio.

De la novela se desprende que un rol de medios de comunicación, estaría dado por la saturación de la información que opera, en la práctica, como desinformación y, en ciertos casos, como tergiversación de hechos, desarticulando la realidad, ofreciendo una verdad que responda a sus intereses. ¿Esto fue siempre así o podríamos reconocer un tiempo histórico, como punto de inflexión que marca un antes y un después?

No me animaría a afirmar que fue siempre así. Lo sospecho, pero no puedo asegurarlo. Sí tengo claro que el rol de los medios ha cambiado muchísimo. No es lo mismo el periodismo que se hacía en los 70, en los 80, en los 90, en el 2000 u hoy. Cada vez es más claro que los medios son herramientas básicas para la dominación. ¿Que hay periodistas que tratamos de hacer otra cosa? Por supuesto. Estoy diciendo esto a nivel empresarial.
Es difícil generalizar: no es lo mismo un pequeño medio que un enorme emporio mediático. Incluso dentro del mismo medio, a veces hay secciones muy progresistas dentro de medios que se caracterizan por ser muy reaccionarios. El problema está en cómo reaccionamos nosotros ante lo que nos dan los medios. Actualmente, en 2016, me horroriza la cantidad de gente que acepta, consume y reproduce la inocultable manipulación mediática que se da en torno a la realidad política y social en nuestro país.

La Tensión del Umbral está llena de heridas abiertas del pueblo argentino -Terrorismo de Estado, robo de bebés, la impunidad de los de arriba-. ¿En qué medida se escribe para cerrarlas? ¿Y en qué casos para entenderlas?

Mi intención no es cerrar. No se va a cerrar hasta que no haya justicia. Retomando los temas que mencionas: no se va a cerrar hasta que se haya juzgado a todos aquellos relacionados con el Terrorismo de Estado, no se va a cerrar hasta que se recuperen todos los nietos apropiados; no se va a cerrar hasta que deje de haber impunidad. No tengo una programática mientras escribo pero no soy ingenua: creo que en mis escritos salen aquellos temas que me preocupan. Y son esos.
No sé si el horror se entiende. Pero hay que hablarlo. Una y otra vez.

Esta búsqueda de la verdad y su correspondiente exposición, es un motor de la novela. ¿La verdad, por sí misma, tendría la capacidad de generar cambios sociales y políticos en Argentina? ¿La sociedad argentina exhibe, en la actualidad, una vocación real orientada a querer conocer e interpretar la verdad o esta genera, en la sociedad, más temor que ansiedad?

Uf. Son dos preguntas en una. La verdad puede generar cambios pero no siempre. Hay gente que enfrenta verdades espantosas y no puede reaccionar ante ellas. Sí creo que la verdad es condición indispensable de un cambio posible. Desde hace años gente como Estela de Carlotto y las Abuelas de Plaza de Mayo viene trabajando en ese sentido.
La segunda pregunta es más compleja ¿qué es “la sociedad argentina”? Para mí, sería muy difícil hacer generalizaciones. No soy socióloga, ni politóloga ni historiadora. Espero, deseo, confío en que la mayor parte de la comunidad esté de acuerdo en temas tan nodales como oponerse a la violación de los derechos humanos.

“La dictadura había terminado ya, pero todo era lo mismo.[…] Todos los bichos tienen cría”. ¿Podríamos desarrollar alguna idea sobre los efectos residuales de la dictadura?

La respuesta a eso está en la novela. Redes que lo atraviesan todo.

La novela carga en sus páginas varias muertes y golpizas, las cuales, mayormente, suceden fuera de campo, en elipsis. En un tiempo en que las novelas negras están cargadas de sangre, bordeando lo gore,  proponés otra estética. Me gustaría hablar de eso.

Como lectora y como escritora, prefiero lo que se hacía en las tragedias griegas: si hay algo espantoso (Edipo arrancándose los ojos, por ejemplo), que sea fuera de escena.

Lo que está por encima –o detrás- de la ley, las sombras sin nombres, lo oculto, lo impresentable, ¿incentiva o frena todo intento de correr el velo?

En primera instancia diría que lo frena, claro. Pero creo que también juega con cierta omnipotencia: a veces incentiva una búsqueda que luego castiga. Y quizás sólo lo hace para demostrar que puede hacerlo.

Desde Rastros: Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal de la Biblioteca Nacional, tenemos la hipótesis de que la novela negra, al reposar en la idea de crimen, reflexiona –de manera conciente o no- sobre el derecho como estructura simbólica e imaginaria de la sociedad. En el choque de nociones como Justicia/ley y, en definitiva, en el rol del Estado. Me interesa conocer tu opinión.

Sería muy difícil responder a eso en pocas líneas. Creo que “La tensión del umbral” bordea esta relación entre Justicia y Ley. Creo que se ocupa también de hablar de cuánto estamos dispuestos a hacernos los distraídos con todo lo que pasa en torno a nosotros. Pero el hueso de la novela se relaciona con el modo en que se enlazan la Historia con mayúscula y las historias personales. Creo firmemente que cada gesto tiene una carga política porque construye mundo. Uno de los muchos mundos posibles.

¿Por qué creés que el género negro está siendo consumido con tanta avidez en todo el mundo?

Quizás porque aborda temáticas que nos inquietan. Quizás porque muchas novelas negras tiene como eje un enigma y hay cierto placer en “descubrirlo”, en poder dotar de sentido a las cosas.

¿Cómo es tu proceso de escritura? ¿Cómo se modificó al escribir esta novela en una residencia bajo  el patrocinio del Conseil Général du Départament du Nord (Francia)?

Como la mayoría de los escritores en nuestro país, escribo cuando puedo. En los ratos libres que deja el trabajo. No tengo demasiadas cábalas, me acomodo a lo que se puede.
La experiencia en la residencia de Mont Noir fue extraordinaria. Dos meses para poder dedicarlos completamente a la escritura, un equipo humano que nos atendió como si fuéramos de su familia, conversaciones generosas, encuentros con los lectores, paseos por un bosque enorme. Me permitió crear una cápsula de tiempo donde trabajar con completa tranquilidad.

¿Cómo manejás el clima, la atmósfera, en tus narraciones?

Sólo escribo, voy haciendo lo que puedo. Corrijo mucho. Nunca usaría la palabra “manejar” en relación a la escritura. Se trata, más bien, de dejarse llevar.

¿Cómo abordás en tu obra el trinomio “lenguaje, trama, argumento”?

Qué pregunta más difícil. Para mí, la escritura debe funcionar como si fuera música. Cuando corrijo, leo en voz alta. Si algo desafina, lo trabajo, lo limo, lo saco. Casi nunca agrego. En general se trata de una poda. El argumento y la trama trabajan por su cuenta, yo voy por atrás, corriendo atrás de ellos, tratando de ser fiel en el uso del lenguaje. A veces el lenguaje manda y decide el argumento y la trama. Y cada libro  es diferente.



domingo, 9 de junio de 2019

Tacos Altos - Federico Jeanmaire






Los tiempos de un eterno presente 


El mundo es un enorme animal que corre. La inestabilidad, el cambio, el orden y el caos, la extraña red que une todo, esa mezcla oscura de la que están hechas las cosas. La violencia, con toda su estupidez; la violencia innecesaria; la tozudez, la contumacia: caminos que llevan a la desgracia. Mapas poblados de rencores, los clanes, el odio al que es diferente, la inmensa pequeñez, la mezquindad. ¿Cómo crecer en un mundo así?

Su Nuam nació en China y vivió diez años en Argentina. Ahora ha vuelto a su país de origen llevando un idioma que necesita usar para conservar la memoria de lo vivido. No da lo mismo recordar en chino que en castellano. Cada lengua es un modo de ver y una manera de intervenir. Por eso Su Nuam (“Llanura ardiente”) escribe. Una chica de quince años, sentada sobre una palangana “a orillas del gran canal, el final de la calle del mercado, en Suzhou”. Escribe en castellano. Con los fallos y revelaciones que provoca una lengua extranjera. 

“Me cuesta el pasado. Y me cuesta el futuro también.” Su Nuam habla de gramática. De esa dificultad que la obliga a hablar con todos los verbos conjugados en presente. Pero de eso se trata: de cómo el uso del lenguaje nos revela el mundo. ¿Qué otro tiempo verbal podría importar? ¿Acaso no sucede todo ahora? ¿Acaso el futuro y el pasado no existen en tanto nos atraviesan?

La escritura limpia y elemental de Su Nuam conmueve. La economía de recursos se vuelve belleza. Y esa es la palabra que define a Tacos altos, la última novela de Federico Jeanmaire. Un breve tratado sobre la belleza que existe en lo mínimo. Una suave interrogación sobre lo delicado, a pesar de la crueldad que manda en nuestra especie.

Su Nuam es capaz de entender cosas imposibles de poner en palabras. Y, de algún modo, reflejarlas en su cuaderno. Descubrimientos. Preguntas. Una historia que se desarrolla en dos escenarios y que habla de la soledad, el miedo, la venganza, la obediencia, el odio, la injusticia y la violencia. De qué modos enfrentamos el caos del mundo y cómo -por qué caminos, con qué rituales- buscamos reparar lo herido y restaurar un orden perdido. La escritura como pincel de la memoria, como herramienta testimonial, como instrumento para relevar un territorio confuso, difícil de aceptar. La identidad que vamos construyendo tejiendo palabras y paisajes. Su Nuam navega en una lengua extranjera. Y va descubriendo sus huecos, sus barrancos, sus esquinas, sus dobleces. 

Tacos altos dialoga, de algún modo, con El azul de las abejas, de Laura Alcoba, otra hermosa novela que se ocupa de la infancia, el desarraigo y los idiomas. Ese diálogo ilumina ambos libros si uno se entrega al juego de leerlos uno después del otro.



Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Número Cero






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