viernes, 23 de diciembre de 2016

Disfrazado de novia - Carlos Schilling




El otro, el mismo

Disfrazado de novia es el último libro de Carlos Schilling; una colección de ocho relatos que ya desde el título señala su filiación con el camino que viene recorriendo el escritor de Sunchales. Metamorfosis, cuerpos que cambian, identidades que se replican y se deshacen para volver a transformarse. Estos cuentos –pequeñas miniaturas de un tiempo alterado– nos recuerdan que lo más interesante de un rostro enmascarado no es el rostro ni la máscara sino la particular relación que se establece entre ellos.

Siete de estos cuentos están escritos en primera persona. Y hay algo en ese recurso que nos lleva a un relato oral, una historia que alguien desgrana, un sonido que nos atrae y nos mantiene alertas. Es uno de los muchos méritos del libro: fluir con la naturalidad del agua.

Los personajes transitan esa brecha siempre dolorosa, siempre sorprendente, entre lo ideal y lo posible. Algunas escenas quedan en la memoria por su construcción serena y sensible: un chico levanta una corona de novia después de que alguien es atropellado; un hijo se viste furtivamente con el traje de su padre muerto; un hombre tira trofeos y medallas en un camino rural. Herencias,  lenguaje, lazos.

Schilling retoma aquí algunos elementos que ya habitaban su libro anterior, Experimentos con seres humanos. Reaparece ese humor  irónico, tierno en su búsqueda de lo ridículo porque lo ridículo –en este caso– revela fragilidad: en nuestra torpeza se evidencia nuestra humanidad. Reaparece el interés por los dobles, los guiños, las claves. Schilling ofrece su propia vida a ese juego: pone a trabajar ficción y autobiografía cuando la figura del autor se superpone, se confunde, se desdibuja en la figura de algunos de sus personajes. Disfrazado de novia se mueve también entre el homenaje y la parodia. ¿A quién homenajea y a quién parodia Schilling? A los colegas –escritores, filósofos,  periodistas–, a sí mismo y, quizás, a un viejo amor, siempre nuevo en su hacerse presente.

Disfrazado de novia juega a cruzar el tiempo. “El futuro duele como si ya hubiera pasado”, dice un personaje. De eso se trata. Imaginar, proyectar, clavarse aquí para hacer tracción de un futuro que ya huele a viejo porque todo lo soñado ha sido engendrado en los sótanos del pasado. Sólo nos queda cambiar de máscara o arrancarnos el rostro o transformarnos hasta convertirnos en otro y ser, finalmente, el mismo.

Schilling está haciendo una obra. Los suyos no son libros aislados. Se trata de una constelación,  un sistema, casi un ser vivo. No hay repetición aquí. Son reflejos, ecos. Fuerzas que pasan de un cuerpo a otro: fallidos clones que –felizmente– fracasan porque, aun buscando ser idénticos, exhiben su diferencia. 



Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Número Cero



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