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domingo, 10 de febrero de 2019

Un asesino entre nosotros - Flaminia Ocampo





La perversa actuación  

En 2011 la escritora Flaminia Ocampo viajó a Berlín para trabajar en el guión de una película que relatara el tiempo que el criminal nazi Adolf Eichmann pasó en Argentina. ¿Cómo contar una historia con imágenes? ¿Cómo decir algo diferente sobre una figura tan visitada por el cine? Un asesino entre nosotros es la bitácora de ese proceso. A medida que la autora aborda la vida de aquel hombre tenebroso, reflexiona sobre los modos de narrar y genera preguntas sobre qué implica que Eichmann haya podido vivir diez años, en absoluta tranquilidad, en nuestro país. 

Eichmann llegó a la Argentina el 14 de julio de 1950. Años después, escribiría: “Sabía que en esta “Tierra prometida” de América del Sur tenía amigos que esperaban poder ayudarme. Amigos a los que podía decirles orgullosamente, abiertamente y libremente: soy Adolf Eichmann, ex teniente coronel de las SS”. 

Ocampo insiste en la falta de fisuras, en el horror monolítico de un hombre que, ya preso en Israel y antes de ser juzgado, le dijo al policía que lo interrogaba que “el arrepentimiento es para chicos”. La autora se aleja de la opinión de Hannah Arendt, que veía en él la “banalidad del mal”. Ocampo prefiere hablar del “talento para la perversa actuación de la banalidad”. Eichmann era el hombre que afirmaba que “el infierno no existe”, obviando el hecho de que él mismo fue uno de sus arquitectos.

Flaminia Ocampo narra y, al mismo tiempo, reflexiona sobre el lenguaje. Por ejemplo, cuando se refiere a la maquinaria de eufemismos en la que se acorazaba el nazismo. La aniquilación de millones de personas se llamó “solución final”; la deportación era “cambio de residencia”; la muerte por desnutrición, deshidratación y trabajos forzados era una “disminución natural”; el asesinato en la cámara de gas era un “tratamiento especial”. Eso fue el nazismo. Un plan sistemático pensado hasta el  mínimo detalle: su vocabulario administrativo.

Un asesino entre nosotros relata la llegada de Eichmann a la Argentina, el trabajo como tintorero en Buenos Aires, la ironía insoportable de que haya sido operario de una fábrica de artefactos a gas. Los diez años de protección; la larga búsqueda que desembocó en su secuestro; los días de cautiverio en una casa de Florencio Varela. El libro expone el antisemitismo de las instituciones militares y clericales en nuestro país; los grupos nacionalistas de ultraderecha exigiendo la “devolución” y el “regreso” del criminal nazi. El trabajo de Ocampo no solo permite conocer a Eichmann. Sirve, también, para saber algo de ese “nosotros” al que alude el título. Un libro que habla de un asesino pero también de responsabilidades, silencios, complicidades y cegueras. 


Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Número Cero - La voz del Interior




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