lunes, 23 de diciembre de 2019

Campo del Cielo - Mariano Quirós




A la deriva

Gente que parece haber perdido el rumbo o no haber tenido nunca uno. Vagabundos en un paisaje poblado de tierra, con el calor castigando los cuerpos, con una enorme colección de piedras caídas del cielo. Meteoritos llegados hace miles de años dándole el perfil a este pueblo conocido como Campo del Cielo. 

Un taller mecánico. La ruta. Una estación de servicio. Un anfiteatro. Un hotel. Un centro de salud. Un ring de box. Puntos de una constelación. Un territorio “áspero, como violento y venido a menos”. Un enclave natural pero extrañado. Los de afuera viven esa geografía como tierra hostil. Deciden regresar antes de llegar o huyen desesperadamente en cuanto pueden. Un escenario para diez cuentos en los que algunos personajes reaparecen de historia en historia para construir el relato de un espacio, de un clima. 

“Mientras haya fuego habrá una historia que aguarda ser contada” dice la cita de Luis Sagasti que abre el nuevo libro de Mariano Quirós. Ese fuego brilla en la estrategia del escritor chaqueño: hablar de un lugar a través de la vida de las personas que lo habitan.

Padres, hijos, hermanos, matrimonios. Lazos de familia que se tensan hasta lo insoportable. Dos mellizos que parten a buscar a su madre. Un niño que se apasiona por los meteoritos y se convierte en lo que parece “un sabio idiota”. Un padre desolado ante un hijo al que considera raro. Policías que manejan el negocio de los autos robados. Un artista que desaparece. Una cantora que huye. Un boxeador que busca recibir el golpe que le permita ver otra vez la figura de un extraterrestre que parece “un patinador, un bailarín monstruoso y colorinche”.

La noticia del suicidio de un músico de rock y el recuerdo de un concierto frustrado. Un actor personificando un meteorito. Un hombre que disfruta con cada accidente que ofrece la ruta. Los turistas como una fauna que nadie soporta. Los indios y su mirada divergente, su otra historia, su otro modo. Un parque de veinte hectáreas y un cráter gigante donde se ha construido un anfiteatro. La Fiesta Provincial del Meteorito que se celebra cada septiembre. Los animales siempre presentes: los perros, los tatús, los burros que se juntan al costado de la ruta a comer el trigo que cae de los camiones.

Equívocos, confusiones, malentendidos. Lo extraño y lo enrarecido. Extraterrestres y chupacabras. El miedo a lo que no puede nombrarse o delimitar, como las “criaturas del monte” que espantan por su indefinición. Y el relato de cómo empezó todo. Cómo ciertos eventos generan mitos. Cómo las personas se ponen a buscar y “a medida que avanzan, hilvanan nuevas historias; estallidos de la imaginación que ofrecen, mucho más que respuestas, nuevos misterios.” 


Eugenia Almeida

Publicado originalmente en La Voz del Interior






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