domingo, 29 de diciembre de 2019

Diario de amor y militancia - Susana Gómez





Aquellos días 


Lo primero que impacta en este libro es el diseño gráfico. La delicada intención de conservar el espíritu de un diario, una bitácora que recupera la propia historia y, de algún modo, la Historia que tenemos en común. De hojas gruesas, con el color que suelen tener los cuadernos después de un tiempo, con el trazo de la letra manuscrita, con fotos, ilustraciones y dibujos, Diario de amor y militancia salta a la vista como un libro objeto, uno de esos pequeños artefactos de memoria que muchos de nosotros queremos conservar. Hay aquí un encuentro que potencia: el de Susana Gómez, autora del relato, y el de Manuela Eguía, a cargo del diseño de arte y las ilustraciones. Es imposible pensar en el trabajo de una sin el trabajo de la otra. Y hay, en ese cruce, una riqueza singular. 

El libro cuenta, en primera persona, parte de la historia de Susana Gómez. Un relato que comienza en mayo de 1973, en Buenos Aires. Un año antes, con sólo quince años, Susana había dejado la escuela y su familia para involucrarse completamente con la militancia en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), brazo político del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). En una reunión conocerá a Miguel Ángel Castiglioni. Poco tiempo después se irán a vivir juntos y tendrán un hijo. 

Con citas, documentos, dibujos y un relato en los que se mezclan Santucho, Los Beatles, García Lorca, las cartas de amor, Picasso, los dadaístas, Gramsci, Fellini, fotos de familia, la masacre de Trelew y Rimbaud, el libro es también un homenaje a los ausentes. A la presencia infinita de los desaparecidos.

Diario de amor y militancia aporta algunos detalles de la vida cotidiana de quienes militaron en estas organizaciones. El deseo de cambiar el mundo, los sacrificios individuales, un ideal revolucionario, la clandestinidad, la persecución, el miedo, el exilio. El relato de las múltiples estrategias de resistencia durante el tiempo de prisión. Los “caramelitos” que los familiares de los presos políticos hacían entrar en la cárcel con información que no podía ser transmitida de otra manera. El camino de la invención para encontrar una grieta y burlar la censura. La imaginación abriendo posibilidades para que la palabra circule. 

De eso se trata, quizás, este libro. De mostrar –incluso con su propia existencia– el rol primordial de la palabra como trinchera, como refugio, como soporte de la resistencia.

Sobre el final se suman otras voces: compañeros de militancia, familiares y seres queridos hablan de Miguel Ángel. Quizás lo que más conmueve es la carta de su hijo Nicolás. Un texto que, al hablar de su padre, dice en una sola frase todo lo que podemos decir de los desaparecidos: “él no está y estuvo siempre”. En esa aparente contradicción vive algo de lo indecible. Y, por tanto, algo de lo que más necesitamos decir.



Eugenia Almeida

Publicado orginalmente en La Voz del Interior



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