domingo, 30 de junio de 2013

El Festival Le marathon des mots según Patricia Kolesnicov

Toulouse copada por la literatura de Buenos Aires y sus escritores

Autores porteños y franceses comparten entrevistas, debates y lecturas de obras escritas en las dos orillas.


Piñeiro, Salem y Berti en una clásica foto de Daniel Mordzinski














Pongamos que uno dice “Samanta Schweblin”, que dice “Martín Kohan”, “Andres Neuman” “Elsa Osorio”, “Damián Tabarovsky”, que dice “Alan Pauls”, “Pablo De Santis”, “Pola Oloixarac”, “Laura Alcoba”, “Fernanda García Lao”, “Eduardo Berti”, “Carlos Salem”, “Eugenia Almeida” “Ernesto Mallo”. Pongamos que uno dice –y es decir– “Alberto Manguel”. Que dice “Claudia Piñeiro” incluso. ¿Imagina un montón de gente esperando para escucharlos? Pongamos, encima, que uno dice todos esos nombres, o cada uno de ellos en una ciudad de provincia de otro país. Toulouse, pongamos. Que no es cualquier ciudad, pero ya veremos. ¿Un festival de literatura con escritores argentinos en Toulouse? Sí, este año la ciudad de Buenos Aires es la invitada de La maratón de las palabras. Y las salas se les llenan a todos los arriba mencionados.

Como a los jujeños, a los tolosanos les da “el viento de la locura” una vez por año. En Jujuy el viento del norte, en Toulouse el del sur, en ambos el que trae el calor. Pero suele pasar, en mayo, así que debe ser amor a la literatura lo que los hace sentarse a escuchar los debates, las entrevistas y, sobre todo, a escuchar como algún actor o actriz lee la obra de autores cercanos y lejanos. Franceses y argentinos en este caso. Pierre Arditi quizás sea el más famoso de los lectores. Y entre las obras que se leyeron, Santa Evita, de Tomás Eloy Martínez, Felices los felices, de Yasmina Reza, El viajero del siglo, de Andrés Neuman.

Pero la estrella absoluta es Amelie Nothomb y nadie dejó de verla ayer, cuando llegó a un almuerzo en que estaba todo-el-mundo vestida de negro y con una especie de sombrero de novicia rebelde. Llegó, se sentó y a otra cosa. ¿Una pose? “Es que ella sí está completamente loca” fue la frase con que describió a la autora de Biografía del hambre un periodista y admirador. Unas horas más tarde, la autora belga nacida en Japón habló en el auditorio de Saint Pierre des Cuisines, un lugar que fue una Iglesia desde el siglo V. Dos entrevistadores le preguntan por el sombrero. ¿Es la construcción de un personaje? “Estoy muerta de miedo”, dice, tan ella misma como siempre. “En la construcción de un personaje el sombrero es importante. Y soy supersticiosa. Pero el sombrero es más que una superstición, es un casco. Es cierto que protege”.

El festival está por toda la ciudad, en librerías, centros culturales, auditorios. No lejos de donde habla Nothomb charlan los argentinos Alan Pauls y Pola Oloixarac con el francés Patrick Deville, autor de Peste y cólera (de pasó, acá está también el Hospital de la Grave, creado hacia el siglo XII, y donde se dice nació Gardel). El presentador define la novela Las teorías salvajes, de Oloixarac, como “comedia filosófica” y le comenta a Pauls, autor de Historia del dinero lo parecidas que son en francés las palabras “argent” (dinero) y “Argentine” (Argentina). Pauls es amable y no contesta que claro, vienen del mismo lugar.

Los dos, Pauls y Oloixarac, pasaron meses en la residencia para escritores de Saint Nazaire, al oeste de Francia. De eso hablarán, de su relación con Francia. En idioma loca Pauls contará que, aunque Buenos Aires es portuaria, “su” ciudad (vive en Palermo) siempre estuvo lejos del puerto. Y que le resultaba una alucinación ver, en Saint Nazaire, cómo pasaban transatlánticos por debajo de su balcón. Pero además, dijo, esos meses cambiaron mi visión de la literatura”.
Oloixarac estaba acostumbrada a los puertos; su padre es marino. Y escribir cruzando el Atlántico. Pero lo que le interesa, dijo, es “cómo hacer la revolución hoy” cuando vivimos “en sociedad de la vigilancia”.

Unos minutos de subte–tren más lejos, en una librería, Carlos Salem y Claudia Piñeiro respondieron preguntas del público. En el caso de Piñeiro, sobre todo acerca de Las viudas de los jueves y de Betibú, pero también de Elena sabe.

Un rato después, en el mismo lugar, Elsa Osorio, Eugenia Almeida y Ernesto Mallo hablan sobre la dictadura. Es imposible un encuentro con argentinos en el que no se hable de la dictadura, está metida en los huesos, en los textos, en las pequeñísimas biografías de los participantes donde hay varios exiliados entre los mayores, varios hijos del exilio entre los jóvenes. Acá tampoco queda un lugar, Piñeiro se sienta en el piso. Abre Osorio, autora de A veinte años, Luz, la historia de una chica que busca su identidad, publicada en 1998. “Entonces había chicos que las abuelas habían encontrado, pero todavía no se conocían chicos que buscaran su origen”, contó. Y que quiso que la novela saliera en España, donde vivió entre 1993 y 2005. “En España”, recordó el coordinador, “los franquistas también se apropiaron de chicos”. “En España hubo un pacto de silencio”, cerró Osorio. “Pasaron años, años, años sin hablar”.
Eugenia Almeida (1972), autora de El colectivo, dijo que escribió sobre la dictadura casi sin darse cuenta, (tenía 4 años cuando empezó). Y que hizo falta la democracia para ver qué más había afuera.
“Pienso en la dictadura en términos personales”, contrastó Mallo, que tenía casi 30 años cuando el comunicado número 1. “La historia de la aguja en el pajar estuvo dando vueltas 25 años en mi cabeza, hasta que un día el absceso se abrió y salió todo junto”.
En la estación de subte, para volver, suena “Taquito militar”. En la plaza, a la noche, se baila tango. Buenos Aires está en Toulouse y se nota. Y saca pecho por ahí Hernán Lombardi, ministro de Cultura porteño y realizador de esta movida. Cuenta un pajarito que ahora planea llevar a Arditi a Buenos Aires. Pero falta.

Patricia Kolesnicov


No hay comentarios:

Publicar un comentario