jueves, 4 de julio de 2013

El Festival Marathon des mots en La Nación

Último tango en Toulouse

Por Maximiliano Tomas |  Para LA NACION













Si en algo coinciden hoy la Argentina y España es en los problemas que enfrentan los pasajeros en sus mayores aeropuertos, Barajas y Ezeiza. Los conflictos de la empresa Intercargo (gestionada por integrantes de La Cámpora) en Buenos Aires, y los diversos reclamos de los empleados de Iberia, en Madrid y Barcelona, hicieron que las delegaciones de escritores argentinos que debían viajar a Toulouse, Francia, para participar de El Marathon des mots (Festival de las Palabras), llegaran con casi un día de retraso. Nada trágico, desde luego, pero algunos invitados, como Martín Kohan o Damián Tabarovksy, se vieron forzados a ir directamente del aeropuerto, después de dieciocho horas de viaje y demoras, a sus respectivas charlas. Solo lo que vendría después, un festival organizado con profesionalismo y eficiencia, y que involucra a buena parte de la ciudad y sus habitantes, hizo que el malhumor generalizado pudiera desaparecer rápidamente.

Toulouse, apodada "la Ciudad Rosa" por sus construcciones de ladrillo a la vista, y famosa por ser la preferida del exilio español antifranquista (y por la exhibición de una placa dorada en la fachada de un angosto edificio de tres pisos que dice que allí nació un cantante de tango llamado Charles Gardes), tiene menos de 500 mil habitantes y es la cuarta comuna francesa detrás de París, Marsella y Lyon. La semana pasada fue sede de la octava edición del Festival de las Palabras, un encuentro que se presupone literario pero cruza diversas actividades (charlas, conferencias, entrevistas públicas y lecturas) y disciplinas (literatura, pero también danza, teatro, cine y música), donde Buenos Aires era la ciudad invitada de honor. Hacia allá fueron, pese a asambleas de empleados y cancelaciones, escritores argentinos como Eugenia Almeida, Pola Oloixarac, Ernesto Mallo, Samanta Schweblin, Fernanda García Lao, Eduardo Berti, Andrés Neuman y Alan Pauls.

Saben que la literatura se piensa y se hace en soledad. Tal vez por eso, ninguno imaginaba que Toulouse los fuera a recibir con salas llenas
Traducidos al francés, y también a otras lenguas, la mayoría de ellos tiene, a esta altura, millas acumuladas en el arte de la exhibición de sus figuras públicas. Y saben que la literatura se piensa y se hace en soledad. Tal vez por eso, ninguno imaginaba que Toulouse los fuera a recibir con salas llenas en cada uno de los encuentros en los que participaran. No importa dónde se realizaran, ni cuál fuera el tema: a diferencia de lo que suele suceder en Buenos Aires, la gente se agolpaba para escucharlos. No sería la única sorpresa: Toulouse, que tiene apenas la mitad del tamaño que Buenos Aires, cuenta con tantas librerías como la capital porteña, algunas de ellas (como Ombres blanches ) realmente impresionantes por la cantidad y la calidad de los fondos editoriales exhibidos. En el pequeño casco histórico de la ciudad hay más de diez, sin contar las cadenas, algunas dedicadas de forma exclusiva a la ciencia ficción, al policial o a los cómics.

¿Por qué en cada una de las actividades había cincuenta, cien, trescientas personas? ¿Por qué en la Feria del Libro o en el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba) no pasa lo mismo cuando los invitados son escritores de ficción y no celebridades mediáticas o premios Nobel? Tal vez sea una cuestión de dimensiones: muchas de ellas se concentraban en pocas cuadras a la redonda, y el público podía ir a pie de un lado a otro. O de comunicación: en cada esquina de la ciudad había un cartel que recordaba el desarrollo del festival. O de calidad de jubilación: el noventa por ciento de los auditorios estaban compuestos por mujeres de sesenta años o más. O, quizá, todo se deba a su fuerte carácter performático. Muchos de los encuentros eran simples lecturas de obra, para las que los organizadores habían convocado a reconocidos actores del cine y el teatro francés. ¿Iba el público a ver a los intérpretes o a los interpretados? ¿Será cierto, finalmente, como comentaba uno de los escritores argentinos, que la industria editorial francófona es la única que no da pérdidas en la actualidad debido al arraigado hábito de lectura de los franceses?

Toulouse, que tiene apenas la mitad del tamaño que Buenos Aires, cuenta con tantas librerías como la capital porteña

Alentados por el volumen de los auditorios, los escritores que representaron a Buenos Aires soportaron con estoicismo las preguntas del público, que (y en esto no suele haber variaciones: las expectativas del mundo hacia la Argentina siguen siendo las mismas, es decir, pocas) inevitablemente convocaron los nombres de Borges, Gardel, Perón y Maradona, y tópicos como la crisis, el tango o el fútbol. Kohan aceptó el desafío y deconstruyó algunos de los mitos argentinos con humor ("¿Qué nos pasó que no fuimos la potencia que estábamos destinada a ser? Nada especial. Lo cierto es que somos un país como cualquier otro. Son nuestras fantasías megalómanas las que nos frustran") y Pauls hizo otro tanto hablando de la pérdida ("Solemos pensar que la derrota no está tan mal. Y ese es un sentimiento profundamente argentino"). A Tabarovsky no le consultaron, como sucedió en un festival de literatura hace algunos años, sobre la filiación nazi de Perón. Pero al final de una de sus charlas le preguntaron, después de haber estado hablando de cualquier otra cosa, por qué creía que no se leía tanto la poesía de Borges: "Sencillamente porque Borges no era un buen poeta", contestó. El público francés reía y participaba, compraba libros de los argentinos, se los hacía autografiar y miraba el programa en busca de la próxima mesa. Cada tanto se daba vuelta al toparse con las figuras singulares de Amelie Nothomb o María Kodama. La máquina literaria recibía una nueva inyección de lubricante. Pedir más hubiera sido pedir, verdaderamente, demasiado.

http://www.lanacion.com.ar/1597927-ultimo-tango-en-toulouse

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