jueves, 8 de agosto de 2013

María Domecq









Hubo un tiempo en el que la Compañía de Indias Orientales holandesa enviaba mercaderes a Japón y les permitía quedarse allí con la condición de ir sin familia. Como contrapartida, se les ofrecía la posibilidad de un matrimonio “temporal” con una mujer japonesa. De ese extraño acuerdo establecido entre dos países surgieron muchas historias. Posiblemente la que más haya trascendido es la de “Madame Butterfly”. Una anécdota que luego fue “nouvelle francesa, opereta europea, cuento norteamericano, vaudeville atlántico y, por fin, gran ópera italiana.”

 Juan Forn inicia esta novela con el pulso impecable de sus crónicas en Página 12. Y quizás sea así porque el punto de arranque fue ese: un artículo escrito para cubrir un bache en el diario. Luego vendrá el comentario de un historiador y Forn se enfrentará a un descubrimiento sorprendente: la posibilidad de que su bisabuelo haya sido uno de los protagonistas de la historia que relata Madame Butterfly.

Una pancreatitis deja al protagonista al borde de la muerte. En ese estado va a conocer a María Domecq, su guía en una búsqueda que aúna lo público y lo privado. Un ejercicio de reconstrucción personal que se basa, paradójicamente, en la desconstrucción de los relatos familiares, sus falsedades, sus silencios y su hipocresía.

La novela recorre parte de la Historia de Japón, la Guerra de la Triple Alianza, la Semana Trágica y la creación de la nefasta Liga Patriótica. Allí van a aparecer Puccini y la misteriosa muerte de su hermano, Riccordi, Pilniak, Pierre Loti, el Proyecto Manchukuo y la comunidad creada en Brasil por Isamu Yuba. “El pasado –dice Forn– esconde cartas que va tirando de a poco. Una mínima pieza de tu pasado que irrumpe en el relato de tu vida, puesta con fórceps donde corresponde, hace que todo se reacomode.”


Eugenia Almeida
Publicado en Ciudad X
Mayo 2013

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