martes, 22 de marzo de 2016

Irène - Pierre Lemaitre



Homenaje al policial


El comandante de la Brigada Criminal parisina Camille Verhoeven siempre ha llamado la atención por su tamaño. Mide un metro cuarenta y cinco centímetros. Desde su infancia ha luchado contra esa característica física construyendo una presencia que haga olvidar su estatura.

El 7 de abril de 2003 Camille recibe una llamada. Le avisan que ha habido “una carnicería”. Lo que se describe es algo que sólo los lectores no impresionables podrán soportar. Dos cadáveres destrozados y una pared en la que alguien ha escrito con sangre: “He vuelto”. La escena del crimen recuerda al famoso cuadro de Goya “Saturno devorando a sus hijos”.

El Comandante enlaza intuiciones y encuentra algunas respuestas en su biblioteca. El crimen parece tener relación con La Dalia Negra, de  James Ellroy; un clásico de la novela negra. Poco a poco surge la imagen completa: un asesino reproduce, con sus crímenes, escenas de diferentes novelas policiales. La prensa lo bautiza como “El novelista”.

Verhoeven comienza una investigación que va a llevarlo a diferentes escenarios. Su único espacio de descanso son los momentos que pasa con Irène, su esposa embarazada. En ese cotidiano late una paz mansa y serena que permite tomar aire antes de volver a hundirse en la oscuridad.

Los personajes se entrecruzan en una historia atravesada por la literatura. Los miembros de la Brigada, el responsable de la policía científica, un especialista en perfiles criminales, un informático, un periodista de policiales, una jueza, un profesor de literatura y un librero rodeados por la presencia fantasmagórica de autores como Bret Easton Ellis, William McIlvanney, William Irish, Georges Simenon, John Connelly, Ross MacDonald, Maj Sjöwall y Per Wahlöö. 

Camille lleva a cabo una investigación que implica estar en la calle pero también leer novelas. En un gesto arriesgado, buscará el modo de ponerse en contacto con el asesino. Habrá un intercambio de cartas. Y en uno de esos papeles, “El Novelista” dirá: “Me gustan esos bucles perfectos que enlazan con tanta precisión la literatura y la vida”. 

De eso se trata esta novela. De la extraña relación que puede construirse entre ficción y realidad. O, más precisamente, de los modos en los que la realidad puede reproducir la ficción. 

Seis asesinatos que recrean los escenarios de cinco novelas. El juego que sólo puede construir un escritor que es, fundamentalmente, un gran lector. Irène es, en cada página, un homenaje que Pierre Lemaitre hace al género policial. En ese sentido, la cita de Roland Barthes que abre la novela (“El escritor es una persona que encadena citas quitando las comillas”) funciona como un indicador de lectura.

Hay algo en este libro que recuerda a un guión. Un encadenamiento de frases cortas que presentan un escenario. Lugar, hora, los datos indispensables para que la imagen se haga presente. Una economía de palabras que precipita la historia.

En una decisión extraña, la editorial Alfaguara cambió el título original de la novela. Lo que aquí conocemos como Irène, en Francia se llamó Travail soigné, una expresión que sirve para designar algo que se ha hecho con mucho cuidado, con mucho detalle. Claramente, un título mucho más ajustado a la historia de un asesino que comete sus crímenes como si fuera un artista creando una  obra maestra.

Pierre Lemaitre nació en Francia en 1951. Empezó a escribir a los veinte años pero tardó mucho tiempo en decidirse a mostrar lo que hacía. Criado en una familia que sacralizaba la literatura, creció rodeado de lecturas gracias a su madre que, en cuanto aparecieron los libros de bolsillo, llenó la casa con todos los títulos que se iban publicando.

Lemaitre estudió Psicología y trabajó durante años dando clases de literatura a bibliotecarios. En una de esas clases conoció a la que luego sería su esposa. Ella le preguntó por qué no escribía y ese gesto abrió las puertas. Él le mostró un manuscrito; ella lo leyó e inmediatamente le dijo que tenía que hacer todo lo posible para publicarlo. 

Aquel manuscrito –la novela que hoy conocemos como Irène– fue enviado a diversas editoriales. Su autor tuvo que soportar que le dijeran veintiuna veces “no”. Hasta que un día uno de los editores que había rechazado la novela lo llamó para decirle que lo había reconsiderado y estaba dispuesto a publicarla. Lemaitre tenía cincuenta y seis años. En poco tiempo se convirtió en un escritor de policiales reconocido en toda Francia. En 2003 redobló la apuesta y, alejándose del género negro, publicó Nos vemos allá arriba, una novela que ganó el premio Goncourt, posiblemente uno de los reconocimientos más importantes de la literatura europea. 

Irène es la primera historia protagonizada por el Comandante Camille Verhoeven, un personaje que reaparece en otros tres libros del autor francés.

Eugenia Almeida


Publicado originalmente en Ciudad X


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