domingo, 24 de noviembre de 2013

La lluvia de verano / Marguerite Duras




Un mundo terriblemente vivo

Surgido a partir de su película “Los niños” llega uno de los últimos libros escritos por Marguerite Duras.


¿De qué hablan los libros de Duras? Del lenguaje. Siempre del lenguaje. Se dice, se calla, se ronda lo innombrable, se reconoce que la palabra no alcanza, se sigue buscando, torpemente, un modo de acercarse a los otros.

Tenía 76 años cuando escribió  La lluvia de verano, una novela poblada de niños que deambulan en un abandono terrible, feroz y lleno de amor. Un amor turbio, sí. De esos amores sabe hablar Duras.

Una casa, en un suburbio de París, habitada por siete niños y sus padres. Adultos que recogen libros de la basura y se hunden, apasionadamente, en la lectura de una biografía. Padres que roban en las librerías de saldos, que beben hasta emborracharse, hasta perder el camino a casa, una casa en la que esperan, en el cobertizo, siete hijos que son, cómo decirlo, una presencia inquietante, unos extraños, un misterio, la fuente de toda zozobra. “Con los hijos nunca se sabe”, dice la madre. Ella se llama Natacha y Ginetta y Hanka y Eugenia y Emilia. ¿Hay algo más desestabilizador que no tener un nombre propio? ¿Tener demasiados equivale a no tener ninguno?

Todo es así en este libro de Duras. Todo es una cosa pero también otra y posiblemente ninguna de las dos. Una novela que funciona como un acertijo sin solución pero que, al mismo tiempo, transmite la sensación de que uno ha entendido. ¿Qué? No es posible decirlo.

Una historia familiar. Inmigrantes que han llegado a Francia y allí han ido quedando fuera del mercado de trabajo. Un niño que descubre que sabe leer sin haber aprendido a hacerlo. Y que se niega a ir a la escuela porque allí le enseñan “cosas que no sabe”. La historia de cómo ese argumento va atravesando a sus padres, a su maestro, a sus hermanos, a toda Francia. Una familia perforada de abandonos, miedos, silencios y conversaciones. Un grupo de raros que relatan historias y se preguntan cosas unos a otros y, finalmente, cuando llegan al límite, a la inutilidad evidente de las palabras, se ríen. A carcajadas. Un mundo lleno de terrores y desesperación pero también de aceptación y festejo. De risas. Un mundo hermoso y terrible. Vivo.

Una historia de libros (robados, quemados, perdidos y recuperados) y una historia de la lectura. Una historia –y no es de extrañar- de dos hermanos que batallan, sucumben y atraviesan un amor pesado, demasiado denso, demasiado profundo.

Marguerite Duras siempre renueva el placer de leer. Con su prosa telegráfica, con la puesta en escena de diálogos perfectos, con su especial modo de no decir, de rodear las cosas, de bordearlas con palabras. Siempre luchando y dejándose vencer por el único amante, por el mejor enemigo: el lenguaje.


Eugenia Almeida
Publicado en Ciudad X

Diciembre 2012



No hay comentarios:

Publicar un comentario