jueves, 4 de julio de 2019

Memoria por correspondencia - Emma Reyes



Aquel infierno de la infancia 


Cuando la pintora colombiana Emma Reyes murió en Francia en 2003, tenía 84 años. Argentina, Uruguay, México, Israel, Italia y Estados Unidos fueron algunos de los lugares en los que vivió. Podríamos decir que Reyes era nómade. O quizás sea más justo decir que su único equipaje era ella misma, una mujer inquieta que nunca dejó de buscar. 

En 1969, Emma escribe una carta a su amigo el historiador y escritor Germán Arciniegas. Allí, la pintora cuenta parte de su infancia. Arciniegas queda conmovido por lo que lee y pide más. Más cartas, más de esa voz única relatando de un modo singular los años espantosos de la violencia y el desamparo. Reyes accede. Entre 1969 y 1997 escribe otras veintidós cartas. 

En 2012, casi diez años después de su muerte, aquellas cartas se convirtieron en un libro editado en Colombia bajo el título Memoria por correspondencia. Hace unos meses, Edhasa tuvo la excelente idea de publicarlo en Argentina. 

Uno se queda sin palabras al leer a Emma Reyes. Es lo que pasa cuando se asiste a un uso nuevo del lenguaje. Un uso despojado y florido a la vez. Lúdico y terrible. Ingenuo y  desencantado. Reyes relata su infancia con la mirada de la niña que era. Y así nos devuelve una  forma de ver el mundo que, en su inocencia, desnuda lo que nuestros ojos han naturalizado para poder sobrevivir. 

En “Leona pura, leona oscura”, el impecable prólogo que abre el libro, Leila Guerriero señala que  Memoria por correspondencia es “la historia de una desgracia. Pero de una desgracia contada con la más alta gracia que se pueda imaginar”. No hay palabras más exactas para hablar de este libro. 

Las cartas de Reyes hablan de una infancia de infierno que transcurre en lugares cerrados bajo llave. Los adultos son sombras fugitivas o temibles. Hay separaciones, mudanzas, pérdidas.  Siempre hay algo que callar o alguien oculto y encerrado. Emma describe con precisión el abandono definitivo en una estación de tren, la esclavitud  institucionalizada en un convento y finalmente, la huida. Ahí se detiene el relato, que no se refiere a lo que vino después. Con eso colaboran las palabras que Arciniegas escribió en 1993 y que en esta edición aparecen como anexo. También se incluyen algunos dibujos y la versión facsimilar de la primera carta manuscrita que Reyes escribiera en París el 28 de abril de 1969.

Memoria por correspondencia no es sólo un libro necesario. Es, claramente, indispensable.


Eugenia Almeida



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