sábado, 9 de noviembre de 2013

Entrevista de Alberto Torres Blandina para la Revista Teína




UNA LECTURA A DOS VOCES DE EL COLECTIVO, UNA NOVELA ARGENTINA CON PREMIO INTERNACIONAL



Cuando la dictadura consigue que hasta los colectivos no paren


Eugenia Almeida es la autora de El colectivo, libro que consiguió el Premio de Novela Las dos orillas 2005. Este galardón lo auspicia el escritor chileno Luis Sepúlveda y lo concede cada dos años el Salón Iberoamericano de Gijón. Se trata de una historia mínima, pero de alcance universal y que elude cualquier otra etiqueta que no sea la de «literatura». Escribe sobre El colectivo y habla con la autora el ganador de 2007.



















Hace tres noches que el colectivo pasa sin abrir la puerta. El pueblo está bajo un cielo de lata. Gris y apenas ondulado. La tierra ensucia los dinteles y la falta de lluvia pone nerviosos a los perros...

Los premios literarios surgieron con el objetivo de descubrir nuevos valores. Hoy en día, por desgracia, forman parte del engranaje editorial y son una forma de promoción de autores consagrados. Ser premiado supone elevar el índice de ventas, por lo que muchos premios son pactados hasta con dos años de antelación entre las editoriales y los agentes de un determinado escritor. Por ello el narrador chileno Luis Sepúlveda, durante la presentación de la novela ganadora del Premio Las dos orillas, tuvo que repetir varias veces, con una insistencia crítica:

Este es un premio limpio. Repito, un premio serio, limpio.

Ya en las bases del certamen queda clara su vocación de «reparar las injusticias cometidas con muchas escritoras y escritores». Su propósito explícito es premiar novelas de calidad que, debido a incomprensibles políticas editoriales, se encuentran con problemas para acceder al mercado. Quien conozca un poco la trayectoria de Luis Sepúlveda sabrá de sobra que un galardón avalado por él no podría ser de otra forma que serio y limpio. ¿Necesita una mejor presentación El colectivo de la argentina Eugenia Almeida que haber sido vencedora en este premio internacional?


UNA LITERATURA SIN ETIQUETAS

El colectivo es una historia sencilla. Contada con una prosa igual de sencilla, de frases cortas, pero no exenta de ritmo y poesía. Es la historia de un pequeño pueblo en el que deja de parar el autobús público (el colectivo en la Argentina) sin que nadie sepa la verdadera razón. La historia sucede en la provincia argentina de Córdoba pero podría suceder en cualquier lugar del mundo. En un remoto país o al lado de casa. Que sucede en 1977 durante la dictadura militar pero podría suceder en cualquier momento de la historia. Hoy mismo o hace mil años.

Podríamos decir que nos encontramos ante una novela de denuncia social. Una novela que habla de los abusos y la impunidad del poder. Pero entonces no diríamos nada. Porque El colectivo va más allá. Cuenta una pequeña historia. Una anécdota. Pero una anécdota que se convierte en fábula. Una anécdota insignificante que resume millones de anécdotas, que las contiene en esencia. Con unos protagonistas casi arquetípicos, a la vez que profundamente humanos. Y es esto lo que más conmueve, que parecen atados a su rol. Muñecos de carne y hueso incapaces de dejar de cumplir su papel específico en la tragedia que sobreviene: Primitivo, el comisario, Martita... Todos los habitantes del pueblo son cómplices del poder de algún modo. Por aquello que no preguntan, que no dicen o que no miran.

Eugenia Almeida no se siente cómoda cuando le hablo de «literatura social». Rápidamente me responde.

No entiendo muy bien la categoría de «literatura social». Lo digo sin ironías, de verdad no termino de entender qué significa. Me parece que toda la literatura es social, todo viene de esto que somos. Incluso como especie.

Y yo corrijo. Tiene razón. Olvidémonos de las etiquetas. La historia narrada ocurre durante la dictadura argentina. Pero no es una novela sobre la dictadura argentina. Es una novela sobre un pequeño pueblo cuyas gentes poco o nada tienen que ver con los tejemanejes del poder, aunque indirectamente, sin apenas darse cuenta, se convierten en cómplices de ese poder. 

El hablar sobre la dictadura no fue deliberado. Pero debo reconocer que ese tema me atraviesa, me desvela. Las huellas del proceso militar son profundas y por ello no me parece extraño haber terminado contando una historia que transcurre en esos años. Nos falta, como sociedad, seguir preguntándonos, seguir admitiéndonos, seguir tratando de aceptar la complejidad de lo que somos. Sin embargo el hecho de no haberlo planeado y de que surgiera, para mí, habla de una necesidad. Mi propia necesidad de seguir tratando de —no digo comprender porque eso es casi imposible— asomarme a ese horror.

¿El pueblo donde transcurre la novela está inspirado en algún lugar concreto?, le pregunto. Y recuerdo ese paisaje seco con un cielo siempre a punto de romper a llover; esos extranjeros escrutados desde todas las ventanas; esa vía que separa el barrio burgués del «otro barrio»; ese autobús que pasa pero que nunca se detiene. Un escenario asfixiante y casi metafórico.

La novela surgió en un momento personal muy difícil y para mí esa historia representaba la posibilidad de habitar «otro lugar» que no fuera lo que me estaba pasando en ese momento. Claro, que a veces uno no puede elegir adónde viaja y me sumergí —sin querer, casi sin pensarlo— en un clima bastante agobiante, en ese pueblo pequeño y turbio donde yo iba viendo qué hacían los personajes y sólo me limitaba a describir sus movimientos. Nunca supe hacia dónde iba esa historia. Solo la «dejé salir».


UNA AUTORA ATENTA A LOS PEQUEÑOS GESTOS

Dentro de la novela hay una historia que me conmovió profundamente. Es la desgarradora historia de Marta y el doctor Ponce.

¿Qué puedo decirte de ellos? Creo que son personas complejas, como solemos serlo todos, aunque sea más fácil creer que somos sencillos. En esa historia el odio, la sumisión, el abandono de sí mismo van marcando una desgracia de esas horrendas que, sin embargo, se construyen con gestos pequeños, cotidianos, esas pequeñas piezas que se mueven día a día.

¿Sabes? Creo que esa frase resume con exactitud toda la novela: «una desgracia de esas horrendas que, sin embargo, se construyen con gestos pequeños, cotidianos, esas pequeñas piezas que se mueven día a día».

Le pregunto entonces por el premio que acaba de recibir en el Salón del Libro Iberoamericano de Gijón (España). Un premio que le ha permitido ver publicada su novela también en Portugal, Francia, Italia y Grecia. Se emociona. Se deshace en elogios con el trato y el calor recibido (y no me dice, pero lo sé yo, que su libro se agotó en una edición del salón donde los autores argentinos batieron el récord de ventas).

La foto en la que salgo con Luis Sepúlveda es una gentileza del fotógrafo Daniel Mordzinski. Quizá ya lo conoces. Es un artista maravilloso. Te pido que digas que esa foto es suya.

Descuida, le contesto. Y entonces nos despedimos hasta la próxima. Conversación o novela. Probablemente las dos cosas.


Alberto Torres Blandina
albertukituk@yahoo.es


http://www.revistateina.es/teina/web/teina15/lit8.htm


2 comentarios:

  1. ¡Preciosa entrevista! (suerte que está en castellano y pude leer sin el google traductor, tan torpe, sin mencionar el tiempo que me lleva hacerlo con diccionario bilingue)

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