jueves, 29 de mayo de 2014

Las puertas del infierno / John Connolly





Desde hace tiempo los científicos vienen hablando de mundos paralelos, de realidades alternativas que podrían existir y que la física rastrea e investiga. También los líderes religiosos hablan de algo que existiría “más allá”: lugares maravillosos o terroríficos donde seríamos castigados o premiados por nuestras acciones. ¿Qué pasaría si alguien encontrara el umbral que comunica este mundo con los otros?

Samuel Johnson tiene once años. Vive en un pequeño pueblo de Inglaterra. Siempre está acompañado por Boswell, su perro salchicha. La relación con los adultos es complicada: su padre se ha ido de casa, su madre no lo toma muy en serio, la chica que lo cuida es una tirana, sus profesores lo consideran una molestia porque siempre está preguntando cosas que ellos no saben responder.

En ese contexto, Samuel tendrá que enfrentarse a una dificultad cotidiana que viven todos los niños: lograr que los adultos los escuchen y les crean. Pero aquí la dificultad es mucho mayor porque lo que hay para decir es muy poco verosímil. ¿Cómo convencer a los demás de que en la casa de la Avenida Crowley al 666 los vecinos se han convertido en demonios y están a punto de abrir las puertas del Infierno?

En las afueras de la ciudad de Ginebra funciona el Gran Colisionador de Hadrones (una máquina que busca descubrir el bosón de Higgs, “el componente más básico de todo lo que constituye el mundo material”). Dos científicos juegan a la batalla naval cuando algo extraño sucede: una partícula se escapa y un código desconocido comienza a reescribir la memoria de las computadoras.
El Gran Malevolente prepara su invasión.

Llena de referencias literarias, filosóficas y científicas (los agujeros negros, la belleza de las singularidades, la materia y la energía oscura), esta novela está atravesada por el humor no sólo en el relato de la historia sino también en las abundantes y divertidísimas notas a pie de página.

Criticando explícitamente los costados opresivos y autoritarios de la religión y la educación, Connolly se permite reír de ciertas pequeñeces y al mismo tiempo poner de relieve la potencia del Mal con mayúsculas: eso que acecha en un rincón esperando el momento en que, por hacer o no hacer, lo convoquemos y abramos las puertas.


El libro se difundió como una novela para niños pero cualquiera puede disfrutarlo. Atrapa, da miedo, emociona, hace pensar, hace reír ¿se puede pedir más?


Eugenia Almeida

Publicado originalmente en Ciudad X


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