sábado, 3 de mayo de 2014

Villa / Luis Gusmán




Perón agoniza, hay una manifestación en Plaza de Mayo, el doctor Villa observa desde una ventana. Su trabajo en la Dirección de Aviación Sanitaria cambia día a día. Su jefe ha caído en desgracia por denunciar que el día de la masacre de Ezeiza desde el Ministerio salieron ambulancias cargadas de gente armada.

La novela avanza desnudando el modo en que alguien se compromete paulatinamente con la oscuridad. La manera en la que se colabora con el terror político a veces se construye de gestos mínimos: un secreto, el temor a los jefes, el deseo de agradar, la ambición, las pequeñas miserias personales.

Perón muere. Las calles se llenan de cadáveres. La sede del horror parece estar justamente en el Ministerio de Bienestar Social. El tráfico de cajones clandestinos, los falsos certificados de defunción, las emergencias en medio de la noche, las omisiones en los libros de guardia, los cuerpos sin nombre, la hipocresía y la corrupción en las reparticiones públicas, la mascarada de lo administrativo. Un hombre que, cediendo y cediendo, se encuentra frente a otro que dice: “El dinero mantiene la boca cerrada. Y sólo el dolor la abre.”


El tono que Luis Gusmán encuentra ya desde la primera línea atraviesa toda la novela. Un libro que es difícil de dejar aun si lo que se lee siempre provoca espanto. Una historia que retoma la lenta construcción de la violencia estatal en los años previos al golpe, el sombrío poder de López Rega y los suyos.


Eugenia Almeida

Publicado en Ciudad X

Septiembre 2013

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