jueves, 1 de mayo de 2014

Sirenas en el campo de golf / Patricia Highsmith




Pequeñas fotografías de espanto y desolación.
Un hombre que desea sacrificar a su hijo –en el sentido más terrible del término–, como si fuera un animal agonizante, sólo porque no puede soportarlo; el deseo de matar a alguien reprimido al punto tal que esa furia  incontenible se derrama sobre otro; una mujer que apunta con un arma; un asesino que se lleva un botón de la ropa de su víctima; una fotografía que perpetúa un momento terrible; una visita inusual, un reloj que desparece y una avalancha de cosas que derrumba a una pareja; un pintor en una habitación de un hotel en México, implicado en el asesinato de un niño; un jardín lleno de perros y gatos embalsamados; un extraño visitante que sólo la dueña de casa puede ver; un hombre que necesita destruir su propia casa; una profesora de inglés que envía cartas a un escritor que admira, una emoción que se descarrila, un accidente, una cicatriz.

Los once cuentos de este libro exponen momentos en los que se está a punto de tomar una decisión y caer en lo irreparable. Patricia Highsmith es especialista en llevarnos hasta el borde del abismo y dejarnos solos frente a lo que habríamos hecho, a lo que podríamos hacer en circunstancias diferentes. Así como hay autores que deslumbran por el modo en que resuelven las situaciones, la escritora estadounidense se destaca por su manera de desarrollar la historia, la creación de un entorno, el silenciado paisaje de la desesperación.

Algunos personajes son tan escalofriantes que uno desearía no leer, no saber, no participar de lo que piensan y sienten, convencerse de que no existe gente así en el mundo. Pero Highsmith no avala las miradas compasivas. Sus cuentos son la obra de un cirujano. Fría, anestesiada, precisa, brutal. No siempre trae la cura pero sabe cómo pueden ser las personas más allá de la superficie.


Con cada historia, la escritora parece decir: todos somos capaces, todos estamos al borde de la locura, todos vivimos asomados a ese desfiladero. Somos bombas de tiempo temblando antes de estallar.


Eugenia Almeida

Publicado en Ciudad X
Septiembre 2013

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