martes, 16 de febrero de 2016

La monja alférez - Mis memorias - Catalina de Erauso




La novicia guerrera 

Nacida en San Sebastián en 1585, Catalina de Erauso fue llevada por sus padres a un convento de monjas cuando tenía sólo 4 años. Ya en el noviciado, y a raíz de una pelea, decide huir llevándose tijeras, hilo y aguja.Con esos elementos cambia su aspecto. El pelo corto, la vestimenta de un hombre. Tiene 15 años y comienza un viaje que dura toda su vida.

Aquellos que la conocen la toman por un varón. Con esa identidad irá recibiendo ayuda y ataques y respondiendo a unos y otros dominada por un carácter explosivo e iracundo. Años después vuelve a San Sebastián y nadie –ni siquiera su madre, con quien se encuentra en misa– la reconoce.

Su derrotero la lleva a diferentes regiones de España y luego a América, donde decide quedarse. Panamá, Perú, Chile, Argentina, Bolivia. Allí se repiten las peleas callejeras, los robos, las discusiones a las que reacciona a punta de cuchillo, los engaños, las muertes, las mentiras, la debilidad por las casas de juego y la participación como soldado en las fuerzas españolas arrasando tierra americana; una participación feroz y entusiasta en la matanza de araucanos que es recompensada con el grado de alférez. Catalina es “premiada” por demostrar la frialdad, el sadismo y la crueldad propios de un soldado eficiente.

Su vida seguirá atravesada de aventuras. Paje, mayordomo, grumete, soldado, alférez, arriero, comerciante, comisionado para impartir justicia. Muchas vidas en una vida. Y todas ellas, signadas por la violencia. En un momento Catalina decide revelar su secreto a un obispo. Unas matronas llegan a certificar que lo que dice es verdad. Se corre la voz, hay un desfile de curiosos y ella se convierte en una especie de celebridad a la que llaman “la monja alférez”.

Ya en Europa, el rey confirma su grado militar y el Papa le permite seguir vistiéndose de hombre (aunque le prohíbe ofender al prójimo y matar, una promesa que parece incapaz de cumplir).

Al comenzar el relato de su vida, Catalina se refiere a sí misma usando el género femenino, al que luego abandona designándose a sí misma en masculino.

¿Hay aquí una historia de lucha por la identidad de género o simplemente la convicción de que era más sencillo sobrevivir vestida de varón? Como sea, este relato viene a demostrar que tanto la postergación de las mujeres como la búsqueda del reconocimiento de la identidad de género no son, como muchos creen, un fenómeno de nuestra época sino que, por el contrario, parecen estar presentes en toda la historia de la humanidad.

Dividido en 26 capítulos, con prólogo de Gabriela Cabezón Cámara y una sección de notas finales, este libro es otro eslabón del importante trabajo que, desde 2005, viene llevando a cabo la Editorial Buena Vista. Un buen catálogo, con libros cuidados en su diseño, que busca rescatar voces, autores y relatos que el tiempo parece haber dejado atrás y siempre es interesante revisitar.

Eugenia Almeida

Publicado originalemnte en La voz del interior



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