domingo, 6 de octubre de 2013

Crímenes y jardines / Pablo De Santis


Naturaleza sangre


En 2007 Pablo De Santis recibió el Premio Planeta-Casamérica por “El enigma de París”. Seis años después llega “Crímenes y jardines”, una novela que retoma algunos de aquellos personajes. 


Ya desde la cita inicial, De Santis nos convoca a un misterio: Cobham Brewer explica el origen de la rosa como símbolo del silencio. Y de eso se trata esta historia. De silencios, símbolos, secretos, venganzas y pasiones.
“La historia de nuestra vida es la historia de nuestros miedos” dice Sigmundo Salvatrio, el miembro más joven del Círculo de los Doce Detectives. Han pasado cinco años desde los episodios relatados en “El enigma de París”. Craig, el maestro de Salvatrio, acaba de morir. El detective oscila entre el deseo de recibir su primer caso y la zozobra de preguntarse si se verá obligado a volver a la zapatería de su padre.
Tres días después del entierro de Craig, Salvatrio es contratado por Jerónimo Seguí, un poeta que trabaja como periodista. Debe encontrar a un anticuario que ha desaparecido. El cadáver se descubrirá muy pronto. Será el primero de una serie de crímenes que tiene como eje a cinco hombres divididos por dos concepciones diferentes del jardín ideal (la “edénica”, que da primacía a lo salvaje y a la expresión absoluta de la naturaleza y la de los “jardines de la Atlántida” donde lo central es el diseño humano).

Si bien esta novela tiene absoluta autonomía con respecto a la anterior (no es necesario leer “El enigma de París” para comprender “Crímenes y jardines”), De Santis retoma no sólo algunos personajes y parte de la historia sino también ciertos temas y estructuras. Para empezar: las cofradías masculinas. Un grupo de hombres unidos por una pasión en común a la que cada uno se acerca con una mirada particular. Luego, los libros y las referencias literarias: Rousseau, Thoreau, Virgilio, Bacon, Goethe, Nerval, Poe y Platón. Por último, los ejes sobre los que pivotea la obra del autor: las miniaturas, los enigmas, los laberintos, los códigos, el suicidio, los crímenes y los símbolos, ese mar subterráneo que atraviesa el mundo cotidiano dotándolo de otro sentido.

También reencontramos la permanente y delicada atención que De Santis pone en el lenguaje, como un científico atento no tanto a lo que se dice sino al modo en que se elige hacerlo. Un investigador que sabe que cada elección lingüística revela un universo.


La historia fluye y el argumento cumple sobradamente con las reglas del género de enigma pero lo que sobresale es el talento del autor para, cada tres o cuatro páginas, insertar una frase que obliga a detener la lectura, a extender el tiempo de disfrute. Frases que luego quedarán por mucho tiempo en la memoria.


Eugenia Almeida
Publicado en Ciudad X
Septiembre 2013



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