domingo, 11 de agosto de 2019

Entrevista a Alejandro Grimson




“Para comprender un fenómeno político 
hay que comprender al otro”


“El peronismo jamás será atrapado en una frase”, advierte Alejandro Grimson en las primeras páginas de su libro. Un libro que elige como título una pregunta porque de eso se trata, de evitar los lugares comunes, las imágenes cristalizadas, los mitos y leyendas de propios y ajenos. Desmontar tramos de nuestra historia revisándolos bajo una mirada antropológica que incorpora un abordaje de múltiples dimensiones. 

El 17 de octubre, el golpe de 1955, Perón y su relación con Montoneros, López Rega y la Triple A, el menemismo, el kirchnerismo: momentos claves para comprender lo que el autor llama “los peronismos”, haciendo ingresar al lenguaje una multiplicidad y una heterogeneidad que a veces parece posible de abarcar.

Grimson insiste en que no puede entenderse el peronismo sin el antiperonismo y viceversa. Que, justamente, se trata de observar dinámicas que ponen en relación proyectos diferentes. 

¿Qué es el peronismo? es apasionante por muchas razones. Por su rigurosidad, por su compromiso, por sus posibles efectos. El lector se encontrará con la historia del peronismo pero también con mucho más: el modo en que se construyen categorías de análisis de fenómenos complejos y heterogéneos. El libro funciona como un ejercicio de pensamiento que puede ayudarnos a comprender mejor la realidad porque “el hecho de que no comprendamos el peronismo revela un problema más profundo: necesitamos aprender a mirar de otro modo.”


-¿Cuáles son las posibilidades que ofrece una perspectiva antropológica de procesos políticos como el peronismo?

-Para comprender un fenómeno político hay que comprender al otro. Hay que comprender otras formas de pensar. En el caso del peronismo, no puede comprenderse el peronismo sin comprenderlo en su relación constitutiva con el antiperonismo. De la misma manera en que no se podría comprender al segundo sin entender al primero. Ambos son fenómenos políticos atravesados por racionalidades muy distintas, por intereses muy distintos y por sentimientos también distintos. Pero son parte de una relación. No existen solo como opciones en el vacío sino que son un vínculo de espejos invertidos que pueden ser mirados a lo largo del proceso histórico desde 1945 hasta la actualidad.

-Usted menciona el papel constitutivo que ha tenido el racismo en la conformación de la  política argentina. ¿Cómo puede observarse ese rol central hoy en la disputa política?

-Al igual que sucede en otros países, en el caso argentino se trata de lo que se llama –antropológicamente– un “racismo sin racistas”. Porque en vez de tener organizaciones como el Ku Klux Klan lo que tenemos acá es una sociedad que dice “¿Racista, yo? Yo no soy racista, de ninguna manera”.  Ahora, es una sociedad que dice que no es racista y que sin embargo piensa que todos los hinchas de Boca, todos los que cortan calles, todos los que están afiliados al sindicato, todos los peronistas, son todos negros. Es muy fácil, si alguien quiere hacer el test antropológico, se pone a hablar con una persona que odie a Cristina Kirchner y va a escuchar que en un momento esa persona va a decir “yo no quiero que los negros vuelvan a gobernar”. O cosas por el estilo. Yo les he planteado muchas veces a esas personas: “Pero no entiendo si vos lo que decís es que Cristina es negra”. Y la respuesta que he encontrado siempre fue la misma. Fue: “Cristina es negra de alma”. O sea que, si en 1945 se hablaba de los cabecitas negras, hoy se sigue hablando de “la negrada”, “los choriplaneros” o cualquier cosa por estilo. Y eso quiere decir que la sociedad argentina es una sociedad racista en buena parte y que su política está estructurada a partir de ese eje.

-Usted señala que, en el 45, la postura antiperonista surgió de la combinación de tres perspectivas: la tradición antifascista, el enfoque patronal y la vieja concepción de “civilización y barbarie”. ¿Qué perspectivas  están jugando hoy en el antiperonismo?

-El antiperonismo actual es heredero del proyecto civilizatorio europeísta sólo que ese proyecto que en su época fue agroexportador, que en algunos momentos tuvo algunas intenciones muy tenues de ambivalencia con la industrialización, hace muchos años es claramente el proyecto neoliberal de desindustrialización y de destrucción de toda la trama productiva argentina. El famoso país para diez, doce millones de personas. Por supuesto que eso está vinculado a una perspectiva que no sería sólo patronal sino una perspectivajerárquica mayor en el sentido de que hay una vocación o un goce jerárquico del antiperonismo respecto de mirar hacia abajo ¿no? Y eso estuvo  presente en el 45 y sigue presente hoy. Y por otro lado hay algunas continuidades de otro tipo, que pueden situarse más en un plano específico como por ejemplo el odio brutal que hubo hacia la figura de Eva. Es un odio misógino que tiene una continuidad obviamente en la expresión que se usa sobre Cristina cuando se dice “yegua, puta y montonera”. ¿Qué implica esto? Implica que una mujer feminista que disienta políticamente con Cristina a mi juicio sería importante que pudiera salir a repudiar la misoginia contra Cristina. Así como si hubiera misoginia contra cualquier otra dirigente política. Cualquierreferente feminista es importante que, más allá  de sus adhesiones o no a esa figura en particular, luche contra todas las formas de la misoginia estén destinadas a quien estén destinadas.”



PERFIL: Alejandro Grimson es doctor en Antropología por  la Universidad de Brasilia. Es autor de "Mitomanías argentinas", "Mitomanías de la educación argentina" y "Mitomanías de los sexos". Es investigador principal del Conicet y profesor del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín


Eugenia Almeida

Publicado originalmente en La Voz del Interior






No hay comentarios:

Publicar un comentario