sábado, 27 de julio de 2013

Agencia Nan: comentario de Facundo Gari sobre "El colectivo"


Libros: “El colectivo” (Eugenia Almeida, 2009) 

 

El único bondi que mantiene a un pueblito cordobés dentro del mundo de la década de 1970 deja de frenar en él. A partir de ese hecho, la autora construye una arquetípica fiesta de fantasmas de la sociedad argentina, donde prolijos y comprometidos conviven con entregadores y desinteresados; y donde la línea divisoria entre el futuro y el pasado cobra nuevos sentidos.














Buenos Aires, junio 6 (Agencia NAN-2009).‑ 

Nadie en ese pequeño pueblo cordobés de los 70s sabe por qué, pero el único colectivo que pasa cada día levantando el polvo de la carretera deja repentinamente de parar allí. Ni la pareja que se hospeda en el hotel de la ciudad ni la visitante Victoria, hermana del abogado Antonio Ponce, logran subir al bondi. El pueblo está conmocionado. Los señores lustran sus zapatos y las señoras se ponen sus vestidos de salir y engominan los flequillos de los hijos para ir sobre la carretera a ver pasar al devenido monstruo. Otra extrañeza para los habitantes del pueblo: desde el mismo día en el que el colectivo optó por no detenerse, Primitivo, el encargado de subir y bajar la barrera del cruce de vías, mantiene el paso cerrado. Las únicas noticias que llegan desde la capital son las que Rubén recibe por la radio mientras pasa las horas atendiendo el bar del albergue. Las versiones son pocas e inconexas. Por el conventillo se rumorea que fue una orden de los militares. Buscan a unos subversivos, dicen los vecinos.

Al iniciar la lectura de El colectivo (Edhasa), de Eugenia Almeida, el lector se encuentra con un panorama fluctuante. Es que no es de los libros que prenden sin más, aunque sí de los que cautivan a quien se atreve a cruzar la decena de páginas. Enmascarada de sencillez narrativa, la autora cordobesa ofrece una novela equilibrada desde la primera hasta la última letra, un texto que no excede los límites del costumbrismo nativo ni los del exceso de intriga.

A cierta altura, claro, se necesitan algunas respuestas. Sin embargo, la escritora opta por entregar el chismerío de un barrio en el que no pasa nada (nada emocionante, más bien). Con esos personajes que parecen superfluos, los de la vecindad, Almeida va pegando figuritas conocidas hasta formar un collage arquetípico de la sociedad argentina, una fiesta de fantasmas repetidos, de un disco rayado que es el mismo que se escucha fuera de la diégesis, en la contemporaneidad real.

Están los acusadores, los que callan, los distraídos, los que quieren saber, los que no, los botones y los prolijos. Los pobres y los ricos. Los que mandan y los que obedecen. Los responsables (según la obra, todos en alguna medida). Y, por supuesto, los que escapan --por váyase a saber qué razones, si justas o no-- de los milicos y del “algo habrán hecho” que murmuran las esposas bien. Ajena a los avatares del asfalto y los edificios, la agobiante ciudad muestra también su furia.

En esencia, El colectivo es una obra de contrastes: el bondi y el tren versus la bicicleta; la soledad del bar del hotel versus las juntadas juveniles en el Club Náutico; la austeridad de la esposa de Ponce durante la adolescencia versus la verborragia de ella misma pero ya hecha mujer; la joven promesa de gloria versus el por siempre dolido abandono de los sueños; la precisión de los meteorólogos versus el olor de la tierra y el color del cielo; el vértigo de la ciudad versus el pueblito de cera; en fin, el futuro versus el pasado.

Facundo Gari

sábado, 6 de junio de 2009


http://agencianan.blogspot.fr/2009/06/libros-el-colectivo-eugenia-almeida.html

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